Economía

Llega el "día de los aranceles": Trump se prepara para desatar una guerra comercial contra todos los países del mundo

  • Este miércoles, EEUU impondrá aranceles "recíprocos" generalizados
  • Se espera que haya varios grupos de países, según su déficit comercial
  • Trump quiere atacar al IVA, que considera una 'subvención' a los exportadores
Muro arancelario alrededor de EEUU. Foto: Alamy

Este 2 de abril -una fecha escogida a propósito para evitar el 1 de abril, día de los inocentes en los países anglosajones-, Donald Trump va a desatar la mayor guerra comercial de los últimos 95 años. Este miércoles será el "día de los aranceles", en el que el presidente de EEUU impondrá tasas a prácticamente todos los países de la Tierra. Como prometía en su primera campaña electoral, va a "construir el muro", pero uno económico, con el que bloquear las importaciones de todo el planeta. Un movimiento que Trump describe como "liberación" y "justicia", pero que puede golpear muy duramente a la economía mundial, con la propia EEUU a la cabeza de los afectados.

La idea del presidente es poner aranceles "recíprocos": proteger los productos de EEUU cobrando los mismos aranceles que los demás países del mundo imponen a las exportaciones de EEUU. "Les cobraremos lo que ellos nos cobran, es lo justo". Esta idea puede parecer sencilla, pero tiene varios problemas.

Según explica Mary Lovely, del Instituto Petersen de Economía Internacional, copiar los aranceles que imponen otros países supondría, en la práctica, poner la política arancelaria de EEUU en manos de los demás países, a los que no les importan las necesidades específicas de EEUU. Y eso significa que si, por ejemplo, Colombia quiere proteger su café con aranceles muy elevados, EEUU se verá obligado a castigar a los consumidores de café estadounidenses poniendo aranceles gigantescos a un bien que EEUU no produce y que está obligado a importar, le guste o no.

El otro problema es burocrático: imponer aranceles específicos a cada uno de los productos que importa EEUU para cada país implicaría multiplicar las regulaciones arancelarias de EEUU a miles de páginas. Los funcionarios tendrían que controlar que una camiseta venga de Sudáfrica y tenga que recibir un arancel del 8%, o de un 16% si viene de Bangladesh, añadiendo una enorme complejidad al sistema aduanero. Además, tal barullo abre las puertas a que los importadores 'trampeen' el sistema poniendo a sus compras las banderas de los países con menos tasas. "Es como jugar a 'aplastar al topo': intentas cerrar el déficit con un país y te aparece por otro", dice Lovely.

La posibilidad que se baraja, según han ido filtrando fuentes de la Casa Blanca a medios como el The Wall Street Journal o Bloomberg, es evitar todo ese caos aprobando una tasa generalizada para todas las importaciones de cada país, al estilo de los aranceles del 25% impuestos a México y Canadá, o del 20% a China. En teoría, habría varios grupos: los países con los que EEUU tiene más déficit comercial, bautizados como "los 15 sucios", entre los que estaría la UE en bloque, tendrían aranceles que podrían ser de ese 25%; el siguiente nivel sería de aranceles del 10-15%; y los que menos venden a EEUU podrían salir con una tasa de apenas un 5%.

Este martes, el Washington Post aseguró, citando fuentes del Gobierno, que los planes de Trump pueden ser aún más sencillos: imponer un arancel básico de un 20% a todos los países y luego ir subiéndolo uno a uno si esos países contraatacan, para evitar que los importadores busquen los países más baratos. Por supuesto, todas las opciones, desde la tasa común para el planeta hasta el plan individual, están en el aire hasta que Trump firme el decreto.

Aquí, lo que Trump ha ido avanzando es que esos aranceles en teoría "recíprocos" no responderían solo a los aranceles impuestos por los demás países a los bienes de EEUU. Si ese fuera el caso, Trump se vería obligado a rebajar los aranceles que cobra a la UE, ya que el club comunitario cobra menos tasas de media a las importaciones estadounidenses de lo que cobra Washington a las importaciones europeas (aunque la diferencia es de apenas unas pocas décimas).

La propuesta de la Casa Blanca es agrupar en el saco de "aranceles" todas las prácticas competitivas que Trump cree que perjudican a las exportaciones estadounidenses. Y esas prácticas incluyen cosas como las regulaciones, como por ejemplo que la UE tenga unos requisitos más exigentes de emisiones de CO2 para los coches o que no permita engordar las reses con antibióticos.

Guerra contra el IVA

Pero su mayor enemigo parece ser el IVA, un impuesto que cobran prácticamente todos los países del mundo, y que la Casa Blanca se ha empeñado en que supone una barrera comercial. Un artículo de Jason Cummins, economista jefe de Brevan Howard Asset Management, en el Financial Times, justificaba esta creencia alegando que este impuesto es un "subsidio comercial", porque los productos exportados de Europa a EEUU no tienen que pagarlo, mientras que los productos que cruzan el Atlántico en dirección opuesta sí tienen que pagarlo en las tiendas europeas.

Pero un informe de la Cámara Internacional de Comercio tumba esta teoría con una explicación muy sencilla: los productos europeos no pagan IVA cuando se venden en EEUU por la simple razón de que ese impuesto no existe allí y nadie lo paga; los estadounidenses sí lo pagan cuando llegan a Europa, de la misma forma que lo pagan los productos europeos. En ambos casos, los productos locales compiten en igualdad de condiciones con los importados.

