Economía

Luchando contra la siguiente recesión

  • La estrategia del 'wait and see' parece la más adecuada

Tras años de aparente recuperación económica y bonanza financiera, las dudas sobre la economía mundial y los riesgos sobre una nueva recesión han resurgido en estos primeros meses de 2016. El nerviosismo se ha apoderado de los inversores debido principalmente a la incertidumbre en los países emergentes (en especial China) y la caída de los precios de las materias primas, provocando un fuerte ajuste en la mayoría de activos financieros cotizados.

Con las carteras en negativo y sin un horizonte claro, los inversores centran de nuevo sus miradas en los bancos centrales y su capacidad para estimular la economía mundial a base de medidas macroeconómicas extraordinarias (hace solo dos semanas que el BCE ha anunciado nuevas medidas en este sentido).

Las medidas no son suficientes

El problema es que dicha capacidad está prácticamente agotada. Con los tipos de interés cerca de cero o incluso en territorio negativo, el hecho de seguir rebajando el coste del dinero parece ser más un castigo que una ayuda para las entidades financieras en un entorno donde los márgenes de intermediación son cada vez más estrechos. La otra alternativa, seguir creando dinero de la nada para inyectarlo en el sistema financiero mediante compras de activos cotizados, tampoco ha resultado ser una solución efectiva. Tal como se ha demostrado en los últimos años, los miles de millones aportados mediante este sistema por la Reserva Federal, el Banco Central de Japón y el BCE, entre otros, han provocado importantes subidas en el precio de las acciones y los bonos (quizás hasta niveles insostenibles) pero no han conseguido sus dos objetivos fundamentales: generar crecimiento económico sostenible y aumentar la inflación hasta los niveles deseados. Como ocurre en medicina, cuando un medicamento va perdiendo efectividad, lo mejor es dejar de administrarlo para evitar sus posibles efectos secundarios. Una tercera vía, la devaluación de la divisa, tampoco es una solución sostenible, teniendo en cuenta que mi ganancia es la pérdida del vecino.

Si a los bancos centrales no les queda más munición, deberían ser los gobiernos los que tomen el relevo para intentar estimular la economía. Pero, desgraciadamente, en la mayoría de casos su situación no es para tirar cohetes. Con niveles de deuda por las nubes y un déficit crónico lastrado por la cada vez mayor carga económica derivada de los beneficios sociales (sanidad, pensiones, desempleo, etc.) poco margen parecen tener las finanzas públicas más allá de medidas puntuales como rebajas fiscales o el aumento del gasto público en alguna partida puntual. Las medidas que verdaderamente tienen un impacto duradero en la economía, como la inversión en infraestructuras o la mejora en la gestión pública (ya sea recortando el gasto o privatizando funciones) no parecen estar en la agenda de nuestros gobernantes.

¿Qué podemos esperar?

Ante este escenario sólo queda esperar que una mezcla de medidas macroeconómicas ortodoxas y alguna que otra iniciativa pública nos permita seguir manteniendo en pie la economía mundial sin que el resfriado en alguna parte del mundo nos devuelva a recuerdos no tan pasados. ¿Y cómo se traduce esto en una política de inversión? Sin duda, la estrategia wait and see parece, en estos momentos, la más apropiada. Como algunos grandes inversores institucionales apuntan, mantenerse fuera del mercado puede ser una buena decisión, aunque implique dejar pasar oportunidades. Por primera vez en años, la economía y los mercados empiezan a estar alineados. Y, por lo tanto, hasta que el crecimiento no se consolide, los mercados no deberían ir hacia arriba. Pero esa la teoría. ¿Qué pasará en la práctica? Se aceptan apuestas, aunque no con mi dinero.

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