
¡Enhorabuena! Mañana es 1 de julio. Y si has conseguido llegar hasta aquí, es más que probable que puedas disfrutar de un verano de trabajo más que apacible, con independencia de si coges vacaciones ahora o ya en agosto. Así que relájate, porque no será necesario que abordes los proyectos importantes o complejos hasta después del verano. ¡Qué demonios! Al fin y al cabo, te lo has ganado tras un intenso año de agobios y de salir a las tantas. Ya iba siendo hora de bajar un poco el pistón y tomarse las cosas con más calma.
Tanto si el lector suscribe al 100% el contenido del párrafo anterior como si le ha escandalizado su lectura, lo cierto es que lo de tomarse las semanas laborales del verano a una velocidad más pausada es tónica generalizada en España. "El calor, el cansancio acumulado a lo largo del año... no hay una única razón que lo justifique, pero muchas veces se toman los meses de julio y agosto como una tregua que permite aplazar decisiones o proyectos que, por la razón que sea, no nos apetece abordar ahora", señala Pedro Checa, cofundador de Jointalent. Para Luis Colmenero, coach y autor de la marca Coachingümer, la filosofía que lleva al estilo de vida de procrastinar reformula peligrosamente el viejo lema de "vivir cada día como si fuese el último". "Para las personas adictas a posponer sus tareas, el último día es siempre pasado mañana".
"La procrastinación surge cuando el córtex prefrontal o parte racional del cerebro pierde el control en favor del sistema límbico o cerebro emocional".
Según José Luis Bulnes, socio de BAN Consultores, la llegada de julio dispara una especie de alarma en el reloj biológico de los profesionales que hace que les cueste un mundo afrontar trabajos de envergadura. "Ocurre lo mismo en diciembre, cuando se aproximan las Navidades, y automáticamente posponemos cualquier asunto importante para el año entrante", expone. El psicólogo canadiense Piers Steel, autor del libro The Procrastination Equation: How to Stop Putting Things Off and Start Getting Stuff -La ecuación de la procrastinación: Cómo dejar de posponer las cosas y hacer que sucedan- (Harper Collins, 2010) , explica en términos científicos el fenómeno. "La procrastinación surge cuando el córtex prefrontal o parte racional del cerebro pierde el control en favor del sistema límbico o cerebro emocional. Este se mueve más por impulsos que persiguen el placer inmediato y, por lo tanto, nos lleva a retrasar las cosas hasta que el largo plazo se convierte en el corto plazo", cuenta a elEconomista.es.
Verano culpable
En general, el verano es una época poco propicia para que la gente se gane la medalla al mérito en el trabajo. "El 60% del tiempo en el trabajo lo dedicamos a tareas que no son productivas, como solicitar y enviar información a otros compañeros. En verano, encima, todo se complica porque tu compañero está de vacaciones, por lo que en vez de pedirle la información te las tienes que arreglar buscándola por tu cuenta", argumenta Tomás Santoro, CEO de SumaCRM. José Luis Bulnes, sí piensa que la cuestión logística puede ser un eximente de peso, porque "los proyectos ambiciosos suelen necesitar la involucración de varias personas y departamentos, y el periodo veraniego no es el mejor momento para buscar colaboraciones, ya que el ambiente generalizado es de trabajo pero a menor ritmo", resalta.
"La procrastinación se convierte en algo contagioso"
Muchos profesionales se escudan en el estrés acumulado y en la necesidad de recargar pilas para justificar esa bajada de rendimiento. Bulnes, sin embargo, cree que, en muchas ocasiones, se trata más de una sensación que de cansancio real. "La procrastinación tiene más que ver con aspectos mentales y emocionales que con realidades objetivas. Tenemos a la vista un periodo de vacaciones en el que, en teoría, no debería pasar nada si postergamos algún trabajo o proyecto para septiembre. De algún modo, es una reminiscencia de nuestra etapa académica, en la que después del 'apretón' de junio, todo se podía aparcar hasta después de verano", indica.
Conspiración global
No contribuye precisamente a reflotar el rendimiento el hecho de que compañeros, clientes y proveedores también compartan esta oficiosa tregua estival. "Si resulta que todos trabajan a un ritmo menor y evitando afrontar grandes retos, la procrastinación se convierte en algo contagioso", concluye el socio de BAN Consultores. De este modo, el sentido de la responsabilidad o de culpa se diluyen, con lo que la conspiración contra la productividad está servida. Incluso el lenguaje que se usa delata que, aunque el cuerpo esté presente, el cerebro del profesional se ha trasladado ya a otra dimensión. Bulnes: "Es habitual, por ejemplo, escuchar expresiones como 'esto lo abordamos ya el año que viene', cuando en realidad se están refiriendo a septiembre/octubre".
Quizá procrastinar bajo el pretexto del verano sea algo contagioso, pero nunca tolerable, opina Luis Colmenero. "El escapismo de las responsabilidades no tiene justificación. Bajar el rendimiento no haciendo las cosas a tiempo, el retraso y la dilación son la dedicación real del vago. Hacer las cosas cuando hay que hacerlas debería ser un estándar que se consigue con disciplina auto impuesta, y eso es lo que diferencia al profesional competente del incompetente", zanja.
Ahora bien, no todos los especialistas se muestran tan tajantes con los efectos perniciosos de procrastinar. Algunos estudios incluso vinculan esta capacidad de dilatar las decisiones a altas capacidades directivas. Adam Grant, profesor de Psicología en la Universidad de Pennsylvania, llegó a la conclusión en sus investigaciones de que las personas más creativas retrasan el hecho de entrar en acción hasta el momento en que se les ocurre la mejor solución. Trasladado al contexto veraniego, Pedro Checa coincide en que es importante descansar para mantener el equilibrio y llegar en las mejores condiciones a la nueva temporada. "Procrastinar en cierta medida puede ayudarnos a ganar el tiempo necesario para ser más creativos".
"Procrastinar en cierta medida puede ayudarnos a ganar el tiempo necesario para ser más creativos"
En sentido opuesto, algunos expertos sugieren que precisamente es el periodo estival el mejor para arrancar nuevas iniciativas. Entre otras razones, ilustra Tomás Santoro, porque "no estamos saltando de reunión en reunión ni sometidos a constantes interrupciones". Por su parte, José Luis Bulnes sugiere que julio y agosto pueden ser un periodo propicio para cambiar el foco. "Muchas empresas y profesionales aprovechan estos meses para planificar acciones más a largo plazo. Es un buen momento para poner luces largas y pensar más en el futuro, para reflexionar más que para ejecutar".
Una cierta "licencia para procrastinar" puede ser hasta cierto punto lógica y a veces incluso conveniente. Pero, cuidado, avisa Checa, no siempre ni por sistema. "Hay proyectos que pueden esperar a ser iniciados después del descanso veraniego, y esa pausa nos permitirá posiblemente estar más despejados y ser más creativos cuando llegue ese momento. Pero hay ocasiones en las que las cosas no pueden esperar, y el transcurso del tiempo puede ser la clave para el éxito o el fracaso de un proyecto". Un factor que, advierte este experto, deben tener especialmente presente los profesionales que ocupan posiciones directivas. También humanos, también poseedores de un cerebro emocional y a los que, recuerda Checa, "también a veces nos cuesta una barbaridad tomar decisiones… Que curiosamente suele ser por lo que nos pagan".