El año termina lleno de incertidumbres. La mayor de todas, ¿dónde estará el suelo? De las bajadas bursátiles, del agujero que dejan las subprime en el sistema financiero, de las quiebras empresariales, del paro en nuestro país... Ha sido un año para recordar; un año que marca un antes y un después en el orden económico, y por ende social, de nuestro tiempo. Quizá cuando dejemos pasar el debido tiempo decidamos que 2008 marca el principio del milenio, por más que andemos próximos a inaugurar la primera década.
Un año para olvidar. Y es que nunca, hasta este año que caduca, se habían sucedido tantos acontecimientos de relevancia mundial que han llegado a socavar el orden económico que conocemos, en tan poco tiempo, ¿doce, quince meses, si tenemos en cuenta la irrupción de la crisis subprime en Estados Unidos, allá por julio de 2007? ¿Se acuerdan?
De aquellos polvos vinieron estos lodos. Los productos financieros de dudosa solvencia, herencia de esas hipotecas basura y esparcidos por todo el sistema provocarían quiebras y desaparición de empresas, rescates multimillonarios y una cumbre en Washington a finales de año, primer acto de una historia que no se sabe muy bien cómo acabará: la refundación del sistema capitalista.
Rescates bancarios
El drama empezó a mediados de marzo con el rescate in extremis de Bear Stearns, al que se puso en manos de JP Morgan. El Tesoro también echó un salvavidas a las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac a principios de septiembre. Pero el pánico llegó cuando se dejó caer, tras un fin de semana de negociaciones frenético (13 y 14 de septiembre) a Lehman Brothers, lo que marca un punto de inflexión en la crisis y un duro mensaje a los mercados: la protección de los gobiernos tiene un límite. Como un castillo de naipes, la mayor aseguradora del mundo, la American International Group (AIG), se coloca al borde del abismo, aunque se rescata con 122.800 millones de dólares. Días antes Merrill Lynch es absorbida por Bank of America y HBOS por Lloyds.
El sistema parecía tambalearse. El shock financiero se manifiesta en jornadas negras como la del 6 de octubre, con bajadas en las bolsas europeas del 7%, o la de cuatro días más tarde, cuando el parqué español cerró con una caída del 9,17%, perdiendo los 9.000 puntos.
A principios de octubre, la Reserva Federal de EEUU, el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra, el de Canadá, el de Suiza y el de Suecia acometieron una decisión sin precedentes: una bajada de tipos coordinada. Sólo dos meses más tarde, Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, cedería tres cuartos de punto más para dejar el precio del dinero en el 2,5%.
Nada de lo que se hiciera parecía valer. Llegaron también los planes de rescate. Tras el norteamericano, que inyectó en la economía 700.000 millones de dólares, vinieron otros, como el de Japón, que destinó 260.000 millones de dólares, o el chino, con más de 570.000 millones de dólares. En Europa, el francés es el último de los anunciados: 26.000 millones de euros, lo que supone un 0,8 por ciento de impacto en el PIB del país.
Recesión económica
Y en medio de la tormenta, la Eurozona entra por primera vez en recesión desde su constitución en 1999. Los dos retrocesos consecutivos del 0,2% en el segundo y tercer trimestre la sitúan técnicamente en recesión. Algo lógico si tenemos en cuenta que también la locomotora alemana sufrió contracciones del PIB del -0,4% y -0,5%, en el segundo y tercer trimestre del año respectivamente. España, como otros países europeos, va encaminada en esa dirección con un retroceso de la economía del 0,2% en el tercer trimestre.
Todas estas circunstancias motivaron la cumbre extraordinaria del G-20 en Washington, en la que nuestro país pugnó por estar presente. El fin de semana del 15 al 16 de noviembre concluyó con la firma de una declaración con rotundas afirmaciones a favor de la libertad económica... y poco más. Es el año que viene, el que previsiblemente vea implementadas algunas de las medidas como la armonización de las normas contables para las instituciones financieras o dotar de mayor transparencia a los nuevos productos financieros.
De vuelta a nuestro país, se ha insistido hasta la saciedad en que, al margen de la crisis de confianza financiera generalizada e internacional, España atraviesa su particular depresión doméstica, motivada en gran parte por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y precipitada sobre todo por el aumento galopante del desempleo. Lo primero ha generado una sacudida violenta en el sector que ha sido testigo de la suspensión de pagos de tres de las grandes: Martinsa-Fadesa, con una deuda de 5.100 millones de euros; Habitat, con 2.300 millones, y Tremón, con 900 millones. Las cifras de lo segundo ya ascienden a casi 2,9 millones de parados con previsiones que apuntan a que el año cierre con los tres millones.
Para contener la sangría, el Gobierno español lanzó un plan de ayudas que incluye un fondo de adquisición de activos financieros; ampliación de la garantía de los depósitos hasta los 100.000 euros; moratoria temporal del pago de la mitad de las cuotas hipotecarias para parados e inyección de 11.000 euros para fomento de obra pública.
Y cuando ya nos disponemos a cerrar el año, los cimientos del sistema financiero vuelven a verse perturbados por la revelación de fraude piramidal a cargo del ex presidente de Nasdaq, Bernard Madoff.