
Millones de australianos sufren el invierno más frío que recuerdan. No solo porque el país registra las menores temperaturas en décadas, sino porque muchos de ellos han tenido que apagar la calefacción para evitar un corte generalizado de electricidad. La tensión del sistema fue tal que el miércoles de la semana pasada el Gobierno tuvo que cerrar el mercado diario de la luz y obligar a las eléctricas a poner en circulación 5 gigavatios de energía para que los hogares no se quedasen a oscuras.
Australia -con 25,7 millones habitantes- es el mayor exportador del mundo de carbón y gas natural licuado, pero eso no salvó al país de rozar la catástrofe energética.
Como el archipiélago tiene grandes reservas de estas materias primas y no necesita comprarlas a terceros países, su sistema eléctrico es extremadamente dependiente de los combustibles fósiles contaminantes. En 2021, el 65% de la energía que produjo fue a base de quemar carbón y el 30% del gas, mientras que las fuentes renovables apenas supusieron el 2%.
Hasta ahora, su potencia minera había permitido a Australia ser un mega exportador de energía al resto del mundo, pero en cuestión de tres meses se ha convertido en su peor pesadilla. "Cuando los generadores de carbón dejan de funcionar, te quedas sin energía. No hemos construido suficientes generadores eólicos ni solares para sustituir a los de carbón", explica David Leitch en Reuters, un consultor australiano.
La tormenta perfecta
El precio del gas y el carbón comenzó a dispararse en todo el mundo a finales de 2021 por el aumento del consumo de energía, y tras la invasión de Ucrania la situación pasó a ser dramática, especialmente en Europa.
Poco a poco el precio de estas materias primas comenzó a calentarse en Australia, que paralelamente sufrió en sus plantas de carbón cortes de producción programados -por reparaciones- y no programados -debido a inundaciones en el este del país-.
Al mismo tiempo, las temperaturas inusualmente bajas -mínimas récord en Melbourne desde 1949- de las últimas semanas dispararon el consumo de electricidad.
La combinación de factores provocó la tormenta perfecta: el precio del gas en el archipiélago entre marzo y mayo se disparó entre un 100% y un 400% y el carbón esta primavera fue un 150% más caro que el año pasado.
Todo esto llevó al precio de la luz a alcanzar un máximo histórico de 350 dólares MW/h durante la tercera semana de junio en Nueva Gales del Sur, donde sus ciudadanos están acostumbrados a pagar cinco veces menos.
Las eléctricas abandonan el mercado
Para frenar la sangría a los hogares, el Gobierno decidió implementar el 12 de junio un tope al precio máximo de la luz en la subasta energética, limitando el precio máximo diario del MW/h en los 300 dólares australianos (207 dólares americanos y 196 euros). Este mecanismo es más directo que el adoptado en la excepción ibérica de España y Portugal, que solo topa el precio del gas -una materia prima clave en la producción de la electricidad-.
La intervención del mercado provocó que el martes pasado diversas empresas eléctricas abandonasen el mercado diario de la luz, alegando que el precio máximo fijado no les permitía sacar rentabilidad al megavatio, rompiendo el equilibrio entre la oferta y la demanda.
Para evitar apagones a lo largo de la costa este de la isla, el operador del mercado energético australiano (AEMO) cerró el sistema de subastas y mandó a estas empresas poner en circulación 5 gigavatios de electricidad (el 20% de la producción diaria total del mercado), que después sufragaría el Estado. Paralelamente, el Gobierno pidió a los hogares de las grandes ciudades que redujeran el consumo para evitar apagones.
La situación fue crítica durante unos días, hasta que el miércoles de esta semana el operador eléctrico anunció que las centrales de carbón que estaban apagadas –cerca del 25% del total- volvían a funcionar con normalidad, y que a partir del jueves restauraría paulatinamente el sistema de subastas energéticas.
La crisis afectará a Europa
Para evitar más tragedias similares en el futuro, Australia aspira a retirar de aquí a 2030 el 60% de sus platas de carbón y sustituirlas por fuentes renovables, un largo camino para un país que depende enormemente de los combustibles fósiles tanto desde el punto de vista eléctrico como económico. Este año se espera que el país ingrese 319.000 millones de dólares en exportaciones de recursos minerales y energía, lo que lo convierte este mercado en un pilar para el empleo y el PIB del archipiélago.
Ali Asghar, analista de Bloomberg NEF, explica que la sobreexposición de Australia a las materias fósiles, obligará al país a limitar sus exportaciones para asegurar un mercado interior competitivo donde haya abundancia de materias primas que evite el incremento de los precios. Este nacionalismo energético, que también estudia Estados Unidos con el petróleo, provocará que regiones importadoras de productos energéticos, como Europa, sufran aún más el encarecimiento de la electricidad.