
Las estrellas siguen brillando con fuerza cada noche sobre Broadway pese a los vientos en contra que amenazan a la economía de EEUU. El argumento de este musical ya está muy manido: las erráticas políticas de Donald Trump suponen un claro riesgo para el rumbo de la primera economía del mundo, que ha aguantado con estoica resiliencia ante una feroz subida de los tipos de interés (spoiler: ingirió muchos esteroides durante y por la pandemia). Es una evidencia que el ciclón Trump 2.0 lo ha puesto todo patas arriba y el miedo a una recesión se ha vuelto a imponer en el debate público en los círculos económicos y financieros. Sin embargo, pese a que el enfriamiento es una realidad (nada es eterno, quizá las luces de Broadway), los indicadores más ligados a la macroeconomía no parpadean de momento en rojo.
El folleto de la incertidumbre económica recoge como número musical inexcusable desempolvar indicadores que trascienden la seriedad oficial. El índice de los rascacielos, el de los pintalabios... son múltiples y exóticas las opciones para vislumbrar si la función del crecimiento se acerca al final. A esta terna se suma el número de espectadores que pueblan cada velada las butacas de los musicales más prestigiosos del mundo en la avenida más artística de Nueva York.
Ratios de morosidad, evolución del crédito... detrás de las opacas y técnicas cifras, los ejemplos llanos pueden ser elocuentes. La reacción más humana ante la incertidumbre económica es ahorrar (coser el bolsillo). En esa tesitura, se entiende que acudir a un musical de Broadway es de las primeras cosas de las que un atribulado consumidor estadounidense puede prescindir.
La asistencia semanal de espectadores a los musicales de Broadway no solo no se ha resentido en este primer sector de 2025, sino que incluso se sitúa por encima de los años previos (no solo aquellos en los que el covid fue el villano de la obra). En un gráfico recogido por Torsten Slok, estratega jefe de Apollo, se aprecia cómo el ratio de asistentes semanales ha seguido un un ritmo estacional idéntico al de años anteriores, pero con cifras mayores. Para finales de abril, el mes terrible de los aranceles, los asistentes semanales rondaban los 350.000, el dato más alto de la serie (que viaja hasta 2019). A finales de junio, cuando otros años empieza la caída propia del verano, ha habido incluso un pequeño ascenso.
Puede parecer osado tomar únicamente este hecho como síntoma de que no se otea recesión en EEUU. De hecho, el propio Slok es bastante locuaz en sus análisis al adjuntar solo el gráfico para que el receptor saque sus propios conclusiones. Hay matices importantes. No se puede obviar que los asistentes a Broadway suelen estar entre los consumidores económicamente más desahogados y con menos estrecheces económicas (son hogares con una renta disponible anual de más de 270.000 dólares de media, según datos de The Broadway League). Además, no es ningún secreto y ha pasado muchas veces que la recesión aparece como una rápida puñalada por la espalda que provoca una instantánea hemorragia que se va haciendo más y más grande. Pero en el punto actual, lo que hay bajo el telón es una economía que no sucumbe, y un consumidor, aunque en este caso sea de un espectro más privilegiado, que lo está resistiendo todo.
La oleada inflacionaria vivida estos años ofrece una valiosa lección. Para el siempre "hedonista" (palabras de Paul Donovan, economista jefe de UBS) consumidor americano, entrar con su gran carro a un Walmart o a un Costco ha sido últimamente un auténtico dolor de muelas. Pregunten a cualquier estadounidense de a pie si le ha cogido miedo a comprar huevos.

Dejando los focos y volviendo a las cifras 'grises', el dato de PIB es la primera parada obligada. Tras una serie henchida de crecimiento, el PIB registraba su primera contracción trimestral (-0,5% anualizado) en tres años en el primer cuarto de 2025. Aunque era algo que se preveía, el susto estaba asegurado. Trump apartando la capa como la del fantasma de la ópera (musical imperecedero en Broadway) para amenazar al personal y la economía contrayéndose fue demasiado para algunos. Había que ir más allá. La cifra de importaciones de un país actúa como lastre en el dato de PIB (son cosas que se compran de fuera) y en el primer trimestre de 2025, el miedo a los aranceles hizo que las empresas de EEUU intentaran adelantarse e importaron con fruición.
