Editoriales

Continúan los apuros para la banca

El año pasado hizo historia en España desde el punto de vista económico, pero no en todos los sectores hubo motivos para la celebración. Es el caso de la banca, cuyo margen bruto de negocio apenas superó los 51.500 millones, un nivel propio de hace 10 años al que volvió tras retroceder un 7% anual.

La tormenta perfecta que atraviesan las entidades se dejó sentir. Por un lado, la debilidad de la inflación embarcó hace un año al BCE en una oleada de medidas extraordinarias que ha derrumbado los tipos de interés, hasta el punto de que recientemente el euríbor entró en negativo. De hecho, los márgenes derivados de los intereses cayeron un 4,3% el año pasado.

Un aumento del negocio compensaría el derrumbe de los tipos, pero lo cierto es que el crédito nuevo fue, un año más, incapaz de compensar el que se amortiza. La situación carece de visos de mejora en ambos frentes. Así, un IPC aún en mínimos forzó al BCE a redoblar sus estímulos el mes pasado, lo que ha llevado a plantear la posibilidad de que haya hipotecas gravadas a tipos negativos.

En lo que al negocio respecta, las incertidumbres reinantes, tanto a escala nacional como internacional, animan a descartar que 2016 sea el primer año, desde que se inició la crisis, en el que el stock de crédito se eleve. Si a ello se suman el reforzamiento de las exigencias regulatorias o el cambio de paradigma que la banca digital reclama, sólo cabe una conclusión: por grandes que hayan sido los esfuerzos en los años de recesión, urgen más para reavivar la rentabilidad.

Las turbulencias en los mercados quizá disuadan de llevar a cabo fusiones en el corto plazo, pero la necesidad de hacer más ajustes, como el que Santander anunció la semana pasada, resulta innegable.

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