Repsol compite con colosos empresariales en la carrera por el mercado del combustible sintético limpio, sin emisiones de CO2, de forma que se cubran las necesidades del transporte, incluyendo el aéreo y el marítimo, sin tener que transformar radicalmente los activos industriales actuales.
Repsol anunció a mediados de junio una inversión de 60 millones de euros en la refinería bilbaína de Petronor para construir una fábrica de combustible sintético a partir de hidrógeno verde, obtenido con electricidad renovable y CO2 emitido por los procesos industriales.

La capacidad inicial de su planta será de sólo 50 barriles diarios -la empresa produce unos 700.000 barriles de petróleo diarios- pero esos 18.250 barriles al año, suficientes para cubrir la ruta aérea Bilbao-Madrid sin emisiones de carbono, la convierten en una de las mayores del mundo.
Efectivamente. Aunque la tecnología para producir este tipo de ecocombustible -Power to liquids en inglés- se conoce desde hace décadas, sólo hay una planta en marcha, un proyecto de demostración en Alemana, inaugurado en 2014, cuya capacidad es de un único barril diario.
¿Por qué? Pues porque hasta que la apuesta por la descarbonización no ha cogido peso en la agenda política de los últimos años -se acelerará con las ayudas públicas para recuperar la economía europea tras la pandemia-, las empresas no se han preocupado por la tecnología, y ésta apenas ha madurado.
Así que ahora se ha puesto en valor una virtud que la convierte en objeto de deseo: el combustible sintético final no emite CO2 y es compatible con los activos existentes, tanto las refinerías y las redes logísticas como los vehículos de combustión interna, incluida la aviación y el transporte marítimo, muy difíciles -si no imposible- de electrificar.
En general, gracias al combustibles sintético líquido, el modelo de transporte actual no precisaría de grandes inversiones para adaptarse y convertirse en sostenible, y las petroleras ya lo han identificado como una de sus grandes apuestas para reconvertir el sector y hacerlo verde.
Así que se ha dado el pistoletazo de salida para una carrera por hacerse con el nuevo mercado que protagonizan grandes conglomerados industriales y energéticos, con preeminencia de los ligados al transporte aéreo, que en el último año han lanzado un buen puñado de proyectos.
Un ramillete de proyectos
La citada planta de demostración alemana pertenece a Sunfire, firma participada por Total, Audi, Boeing o ThyssenKrupp; en junio de 2019 anunció su integración en el consorcio Norsk e-fuel, con Paul Wurth, Climeworks y Valinor, para levantar una planta con capacidad para 63.000 barriles anuales en 2023 y diez veces más antes de 2026.
Ese proyecto es el único que supera al de Repsol -que se ha aliado con Aramco para materializarlo-, pero los demás tienen un respaldo muy potente: Green Power 2 Jet está coordinado por la universidad de Hamburgo e impulsado por Airbus, BP, Dow, DHL, Easyjet...; la asociación de aeropuertos de Copenhague tiene otro con SAS, Orsted, Maersk, DSV...; en el aeropuerto de Rotterdam hay otro liderado por EDL; y, con tecnologías hermanas, están el de ReWest 100, de EDF, OGE, Orsted, ThyssenKrupp..., y el de Delfzijl DSL-01, de KLM, SHV Energy, SkyNRG y otros.
Ninguno tiene opciones de competir con los combustibles fósiles a corto plazo, a menos que se repercuta un coste de CO2 muy alto en el transporte, pero las perspectivas son buenas.
Repsol: producción industrial en una década
Javier Aríztegui, Gerente de disciplina Transición Energética & Movilidad en Repsol Technology Lab, señaló la semana pasada en un seminario de EsadeGeo que la compañía aún no tiene hitos concretos para avanzar desde la escala de la I+D+i y la demostración a la escala industrial y la producción masiva del combustible sintético; confía en que ese estadio se alcance en el plazo de una década, aunque espera tener soluciones mucho antes.
La empresa no duda en afirmar que si los resultados son buenos, se embarcará en inversiones millonarias para convertir el combustible sintético en uno de los ejes de su estrategia para ser neutra en CO2 en 2050.