
Aunque el número de fumadores en España está en mínimos históricos, el tabaco continúa siendo la segunda sustancia psicoactiva más consumida en nuestro país, solo por detrás del alcohol, según la última encuesta EDADES publicada por el Ministerio de Sanidad. De hecho, el consumo diario ha pasado de un 34,9% en 1997 al 25,8% de este año, y cada vez más gente se está planteando dejar este nocivo hábito.
No obstante, todavía quedan millones de consumidores que no hacen otra cosa que engrosar las arcas del Estado cada vez que compran una cajetilla de tabaco. Y es que Hacienda grava considerablemente los cigarrillos para desincentivar su consumo, aprovechando al mismo tiempo para aumentar su recaudación con el Impuesto sobre las Labores del Tabaco y el IVA (que es del 21% en este caso).
Los impuestos del tabaco
El Impuesto sobre las Labores del Tabaco es un gravamen que Hacienda aplica directamente a los productos derivados del tabaco, por lo que no afecta solamente a los cigarrillos, también a la picadura para liar, al tabaco de pipa o a los puros. Eso sí, otros productos como el rapé o el tabaco para mascar están exentos dado que no pueden ser fumados.
Además, se trata de un impuesto que se aplica únicamente en territorio peninsular y en Baleares, quedando excluidas las Islas Canarias, Ceuta y Melilla, tal y como especifica la Agencia Tributaria en su página web, al entender que se trata de importaciones o exportaciones.
Quién asume este gravamen en un principio es el fabricante o el importador, pero lo normal es que lo repercuta en el precio final del producto, por lo que sería el consumidor el que lo pagaría de manera indirecta.
Cómo se organizan
Así, al comprar tabaco asumimos un impuesto armonizado: la Unión Europea establece una normativa básica para aplicarlo y después cada Estado miembro lo regula a su gusto. En el caso de España, se combina un tipo proporcional y uno específico. El primero es un porcentaje de venta al público, mientras que el segundo es una cantidad fija por unidad de producto.
Por explicarlo con un ejemplo, los cigarrillos tienen un tipo proporcional del 48,5% sobre el precio y uno específico de 33,50 euros por 1.000 unidades. Mientras, para la picadura de liar el tipo proporcional es del 37,63% sobre el precio y de 112,5 euros por 1.000 unidades. Para los puros, el tipo proporcional es del 15,8% y de 47 euros sobre 1.000 unidades.
Ahora bien, tomando como referencia datos publicados por TaxDown a finales de 2023, de una cajetilla de tabaco que nos cuesta 4,80 euros, 3,76 serían para pagar impuestos, el 78,4% del precio final. Si extrapolamos esta información a la actualidad (acción necesaria teniendo en cuenta que los precios del tabaco han aumentado considerablemente), partiremos de un precio de 6 euros, de los que pagaríamos en impuestos alrededor de 4,70 euros.
En lo referente al IVA, los estancos lo suman al precio final del producto junto con el Impuesto Especial.
Lo que quiere hacer Bruselas
La Comisión Europea está preparando además una reforma fiscal que incluye una subida histórica a los impuestos especiales que se le aplican al tabaco y que podría encarecer el precio del paquete todavía más, en torno a una subida de 1,40 euros de media.
Aunque este plan todavía está en fase preliminar, desde Bruselas pretenden inculcar una subida del 30% en el impuesto que se aplica a los cigarrillos, pudiendo hacer que la cajetilla alcance los 7 euros en España. Además, para el tabaco de liar se espera un aumento de alrededor del 60% en el impuesto, de manera que una bolsa de picadura de 30 gramos pasaría de costar 6,60 euros a 10,6 euros.