
El presidente Donald Trump ha iniciado el proceso de decidir quién dirigirá la Reserva Federal (Fed) de los Estados Unidos al terminar el mandato de Janet Yellen a comienzos del año que viene. Pero si quiere lograr el mejor resultado para la economía, no encontrará nadie mejor que Janet Yellen.
Analicemos la trayectoria de Yellen. Es presidenta de la Junta de Gobernadores y del Comité Federal de Mercado Abierto, órgano que fija las políticas, desde febrero de 2014, lo que significa que dirige los esfuerzos del banco central para promover el máximo nivel de empleo y la estabilidad de los precios. Durante ese período, la creación neta de más de 200.000 puestos de trabajo por mes llevó el desempleo de 6,6% a 4,3%, más de un punto porcentual por debajo de la tasa de largo plazo que la Fed consideraba sostenible en marzo de 2014. Entretanto, la inflación subyacente ha estado constantemente por debajo de la meta del 2% de la Fed: en abril, se ubicaba en sólo un 1,5%.
En suma, las políticas de Yellen han contribuido a una recuperación sorprendentemente sólida del mercado de trabajo, pero también han sido suficientemente cautas como para mantener la inflación por debajo de la meta. Algunos verían eso como un éxito total, aunque la cautela de la Fed tiene un lado negativo: los mercados parecen creer que el banco central no está dispuesto o no es capaz de llegar a su meta de inflación de manera estable. Los precios de los bonos del Tesoro indican que los inversores prevén que la medida de inflación preferida de la Fed seguirá muy por debajo del 2% dentro de cinco a 10 años. De persistir esa pérdida de credibilidad, la Fed tendrá menos munición para luchar contra la próxima recesión.
¿Alguno de los posibles candidatos a ocupar su puesto podría hacer algo mejor? Una encuesta de Bloomberg indica que entre ellos se cuentan el ex presidente de Goldman Sachs (y actual funcionario del gobierno de Trump) Gary Cohn, el ex gobernador Kevin Warsh, el profesor John Taylor de Stanford y el profesor Glenn Hubbard de Columbia.
La experiencia laboral de Cohn puede contaminar la percepción del público de las decisiones de la Fed tomadas bajo su dirección, lo que puede excluirle de la lista de candidatos.
Por su parte, Warsh, Taylor y Hubbard ven a la Fed de Yellen como demasiado proclive a una política expansiva, lo que indica que ellos habrían hecho menos para sostener la recuperación económica. Ese enfoque habría llevado a un desempleo más alto y una inflación más baja -cumplimiento más imperfecto del doble mandato de la Fed que los define como peores candidatos que Yellen-. También es importante recordar que Taylor y Warsh se expresaron públicamente en contra de dar más estímulo monetario en noviembre de 2010, cuando el desempleo era de casi el 10% y la inflación había caído a casi un 1%. Su preocupación por una inflación excesiva resultó estar totalmente injustificada. Yellen, en cambio, sostuvo el estímulo.
Yellen tiene una trayectoria comprobada que es difícil de superar. Las pruebas disponibles indican que los otros candidatos no harían las cosas tan bien. El presidente debería volver a nombrarla como presidenta de la Fed.