Es cierto que el consumo personal, verdadero motor de la economía estadounidense (más del 70% del PIB), se debilitó con claridad en la entrada de año (un poco de incertidumbre, un poco de ola de frío polar al doblar el año). Si en la lectura preliminar de PIB este gasto repuntaba un 1,8% anualizado, en la primera revisión la cifra se rebajó al 1,2% y en la última y más reciente al 0,5%. Un bajón notable respecto al potente 4% del último cuarto de 2024. Sin embargo, los economistas coinciden en señalar a las importaciones como gran culpable (restaron 4,66 puntos porcentuales al dato global) y en asegurar que, más allá de una recuperación parcial del consumo (llega el buen tiempo), su efecto será el contrario en el dato del segundo trimestre.
Con los datos comerciales de mayo en la mano (las importaciones disminuyeron un 0,1%), los analistas de Capital Economics echan cuentas: "El descenso de las exportaciones se debió principalmente a una disminución de las salidas de oro no monetario, ya que las exportaciones de bienes, excluido el oro, cayeron un 2,8%. No obstante, este último dato fue algo más débil de lo que esperábamos, lo que significa que el crecimiento real de las exportaciones de bienes y servicios se sitúa ahora en el -4,8% anualizado para el segundo trimestre. Con unas importaciones reales que probablemente bajen un 29%, el comercio exterior neto seguirá aportando una gran contribución positiva pero, teniendo en cuenta la debilidad del gasto en construcción de principios de semana, nuestra estimación para el crecimiento del PIB del segundo trimestre se sitúa ahora en el 2,5% anualizado". En su lectura más actual, de este mismo jueves, el PIB en 'tiempo real' de la Fed de Atlanta (el indicador GDPNow, elaborado con datos entrantes), refleja un 2,6% anualizado para el segundo trimestre. Este indicador tentativo ya reflejó contracciones previas al dato oficial del primer trimestre.
El mercado laboral no apaga la voz
La fama de ser un indicador tardío cuando la recesión se abre paso le precede al mercado laboral, pero aún así hay que hablar de él (es una guía esencial para la Reserva Federal de EEUU, que tiene el doble mandato de vigilar el empleo y la inflación). Aunque los profetas de la recesión llevan meses y meses alertando de un mercado de trabajo que se va a empezar a caer en pedazos, lo cierto es que eso no está sucediendo.
Más allá de las críticas a las cifras oficiales (que si están infladas, que si las encuestas no se responden lo suficiente, que si hay demasiadas correcciones), el cuadro general es que enfriamiento no es descalabro. La cifra de nóminas no agrícolas (creación neta de empleo) llevan sorprendiendo al alza cuatro meses seguidos. La última lectura, relativa a junio, se conoció este jueves y volvió a ser reveladora. Se crearon casi 150.000 puestos frente a los poco más de 100.000 esperados. Ni hablar de momento de una cifra negativa. La tasa de paro, lejos de repuntar, como se pronosticaba, cayó una décima hasta el 4,1%.
Desde Commerzbank, sus analistas observan señales de debilidad en el mercado laboral. Algo que podría deberse a la incertidumbre en torno a los aranceles, apuntan. Sin embargo, aclaran, "no observamos una caída real". "Consideramos esto como una confirmación de nuestro pronóstico de que la economía estadounidense se expandirá a un ritmo más lento en 2025, pero probablemente evitará una recesión", escribían este jueves en una nota para clientes. "La estabilidad de la tasa de desempleo también debería tranquilizar a la Fed, ya que un aumento de la tasa suele ser un indicador fiable de una recesión y, a diferencia de las cifras de empleo, la tasa de desempleo no se revisa", incidía su economista Bernd Weidensteiner.
Coincide en el vaticinio de que no habrá recesión este año Daniel Vernazza, economista de UniCredit Research: "Es probable que la incertidumbre económica disminuya un poco con el tiempo desde los niveles muy elevados actuales, las condiciones financieras se han aliviado después de la turbulencia del mercado en abril y la gran ley de Trump respaldará modestamente la actividad económica". Su apuesta es que la tasa de paro 'solo' escalará a un máximo manejable del 4,5%.
Todo dependerá, en cualquier caso, de Trump. Con él en el escenario, siempre puede haber un acto final más y el desenlace variar considerablemente. Una intensificación de sus peleas comerciales o de sus ataques contra la independencia de la Fed lo pueden empeorar todo sobremanera. De momento, que la música no se detenga en Broadway.