
Las mujeres representaron el 51,4% de la población en edad de trabajar en 2023 pero tan solo contribuyeron un 42,3% en el PIB ese año. Este dato refleja el impacto que tiene sobre la economía española la brecha de género existente en el mercado laboral y que, si se mantiene la lenta tendencia para su cierre, se perpetuará durante al menos 39 años, seis más de lo estimado hace un año.
El IV Índice ClosinGap, que mide el avance en España de la brecha de género, vuelve a poner cifra al coste para España de la brecha de género: son 213.013 millones de euros los que pierde el PIB por la desigualdad en el mercado de trabajo. Sin esta grieta, el PIB de 2022 habría sido un 15,8% mayor. Este dato revela el impacto directo que tiene para la economía la menor tasa de empleo y actividad de las mujeres y el menor número de horas trabajadas que derivan de la feminización del trabajo parcial y del empleo en sectores con menor productividad.
El hueco para la 'esperanza' existe pero es pequeño. La brecha de género se ha cerrado en el último año sólo dos décimas para situarse en el 35,1%. El ritmo al que se borra desde 2015, de mantenerse, la estirará durante casi cuatro décadas más. Con todo, los indicadores que se analizan en busca de desigualdades reflejan mejoría están directamente relacionados con algunos de los mayores lastres del empleo femenino.
El Índice que elaboran la Asociación ClosinGap y PwC mide el nivel de desigualdad desde cinco flancos: empleo, educación, conciliación, salud y bienestar y digitalización. La tendencia es muy distinta a la de 2022, cuando se dieron avances en todos menos en salud. En 2023 sólo mejoraron empleo y la conciliación, especialmente esta última, mientras que el resto de categorías analizadas mostraron un empeoramiento.
El mercado laboral 'sopla' para apagar alguno de sus fuegos
El empleo es uno de los pilares de la economía, de ahí que la evidencia de algunas mejoras supongan cierto alivio en un mercado laboral con varios fuegos activos en lo que a brecha de género se regiere. Según el Índice, la paridad en el empleo aumentó -0,1 puntos porcentuales respecto al año previo- por tres motivos: la mayor presencia de mujeres en cargos de liderazgo en la empresa privada, el aumento de la tasa de empleo y actividad, y la reducción de la brecha salarial y en las pensiones que también se confirma en los datos de Seguridad Social.
Con todo, la celebración debe ser moderada. Pese a las mejoras, hay datos que contrarrestan la euforia: el porcentaje de mujeres en posiciones de liderazgo en la Administración General del Estado (AGE) se vio reducido, el empleo precario disminuyó menos entre las mujeres que entre los hombres y la duración de la carrera laboral se incrementó menos para ellas que para ellos.
La lacra del género no sólo afecta a las mujeres durante su desarrollo profesional (ellas cobran menos, copan la inmensa mayoría de los empleos a tiempo parcial y de las labores de cuidados (y otras obligaciones no remuneradas) que las obligan en muchos casos a dejar de lado su carrera) sino que la herencia de un empleo precario se traduce en un retiro también precario que se busca ahora compensar mediante un complemento en la pensión de jubilación.
La carga de género también marca a las mujeres durante la etapa educativa, que es donde se inicia la desigualdad. En este sentido, el Índice mantiene la brecha de género en más del 50% en cuanto al acceso de las mujeres a carreras en Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas se amplía (STEM). La feminización de las profesiones sigue siendo un peso muerto que las aboca a sectores poco productivos (de también sobrerrepresentación femenina) a la hora de acceder a ciertas carreras asociadas a los hombres, generalmente en sectores más productivos y mejor retribuidos.
La conciliación es el último aspecto agridulce que desvela el informe. Es la categoría que acoge el mayor nivel de brecha entre hombres y mujeres (casi el 57%) porque influye directamente en la progresión profesional y económica de la mujer (y tiene implicaciones en la salud y bienestar derivadas, entre otros motivos, del estrés). La buena nueva es que el número de mujeres inactivas por realizar tareas del hogar se ha visto reducido en términos relativos.