Economía

Alemania fracasa en su 'desconexión' de China: la crisis presupuestaria amenaza con tumbar sus planes

  • Berlín lanzó en verano un plan que definía a China como "rival sistémico"
  • Esa estrategia pasa por disminuir las importaciones de alta tecnología
  • El fallo del Constitucional compromete las inversiones para fabricar chips
Imagen: Dreamstime

Algo se ha roto entre Alemania y China. El gigante asiático es el mayor socio comercial de la 'locomotora' europea desde hace tiempo y los datos finales de 2022 (suma de exportaciones e importaciones entre ambos países) así lo certifican. Pero bajo el idilio que muestran las cifras ha ido surgiendo un progresivo descontento que el pasado verano acabó con el gobierno tripartito encabezado por el canciller socialdemócrata Olaf Scholz lanzando una estrategia con este contundente mensaje: China sigue siendo un socio fundamental, pero también un competidor y un rival sistémico, por lo que hay que empezar a ser menos dependientes de Pekín. Esta ambiciosa estrategia de reducción de riesgos (de-risking en inglés) ya presentaba importantes obstáculos, pero la reciente e inesperada crisis presupuestaria del país tras el fallo del Tribunal Constitucional contra las cuentas del gobierno amenaza con echarla por tierra.

La convulsión en las cadenas mundiales de suministro durante la pandemia y la creciente rivalidad de China en segmentos clave como el coche eléctrico, entre otros factores, llevaron el pasado julio al gobierno de socialdemócratas, verdes y liberales (se la conoce como coalición semáforo por los colores de sus partidos) a querer poner distancias con Pekín, si bien sin llegar al "desacoplamiento" que se propugna desde Washington. La realidad es que si China es el cuarto país al que más exporta Alemania (también datos finales de 2022) tras EEUU, Francia y Holanda, es con diferencia del que más importa, lo que evidencia la magnitud de la dependencia. Siempre según los datos de Destatis, la agencia estadística federal alemana, el déficit comercial de Alemania con China se disparó hasta los 83.000 millones de euros el año pasado. Mientras las importaciones de Alemania desde China han crecido, las exportaciones han bajado. En otras palabras, China cada vez vende más a Alemania y Alemania cada vez vende menos a China.

"Durante años, las empresas alemanas prosperaron gracias al apetito chino por la maquinaria, los productos químicos y los automóviles. China sigue siendo el mayor socio comercial de Alemania y casi la mitad de los fabricantes alemanes dependen de insumos intermedios procedentes de China (tres cuartas partes en el caso de la industria automovilística). El comercio chino-alemán mantiene más de un millón de puestos de trabajo directos y de las diez empresas cotizadas más valiosas de Alemania, nueve obtienen al menos el 10% de sus ingresos de China (frente a dos en EEUU). Sin embargo, despertando a la realidad del chantaje energético ruso, la creciente dependencia china de Alemania ha empezado a plantear interrogantes", exponía hace meses en un observatorio sobre el futuro de Alemania Aila Mihr, analista sénior de Danske Bank, en un epígrafe titulado precisamente 'La conexión china'.

"Para un país que ha dominado la producción de vehículos de motor durante tanto tiempo, la rápida aparición de la competencia de los fabricantes chinos en el segmento de los vehículos eléctricos supone un verdadero reto, que suscita preocupación por las 'injustas' subvenciones chinas a los fabricantes de automóviles (se espera que la reciente investigación de la Comisión Europea sobre las subvenciones dure un año) y pide que se 'desprotejan' las líneas de suministro mundiales", incide Anatoli Annenkov, estratega de Société Générale.

Si tradicionalmente Alemania ha exportado a China bienes de alto valor añadido y los ha importado de bajo valor, las importaciones desde China han crecido en la que medida en la que esa inercia ha cambiado y Pekín ha empezado a destacar en la producción de bienes intermedios de alta tecnología, como semiconductores y circuitos electrónicos integrados. "Alrededor del 25% del total de las importaciones alemanas de estos productos se han enviado recientemente desde China, y más del 15% se han importado desde Taiwán. Los diodos, transistores, semiconductores y circuitos electrónicos integrados son insumos cruciales para las actividades de producción en muchos sectores, incluidos los automóviles y la maquinaria", pone de manifiesto en su último análisis Andreas Rees, economista jefe para Alemania de UniCredit Research.

Aunque es pronto, el experto aprecia algunas señales de éxito en la estrategia alemana: "La participación de las importaciones alemanas procedentes de China parece haber superado su punto máximo, posiblemente debido a los esfuerzos de las empresas alemanas por diversificar sus proveedores. Al mismo tiempo, la proporción de los países de la UE ha comenzado a aumentar con la posibilidad de nuevos aumentos en los próximos años gracias a la Ley de Chips de la UE". Sin embargo, advierte enseguida, aún persisten riesgos geopolíticos sustanciales, y cita como ejemplo la creciente importancia de Taiwán como proveedor de chips y la amenaza constante que supone la postura de Pekín respecto a la independencia de la isla.

