
La carrera por encontrar una vacuna, en el medio plazo, y un tratamiento en el corto se ha convertido en el objeto de deseo de todo el mundo. Centros sanitarios y de investigación, universidades, empresas y multinacionales tratan desesperadamente con dar con la clave que acabe con la amenaza constante de un ser vivo de tamaño minúsculo pero de letalidad sin precedentes en las últimas décadas.
De entre todos ellos se puede destacar a uno, por los dos grandes avances que ha presentado aunque, como todos, aún están siendo sometidos a más ensayos clínicos. La Universidad de Oxford ha puesto sobre la mesa el primer tratamiento que evita muertes por coronavirus en los casos graves (alrededor de un tercio de muertes) y también dio con una de las posibles claves de una futura vacuna.
El tratamiento es la dexametasona, un medicamento antiguo y de fácil producción, lo que le convierte en un candidato ideal por su accesibilidad, precio y contrastado perfil de seguridad. El equipo investigador cree que el tratamiento, a base de dosis bajas de esteroides, supone un gran avance en la lucha contra la Covid-19, al reducir el riesgo de muerte en un tercio de aquellos pacientes que se encuentran enchufados a ventiladores. En cuanto a los que precisan de un abordaje de la enfermedad con oxígeno, el citado fármaco reduce las muertes en una quinta parte, de acuerdo con los hallazgos.
Pero si bien hay que reconocerle los méritos, tampoco se pueden obviar sus debilidades. La dexametasona no presenta ningún tipo de beneficio a las personas que padecen un cuadro más leve, ni tampoco tiene ningún perfil profiláctivo, algo que sería todo un avance mientras que la vacuna sigue sus pasos de desarrollo.
Precisamente, el inyectable descubierto por la Universidad de Oxford se ha convertido en el deseo tanto de los países europeos como de Estados Unidos. La compañía británica AstraZeneca fue la primera entidad que vio el potencial de la vacuna y se apresuró a llegar a un acuerdo con la universidad anglosajona para darle el músculo industrial al conocimiento científico.
Tras aquel acuerdo, Estados Unidos llegó a un acuerdo con la compañía de unos 1.000 millones de dólares para asegurarse dosis. Posteriormente, fue la alianza de países conformada por Alemania, Francia, Holanda e Italia la que consiguió asegurarse 400 millones de dosis a precio de coste, y que fabricará el país transalpino. El viernes pasado, España anunció también que había llegado a un acuerdo con estos países para poder disfrutar, si llega a buen puerto, de la vacuna de Oxford.
El catedrático de farmacoepidemiología de la Universidad, el español Daniel Prieto-Alhambra, ha anunciado que la propia universidad (a través de un instituto adscrito) también está fabricando, con el objetivo de disponer de dosis en diciembre.
Según sus cálculos, el resultado final sobre la valía de esta vacuna se conocerá entre los meses de octubre y noviembre próximos.