
La Unión Europea aborda uno de los mayores desafíos en su historia: independizarse del gas ruso en tiempo récord y sobrevivir en el intento. Para lograr mantener su suministro energético antes de que llegue el invierno, Europa se ha encomendado a un ambicioso plan para asegurar un suministro alternativo. La base del plan es el reemplazo a través del GNL importado de Estados Unidos y otros países, una estrategia que al poco de haber arrancado ya se ha encontrado con importantes tropiezos.
El principal problema es la falta de infraestructura, que está haciendo imposible transportar de forma ágil el suministro de occidente a oriente. Dicho de otra forma, los países como Francia, Reino Unido y España, están recibiendo cantidades récord de gas licuado a través de barcos, pero la falta de interconectores desde estos puntos a naciones como Polonia, Bulgaria o Hungría, están suponiendo una pesadilla logística.
"Falta infraestructura para los flujos de oeste a este", afirma para Bloomberg, Marco Saalfrank, jefe de comercio comercial de Europa continental en Axpo Solutions AG en Baden, Suiza. "Entonces, el GNL, en resumen, no es la única solución para reemplazar el gas ruso debido a los cuellos de botella".
Los países al este son los más expuestos a las exportaciones rusas y, el miedo a que cierre el grifo puede suponer fisuras clave en la estrategia común de una Europa que avanza a través del consenso entre todos sus miembros. De hecho, los problemas de no solucionarse el suministro al este ya se están manifestando en naciones como Hungría, cuyo presidente Víctor Orban, ha aceptado pagar en rublos el gas de Putin y ha puesto se ha mostrado opuesto a seguir con la escalada de sanciones frente al Kremlin, poniendo en jaque la estrategia del club de los 27.
En ese sentido y, ante los serios problemas de cuellos de botella, Europa ya busca soluciones alternativas. Para empezar, han anunciado desde Alemania la puesta en marcha de cuatro regasificadoras flotantes. Estas embarcaciones han sido alquiladas por el país y se espera que en apenas unos meses puedan funcionar a pleno rendimiento. Aunque los expertos afirman que no servirá de nada si no hay una mejor infraestructura para complementar esta medida.
"Estos terminales solo son una forma rápida de abastecerse si hay una conexión a la red relevante, pero aún así hay cuellos de botella donde se pueden colocar", dijo Gyorgy Vargha, director ejecutivo de MET International AG, una empresa de comercio de energía con sede en Zug, Suiza. "Estas regasificadoras por sí solas no resolverán necesariamente el problema. Para garantizar la seguridad del suministro, se necesitan contratos de GNL a largo plazo para garantizar el suministro de carga base".
Europa ya ha anunciado que invertirá 10.000 millones de euros en infraestructura
Además, estas embarcaciones tienen serios problemas en países como Hungría o Bulgaría, principales afectados por esta crisis energética. El motivo es debido a que no hay acceso para estos grandes buques y todos los analistas coinciden en que la solución en su caso pasa por adaptar su sistema de tuberías. Además Europa está explorando cómo revertir el flujo del gasoducto Transadriático, para 'salvar' el suministro de otras naciones como Grecia o Italia.
En ese sentido Europa ya ha anunciado que invertirá 10.000 millones de euros para poner en marcha nuevas infraestructuras y gasoductos para resolver todos los cuellos de botella. En esta línea podría incluirse la reapertura de la planta de El Musel, propiedad de Enagás. Por supuesto, la UE trabaja en numerosos proyectos como el Midcat, un plan para unir España a Francia a través de gasoductos que crucen los Pirineos.
"Usar toda la capacidad de GNL al máximo ejercerá una gran presión sobre el suministro"
Al margen del GNL, la estrategia europea a medio plazo para apostar por otras fuentes de energía como el carbón o la nuclear, además de, por supuesto, las renovables. En ese sentido ya se ha lanzado un plan de 300.000 millones de euros para energías verdes en el plan Repower EU. Respecto a la energía nuclear, se ampliará la vida útil de las centrales belgas y francesas con una inversión de 5.000 millones, mientras se inyectarán 2.000 millones en incrementar las horas de producción de las plantas de carbón. Esta diversificación es solo un arma para el medio y largo plazo y, aunque esperan que sea clave para cortar al 100% la dependencia en los años venideros, para salvar el frío invierno de 2023 la responsabilidad recae en el GNL.
En cualquier caso la estrategia de apostar fuertemente por el gas licuado tiene un coste (al menos en el corto plazo), unos altos precios de la energía que permanecerán. Se estima que las plantas de producción no logren aumentar de forma sensible sus suministros hasta 2025 por lo que la demanda seguirá muy alta frente a una oferta débil. "Usar toda la capacidad de GNL al máximo ejercerá una gran presión sobre el suministro", dijo Vargha de MET. "No hay suficiente capacidad de GNL en el mundo para evitar la destrucción de la demanda en un escenario sin gas ruso".