
España es la gran contradicción entre los mercados laborales europeos. En el primer trimestre del año, 1,28 millones de personas empezaron un nuevo puesto de trabajo, pero otros 1,12 millones lo abandonaron, dibujando así la mayor rotación de trabajadores entre los Veintisiete. Pero, además, el margen entre entradas y salidas es el más estrecho, lo que se traduce en un precario equilibrio que ayuda a entender por qué nuestro país ha sido históricamente el más proclive a destruir empleo en una crisis. Y sigue siéndolo.
Según los últimos datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), el número de ocupados que empezaron en su trabajo actual en los últimos tres meses equivale al 6% de los ocupados. Es el segundo porcentaje más alto de la Unión, solo superado por Suecia, y empatado con Dinamarca. Este importante volumen de incorporaciones al empleo se ve lastrado por el de salidas, que equivalen al 5,2% del empleo. Y este sí es el dato más elevado de todos: el país más cercano, Finlandia, alcanza un 4%.
Esos datos, sin embargo, no diferencian entre las personas que han cambiado de trabajo y los que lo encuentran tras un periodo de paro o inactividad. Tampoco los motivos por los que una persona abandona la ocupación. Por ello, para entender por completo las implicaciones de estas cifras hay que acudir a otras métricas.
Los datos de lo que Eurostat define como "recent starters" y "recent leavers" aportan información complementaria a otras estadísticas como las de las transiciones entre inactividad, paro y ocupación (aunque no encajan exactamente por diferencias metodológicas). Así, según estas últimas el 94,4% de los ocupados en el último trimestre trabajaba en el anterior, la cifra más baja después de Finlandia.
Pero lo que diferencia a España es que manda a más de la mitad de las personas que salen del empleo, el 3,1% de los ocupados, directamente a la lista de parados, frente al 2,5% que pasa a la inactividad. De esta forma, nuestro país no solo se convierte en el que más trabajadores manda al desempleo, sin que es el único, junto a la República Checa, en la que superan a los inactivos. Aunque hay que matizar que los empleos checos son muchísimo más estables: el 99,1% mantiene su trabajo de un trimestre a otro.
¿Y qué significa esto? Que es el país en el que más persona abandona el empleo de manera involuntaria, ya sea por el fin de un contrato temporal o un despido, lo que explica que pase directamente a buscar activamente empleo (que es lo que implica ser clasificado como 'parado' por Eurostat o el Instituto Nacional de Estadística español).
¿Pueden los nuevos trabajadores cubrir a los que se van?
Aquí reside la clave que explica el problema que supone que la diferencia entre "recent starters" y "recent leavers" sea tan estrecha. La ratio entre entradas y salidas del empleo es de 1,14. Esto significa que por cada 100 trabajadores que abandonan un trabajo, lo empiezan otros 114. El saldo es positivo, pero en el momento en el que la ratio baje de 1 se puede hablar de un reemplazo fallido de trabajadores. O más bien de que la llegada de nuevos empleados (provengan del paro, la inactividad u otro empleo) no sustituyen a las salidas.
La ratio española es la más baja de la Unión Europea (la más cercana son las de Lituania (1,21) e Italia (1,22), mientras en países como Suecia o Rumania superó con creces el 3 y en Países Bajos llegó a 9,11. En el grupo de las grandes economías del euro, en Alemania llegó a 2,7 y en Francia a 1,34.
Esto implica que la volatilidad del mercado laboral impide que España aproveche el momento para impulsar la creación de empleo y se mantenga como el país con la menor tasa de empleo de los Veintisiete. De hecho, el dato del 1,14 anotado en el arranque de 2024 coincide con el registrado a cierre de 2027.
Además, España es la economía de la zona euro en la que la ratio ha quedado con mayor frecuencia por debajo de 1: ha ocurrido en 27 trimestres de los 61 transcurridos desde el arranque de la serie histórica, en 2009. En el conjunto de los 27 solo Rumanía ha superado ese récord, con 33 trimestres.
Además, España es la economía de la zona euro en la que la ratio ha quedado con mayor frecuencia por debajo de 1: ha ocurrido en 27 trimestres de los 61 transcurridos desde el arranque de la serie histórica, en 2009. En el conjunto de los 27 solo Rumanía ha superado ese récord, con 33 trimestres.
El paro como primera opción
Ni siquiera el impulso al del mercado de trabajo o en los dos años posteriores a la pandemia, que disparó la contratación en todos los países del euro, hasta el punto de que economías como la alemana o la holandesa,que registran serios problemas de falta de mano de trabajo, ha ampliado esta ratio.
Esta evolución resulta mucho más preocupante si tenemos en cuenta que la mayoría de las salidas recientes de la ocupación son involuntarias y llevan directamente al paro. Una tendencia que no se ha corregido, aunque el porcentaje de ocupados con contratos temporales se haya reducido casi a la mitad tras la reforma laboral aprobada en 2021. En este caso, es llamativo el caso de Países Bajos, que con la mayor tasa de temporalidad de la UE tiene la mejor ratio entre entradas y salidas de la ocupación. La clave es que esos trabajadores cambian de empleo, no se van al paro.
Aunque también llama la atención, por un motivo muy diferente, lo ocurrido en Francia, que ha empeorado llamativamente en los dos últimos años, un dato que muestra que algo falla en el mercado laboral de nuestros vecinos.
La facilidad para perder un empleo es la que convierte a España en el mercado más débil de la Unión Europea, aunque la relación entre nuevos ocupados y nuevos desempleados no se traduzca inmediatamente en una creación o destrucción neta de empleo. De hecho, en 12 de los 31 trimestres desde 2009 en los que España registró destrucción de empleo la ratio fue positiva, frente a los 6 sobre 30 trimestres en los que ocurrió lo contrario.
Pero aquí hay que recordar que muchos nuevos trabajadores pueden simplemente haber cambiado de empleo. En este sentido, un elevado peso de contratos temporales pero combinado con el mayor riego de no encontrar otros trabajos a su término agrava esta diferencia.
También hace que los flujos de entrada y salida del empleo sean mucho más vulnerable s aun cambio de ciclo económico. Se vio en la pandemia, cuyo impacto solo pudo contrarrestarse por los ERTEs y las ayudas públicas, pero sin avanzarse en un cambio estructural del mercado de trabajo que suponga una mejora sustancial de la situación.