La teoría de Cummins, que parece suscribir Trump, es que los productos europeos deberían venderse en EEUU con precios que incluyan el IVA, aunque este impuesto no exista en EEUU, o que los estadounidenses deberían venderse libres de impuestos en la UE. Para compensarlo, dice Cummins, EEUU debería imponer un arancel del 25% (el que parece ser el número favorito de Trump): en la práctica, cobrar un "IVA selectivo" exclusivamente a las importaciones europeas para hacerlas más caras.

McKinley y los años de los aranceles gigantescos

El objetivo principal de Trump es volver a los años del presidente William McKinley, que presidió entre 1897 y 1901. Trump afirmó en su toma de posesión que ese mandatario "hizo a EEUU rico mediante aranceles", y ha repetido que aquellos años fueron los de "mayor riqueza" del país, algo que desmiente una simple mirada a los datos de PIB per cápita: en 1900, la riqueza media de los estadounidenses era de unos 4.000 dólares (ajustados por inflación a precios de hoy); mientras que en 2023 esa cifra era de 69.000 dólares.

Pero la idea que más atrae a Trump es la de financiar el gasto público de EEUU únicamente a través de aranceles. Eso es lo que ocurría hasta 1916, cuando se creó el impuesto sobre la Renta: hasta entonces, la única financiación fiscal era la que se ingresaba mediante aranceles. El problema, por supuesto, es que esa cifra rondaba el 2,5% del PIB en los años de McKinley, mientras que hoy el Gobierno Federal de EEUU gasta más del 20% del PIB, descontando el de los estados y los municipios, que suman casi otro 20%. Incluso con los aranceles tan altos que existían entonces, no daría ni para pagar el gasto en Defensa de EEUU a día de hoy; y ya no digamos pensiones, ayudas para la sanidad u otras partidas gigantescas.

A eso se suman otros problemas a los que apuntan Kimberly Clausing y Maurice Obstfeld del Instituto Petersen: los aranceles son más regresivos que el IRPF, así que recortar este impuesto y reemplazar esos ingresos por aranceles supondría una subida de impuestos al 80% más pobre de la población estadounidense. En concreto, el 20% más pobre tendría que pagar un 8,5% más en impuestos. Este cambio empobrecería de forma generalizada a la gran mayoría de la población del país, a cambio de recortarle un 2% los impuestos al 20% más rico, y un 10% al 1% de multimillonarios.

A eso se suma que Trump no puede obtener ingresos millonarios de los aranceles y, a la vez, impulsar la industria nacional: cada vez que un estadounidense compre un producto nacional en vez de uno importado, eso es dinero que el Gobierno deja de ingresar por aranceles. Aquí la curva de Laffer del Instituto Petersen apunta a que, a partir del 50% de arancel, las importaciones de un producto se hunden, reduciendo la recaudación por ellas. Reino Unido ya lo comprobó con el té en su momento.

Impuestos "al extranjero"

Pero es posible que a Trump no le preocupen todos estos problemas. El presidente ha insistido una y otra vez en su creencia de que los aranceles son una especie de impuesto que los países exportadores cobran a los países importadores a cambio de venderles productos. La idea de poner un tipo "recíproco", en este contexto, solo supondría 'cancelar' las deudas: que el dinero que 'EEUU paga' al importar productos extranjeros se compense con un arancel equivalente que obligue al país opuesto a 'devolver' esa cantidad cuando compre bienes estadounidenses. Si esto fuera real, las decisiones de Trump tendrían lógica.

Basándose en esa teoría, el presidente cree que poner aranceles a México o España implicaría que serían los ciudadanos mexicanos o españoles los que tendrían que pagar ese impuesto a Washington cada vez que comercien con EEUU. Y, según indica el Washington Post, las expectativas más optimistas que maneja la Casa Blanca son que entren unos 6 billones de dólares en esos supuestos "impuestos a otros países", prácticamente reemplazando el resto de ingresos fiscales, con los que se plantea entregar a los ciudadanos cheques de 'devolución de impuestos'.

Por supuesto, el problema es que los aranceles no funcionan así, y esos 6 billones de dólares, de recaudarlos, los pagarían los propios ciudadanos estadounidenses. En otras palabras, si esas filtraciones resultan ciertas, Trump habría ordenado la mayor subida de impuestos de la historia reciente de EEUU solo para devolverle a sus ciudadanos el dinero recaudado con dichas alzas. Una situación extremadamente paradójica que dejaría una lista de vencedores y vencidos bastante aleatoria. Todo ello, además, teniendo en cuenta que si los estadounidenses reaccionan a dichas subidas de impuestos dejando de comprar productos extranjeros, la recaudación impositiva por aranceles se hundiría, dejando este 'cuento de la lechera' en nada.

El resumen de Greg Mankiw, profesor de Economía en Harvard, es muy simple: "Trump no parece entender la economía internacional más básica. Muchos de los argumentos que hace ya los estaba refutando Adam Smith en La riqueza de las naciones hace 250 años. No he visto a la Casa Blanca hacer una política más equivocada en décadas".

El mayor problema es que el comercio mundial es algo muy complejo y delicado, y la motosierra de los aranceles puede arrasarlo por completo. "Los aranceles elevados empeoran los desequilibrios macroeconómicos, perjudican las exportaciones, disminuyen el crecimiento económico y crean nuevos shocks económicos, incluida una mayor inflación", advierten desde el Peterson Institute. El mayor experimento comercial desde que EEUU aumentó los aranceles en 1930 en medio de la Gran Depresión, empeorando aún más la peor crisis de la historia moderna, está a punto de comenzar.

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