
Sin apenas tiempo para celebrar el final de la difícil negociación entre Grecia y los acreedores de la eurozona, a ratos con tintes de pelea callejera, los gerifaltes europeos han regresado de sus cortas vacaciones con sombras que podrían llegar a convertirse en serias amenazas. La desaceleración de China, las turbulencias procedentes de las economías emergentes, el riesgo de algún pinchazo deflacionario, la posibilidad de una subida de tipos por parte de la Reserva Federal, e incluso baches en la aplicación del programa griego, con nuevas elecciones el 20 de septiembre, han complicado el aterrizaje de los gobiernos de la eurozona en la apertura del curso político.
El presidente del BCE, Mario Draghi, ya anticipó el pasado jueves parte de estos riesgos al rebajar ligeramente las perspectivas de crecimiento hasta un 1,4% (1,5% previamente) para este año, y 1,7% (1,9% antes) para el próximo. Además, añadió que el eurobanco está dispuesto a utilizar todas las herramientas monetarias a su alcance para mantener el pulso de la recuperación si los riesgos se materializan.
La preocupación por el estado de la economía global también ha tenido su eco entre los ministros de Finanzas del G20. En su encuentro del pasado fin de semana en Ankara (Turquía), los responsables de las principales economías del planeta intentaron sonsacar a sus colegas chinos los planes que manejan para tratar con la caída de su crecimiento, tras años de espectaculares registros superiores al 7%. Como dijo el ministro de Finanzas de Canadá, Joe Oliver, "el foco se centra en como tratar con la inestabilidad y como crecer de nuevo".
Sin riesgos excesivos
A pesar de los matices oscuros con los que se pinta el estado de la economía mundial en la prensa internacional, los analistas dentro y fuera de las instituciones europeas no comparten el dramatismo con el que hasta ahora se ha evaluado el cóctel de factores de riesgos que merodean la zona euro.
"Aunque los riesgos a la baja han aumentado, yo no sería partidario de revisar a la baja las previsiones de crecimiento para este año o el que viene", resume Ángel Ubide, investigador principal del Peterson Institute for International Economics (Washington). "Soy más positivo que en periodos pasados", coincide Zsolt Darvas, del laboratorio de ideas Bruegel (Bruselas).
Darvas recuerda que la salida de Grecia del euro ha desaparecido de momento de la mesa; y la bajada del precio de las materias primas, incluido el petróleo, ayuda a la recuperación, como también lo hace el programa de compra de activos del BCE o el aligeramiento de los ajustes.
Además, los test a la banca europea han ayudado a restaurar la confianza en el sistema financiero y las reformas estructurales están más o menos encarriladas en las principales economías europeas. "Soy ligeramente más positivo, pero no completamente optimista porque las perspectivas de crecimiento son todavía bajas", matiza el analista de Bruegel.
Mantener las previsiones
El alarmismo tampoco ha prendido dentro de las instituciones europeas. Una alta fuente comunitaria señala a elEconomista que, de momento, no tienen razones de peso para recortar el crecimiento para este año. Hasta ahora, la Comisión Europea solo ha realizado la primera toma de contacto con los indicadores económicos, de las tres que realiza antes de las previsiones de otoño, y que publicarán en noviembre. Y aunque la fuente avisa que la situación podría cambiar a finales de octubre, si observa que ni el brusco aterrizaje de la economía china, ni la saga griega y las probables complicaciones que puedan surgir en la aplicación de las reformas en Atenas suponen amenazas serias.
Si en las pasadas previsiones Ucrania y Grecia eran riesgos a la baja, esta vez lo será China y los emergentes, pero sin llegar a una situación "tan mala como el otoño pasado, cuando estuvimos de nuevo al borde del precipicio", señala este alto funcionario, que no puede hablar públicamente por la sensibilidad del tema. Una de las principales incógnitas durante los próximos meses será el impacto de los problemas chinos en Europa. Para Ubide, la parte más negativa del frente chino es la poca confianza que la actuación de la cúpula china está trasmitiendo a los mercados en la gestión del batacazo bursátil.
Además, el investigador recuerda que otros países de los llamados BRICS también tienen pendientes importantes reformas, sobre todo Brasil o China. "Antes los EEUU o Europa se podían permitir cinco o seis años para los ajustes porque confiaban en el empujón de los BRICS, pero no es el caso hoy". Pero la desaceleración en China no representará "un tema mayor" para la UE, concluye Darvas, quien relativiza los mecanismos de trasmisión de una región a otra.. Aunque se dejará notar en las exportaciones de la eurozona.