
El BCE demostró capacidad de reacción a la inestabilidad que domina los mercados desde comienzos del año. La que iba a ser una reunión rutinaria terminó con un eficaz mensaje del presidente Mario Draghi, anunciando la intención de revisar su política en el encuentro de marzo, lo que fue interpretado como una anticipo de más estímulos. Existen razones de peso para tomarle la palabra a Draghi.
Pocos banqueros centrales conocen mejor el poder de su discurso, después del efecto decisivo que tuvo en el verano de 2012 para atajar la crisis del euro. Pero, sobre todo, debe considerarse el amplio margen de maniobra que le queda al BCE. Draghi guardó ases en la manga el mes pasado cuando limitó la ampliación de su programa de compras masivas de activos (QE) a una mera extensión de plazos.
A ello se suma el extenso campo de acción que deja una inflación que cerró 2015 en el 0,2% (muy lejos del objetivo cercano a los 2 puntos porcentuales) y que carece de visos de elevarse, ante los persistentes mínimos del petróleo. Es muy posible, por tanto, que en marzo se anuncien mayores penalizaciones para los depósitos que los bancos hacen en el BCE, para estimular así el crédito, y que, esta vez sí, se eleven las cuantías adquiridas en el QE.
Ante esta perspectiva, las bolsas europeas reaccionaron con alzas, del 2% en el Ibex 35, y se puede decir que Draghi brindó un alivio a unos mercados muy castigados, alejando la posibilidad de una ruptura de soportes. Sin embargo, resultaría arriesgado dar por hecho el rebote. Conviene aún vigilar la evolución de las próximas sesiones y el efecto que tendrá la publicación de próximos datos clave, como el índice de actividad de EEUU en diciembre, que se conocerá hoy.