
Durante este 2015 que finaliza, si bien previamente ya había una tendencia no tan marcada como en este año, China ha ido acaparando el foco de todas las miradas y desde luego no para alabarla, sino más bien para personificar en ella todos los demonios de los problemas económicos que asolan el mundo. Sobre el gigante asiático y su cambio en el modelo económico han recaído muchos de los titulares de este año. La prensa inglesa, con 'The Economist' a la cabeza, ha venido demonizando o inculpando al país asiático de todos los problemas que afectan al mundo.
El precio del petróleo, se decía, caía por la menor importación de crudo por parte del país asiático. Pocos o escasos análisis han puesto de manifiesto que la caída del petróleo va mucho más allá del menor crecimiento chino, quizá olvidan que con el fracking se han aumentado los inventarios hasta niveles que difícilmente eran imaginables una década antes. Por supuesto se olvida que los principales productores árabes han contribuido con el aumento desmedido de su producción al desplome, tampoco que entre esos nuevos países hay un jugador estratégico que se incorpora a la producción como es Irán, el cual lógicamente no va a renunciar a su cuota de producción y exportación. Ya verán como cuando las empresas de fracking americanas, como ya es una realidad, comiencen con sus defaults se dirá que el problema es la falta de crecimiento de demanda china.
La crisis que envuelve a la sexta economía mundial, Brasil, dicen, está fraguada por la falta de demanda de materia prima cuyo culpable, cómo no, es China. No se puede achacar o es secundario que Brasil tiene una burbuja de crédito enorme propulsada por la expansión cuantitativa de la Fed, aún menos se habla de una crisis política con enorme ramificaciones de corrupción que llegan hasta Petrobras amenazando incluso su supervivencia. No, el problema es China.
Menos mal que no dicen que China fue la que obligó a una expansión monetaria sin paliativos y desconocida a la Fed, al Banco de Inglaterra y al BCE. Esa expansión, que en el caso del BCE no ha terminado, como ya comienzan diversos estudios a mostrar, es la culpable de que la enorme burbuja de crédito no haya desaparecido y que en algunos países como España se mantengan unas tasas de deuda total, pública más privada, totalmente insostenibles. Los culpables son los bancos centrales occidentales y no el que hoy por hoy es el único banco central ortodoxo, el Banco Popular Chino.
Por supuesto los problemas de una bolsa como la española parecen radicar en la decisión de devaluar en agosto el renminbi o yuan chino. Estoy seguro de que nada tiene que ver el punto de ruptura catalán, menos la actual situación de incapacidad de formar Gobierno debido a las elecciones generales; por supuesto el problema de los bancos españoles y el peso que tienen en el Ibex; insignificante también es el nivel de deuda de las empresas cotizadas. Por supuesto son los chinos los que mantiene una prima de riesgo elevadísima, aun cuando el BCE continua comprando nuestra deuda.
Son sólo algunos de los ejemplo más llamativos, que a cualquiera de los que estén leyendo esta tribuna le vendrán rápidamente a la cabeza. Sin embargo se le da poco énfasis a otras visiones no cortoplacistas, simplistas e interesadas sobre el papel que China está llamado a interpretar. No olvidemos que China ocupará y será, pese al disgusto y el enfado americano, la primera economía del mundo en diez quince o veinte años. Ahora que la actividad económica se resiente en todo el mundo son pocos los que ven en aquel país el motor del avance económico, pero lo es. Es más, España puede ocupar una plaza preferente para recibir su actividad en forma de inmuebles, turismo, ocio, plataformas logísticas. Muy pocos se hacen eco de que la inversión que España recibe de los inversores, cierto que aún muy escasa, está aumentando de forma rápida y exponencial. Además de que España puede ser un destino preferencial para estas experiencias y centralizar inversiones. No olvidemos que sin inversión y sin demanda externa, un país con caída de la población y sobre todo de fuerte envejecimiento (ése es el problema de nuestro país) está condenada a su fracaso.
Son muchos los que recriminan que las estadísticas chinas no son fiables. Sin embargo los dirigentes de aquel país son conscientes de una carencia que les perjudica más a ellos que a nadie. Tanto es así que leemos cómo el Gobierno del dragón asiático está encarcelando e investigando a los responsable de alterar y falsear las estadísticas; además de combatir activamente y drásticamente la corrupción. Tampoco se resalta que la entrada en el FMI les llevará a implantar y utilizar los estándares de las estadísticas occidentales, con lo que en muy breve plazo de tiempo se quedarán sin argumentos los que hablan de la poca fiabilidad de las estadísticas. Eso sí, no he visto hacer sangre de la EBA cuando dijo que los bancos españoles tenían una problema con los recursos propios, donde en tan solo 24 horas se desmintió por parte de la misma entidad. La prensa inglesa, americana y sajona no pone aquí el grito en el cielo, ¿por qué?
China, su demanda interna, sus más de 1,34 billones (de los españoles no millardos ingleses) están llamados a ser el impulso del mundo. Si no lo tiene claro, miren los datos de venta de Alibaba en el día de los solteros, sobrepasando al Black Friday americano en importancia.