Para hacer frente a esos peligros, precisamente, prosigue Rees, se necesita un mayor esfuerzo de las empresas y un mayor apoyo político. Pero el golpe presupuestario recibido hace un par de semanas a raíz de la sentencia del Tribunal de Karlsruhe amenaza con tumbar este impulso. "Tras el fallo, la propia estrategia del gobierno anunciada en julio, podría estar en peligro. Los 60.000 millones de euros, o el 2,5% del PIB, del Fondo para el Clima y la Transformación ya no pueden utilizarse debido a la violación del freno de la deuda. Además de menos medidas para la eficiencia energética y el sistema ferroviario, también podría verse afectado negativamente el desarrollo y la ampliación de la industria alemana de semiconductores", plantea el economista de UniCredit.

"Anteriormente, el gobierno había planeado apoyar a las fábricas de semiconductores, especialmente en Alemania Oriental, con alrededor de 12.000 millones de euros para 2027. Reducir sustancialmente la dependencia de Alemania de los productos de alta tecnología chinos y taiwaneses probablemente requeriría incluso más dinero, y no menos. Por lo tanto, el freno de la deuda no solo podría convertirse en un obstáculo para la recuperación esperada en 2024, sino que también podría poner en peligro los objetivos estratégicos de largo plazo de Alemania", sentencia Rees.

El freno de la deuda de Alemania (artículos 109.3 y 115.2 de la Constitución), introducido en 2009 y aplicado por primera vez en 2011, exige que el déficit presupuestario a nivel del gobierno central (federal) se limite al 0,35% del PIB. La norma complementa los límites del 60% del PIB de deuda y del 3% del PIB de déficit del Pacto Europeo de Estabilidad y Crecimiento. Desde 2020, es decir, durante el covid y la crisis energética, el freno de la deuda -junto con las normas europeas- se desactivó esencialmente mediante la llamada cláusula de escape, lo que permitió al gobierno superar temporalmente los límites del déficit presupuestario.

En 2021, el gobierno alemán planeó inicialmente un endeudamiento de 240.000 millones de euros (6,5% del PIB de 2021) para financiar gastos destinados a contrarrestar la crisis del covid. Sin embargo, los gastos reales resultaron ser mucho menores de lo esperado inicialmente y por eso se reasignaron 60.000 millones de ese 'excedente' al citado fondo climático. Sin embargo, la decisión de Constitucional establece que esa reasignación no es legal más allá de que el presupuesto covid 2021 estuviese exento del freno de la deuda.

Esto ha planteado dudas sobre el uso más amplio de "fondos especiales" y ha llevado a un frágil y dividido ejecutivo a volver a suspender el freno de la deuda para el año próximo. No obstante, aunque los tres partidos de la coalición gobernante estén de acuerdo y su mayoría parlamentaria les sirva para aprobar esta suspensión el próximo año y el siguiente, corren el riesgo de fracasar nuevamente en Karlsruhe. "Esto se debe a que la oposición seguramente volvería a emprender acciones legales contra esta decisión y, de cara al próximo año, la evaluación del Constitucional sobre la existencia de una situación de emergencia probablemente sería aún más crítica que para 2023, especialmente si esta situación de emergencia se justifica con la crisis energética, como se sugiere", aclara Ralph Solveen, economista de Commerzbank.

Por tanto, agrega, Solveen, probablemente solo queden las formas "clásicas" de cerrar una brecha presupuestaria: aumentar los impuestos o reducir el gasto. "Y también en este caso hay opiniones diametralmente opuestas dentro de la coalición. Mientras que socialdemócratas y verdes claramente prefieren en este caso impuestos más altos, los liberales lo rechazan categóricamente y, en cambio, abogan por ahorrar en gasto social y en proyectos financiados por el Fondo para el Clima y la Transformación", advierte el experto.

A los avatares políticos y presupuestarios, la estrategia de menor dependencia de China también topa con la hoja de ruta de algunas empresas. Con fuertes inversiones en China, hay fabricantes alemanes que no apoyan las medidas proteccionistas europeas y consideran impensable desvincularse materialmente de China, previene Annenkov, de Société Générale. Por contra, estas firmas ven efectos positivos de estar presentes en el mercado chino en términos de innovación, transferencia tecnológica y aparición de estándares tecnológicos propios.

Pero hay voces que tienen claro que hay que seguir adelante: "Los días en que China era una apuesta unidireccional han pasado a la historia. El éxito de la diversificación de la industria alemana hacia proveedores y mercados de exportación alternativos será un elemento importante para garantizar el futuro del modelo de crecimiento", zanja Mihr, de Danske Bank.

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