
El Gobierno británico tiene en curso dos tareas excluyentes, pero complementarias, al combinar los esfuerzos para recabar apoyos para su acuerdo del Brexit con la preparación de la estrategia posterior a la derrota prevista en la votación del martes. Para lo primero, ha decidido amparar una enmienda laborista para proteger los derechos de los trabajadores en el futuro fuera de la Unión Europea y la primera ministra ha demostrado disposición a batallar en frentes ajenos a su base natural: el jueves llamó a los líderes sindicales, los mismos que durante años llevan denunciando el ostracismo al que los ha condenado Downing Street.
La cabeza de la principal confederación ha manifestado que ha visto más a Angela Merkel que a Theresa May, pero la necesidad de esta de arañar cada voto para, al menos, reducir las dimensiones del rechazo en Westminster ha facilitado un hasta hace poco impensable puente.
Dos parlamentarios tories que preveían rechazar el acuerdo anunciaron haber cambiado de opinión
El respaldo a la enmienda laborista sobre los derechos de los trabajadores supone la primera vez que el Número 10 evidencia su intención de atraer a potenciales rebeldes de la oposición. Pero en un panorama actual donde las lealtades ideológicas han quedado aniquiladas por el muro erigido en el corazón de las dos principales formaciones británicas, May ya no pide el carné de partido, sino un 'sí' el martes.
De ahí su aproximación a diputados laboristas que representan circunscripciones en las que el apoyo a la ruptura en el referéndum de 2016 fue notable, en su mayoría, áreas castigadas por el desempleo, consideradas el caldo de cultivo para el voto de castigo que, en muchos casos, fue el Brexit. El problema es que, dado el descrédito del acuerdo en la totalidad del arco parlamentario británico, la distancia a recorrer por el Número 10 es demasiada.
Aunque dos parlamentarios tories que preveían rechazar el acuerdo anunciaron haber cambiado de opinión, por evitar la temida salida no pactada, la animadversión es tal que cualquier retoque estético en aspiraciones compartidas tanto por Londres como Bruselas, como los derechos de los trabajadores, contenidas además por ambos en la declaración política sellada el 25 de noviembre, difícilmente logrará revertir la oposición de una fórmula que se ha encallado en algo tan ajeno a la legislación laboral como es la frontera con Irlanda.
De ahí que Downing Street esté obligado a mostrar diligencia tras la derrota esperada, con la presentación de una estrategia clara en el plazo máximo que le ha impuesto el Parlamento, el 21 de enero.
Su previsión es que el debate de la misma dure solo 90 minutos y pueda recibir una sola enmienda, pero el Ejecutivo es consciente de que el presidente del Parlamento podría tener planes diferentes: su disposición a garantizar un mayor poder para Westminster había quedado ya clara esta semana, por lo que diputados de todos los partidos ultiman estrategias conjuntas para imponer su Brexit preferido al Gobierno.
Corbyn descarta otro referéndum
Por el momento no habrá segundo referéndum según el líder de la oposición, que no oculta que no es de su agrado y reiteró que el objetivo es el adelanto electoral. Con todo, ha aclarado que no prevé presentar moción de censura hasta que tenga seguro ganarla, por lo que podría no tener lugar inmediatamente después de la derrota del martes. De llegar al poder, asume la necesidad de ampliar el artículo 50 para permitirle renegociar el Brexit.