
La persistente morosidad continúa infligiendo un alto costo a las empresas, especialmente a aquellas de menor tamaño que cuentan con recursos limitados para afrontar prolongados lapsos de incumplimiento de pagos y asegurar la financiación esencial para mantener sus operaciones. Durante el segundo trimestre de este año, el encarecimiento del crédito resultó en un impacto financiero significativo para las empresas debido a la deuda comercial, tanto la corriente como la morosa, que en conjunto se elevó a casi 2.400 millones de euros. Casi el doble de lo registrado el año anterior, según el Observatorio de Morosidad, que elabora Cepyme cada trimestre.
El esfuerzo financiero requerido por las empresas para afrontar este costo se triplicó, como consecuencia del brusco incremento en las tasas de interés. A pesar de una ligera disminución en el período promedio de pago, es importante notar que este todavía excedió en más de 21 días el límite máximo legal establecido de 60 días. Este aumento en el costo de la morosidad para las pymes se suma a la alza en otros gastos como energía, suministros y laborales, entre otros, así como los efectos de la inflación, lo cual erosiona la rentabilidad y debilita su capacidad de negociación para obtener la financiación necesaria. Todo esto ocurre en un contexto en el que el costo del dinero está en aumento debido al incremento en las tasas de interés.
En la intrincada red de finanzas corporativas, tanto las grandes como las pequeñas empresas se ven enfrentadas a la necesidad de financiar su deuda comercial, ya sea de manera explícita o implícita. Esta realidad es inherente al proceso de negocios, en el cual las ventas se materializan antes de que los cobros se hagan efectivos. No obstante, este sistema perfectible suele desequilibrarse cuando las facturas no son saldadas en los plazos previstos. Esto, a su vez, divide la deuda comercial en dos categorías: aquella que cumple con los plazos establecidos y la que se considera morosa.
Este desglose tiene un profundo impacto en los esfuerzos de financiación. El grado de esfuerzo financiero necesario para respaldar la deuda comercial varía según su volumen y las tasas de interés. Otros factores también entran en juego: la deuda comercial suele crecer en paralelo con el aumento de la actividad empresarial y puede influenciarse por la inflación, que puede acortar los plazos de cobro para evitar la devaluación del valor real de las cantidades adeudadas.
Aumento en las medianas
En el contexto actual, el total de la deuda comercial está en aumento, especialmente en las empresas medianas en comparación con las pequeñas y microempresas. En las medianas, estimamos que la deuda comercial del segundo trimestre superó los 70.000 millones de euros, lo que representa un incremento del 12% en comparación con el año anterior. Sin embargo, este ritmo de crecimiento es el más bajo de los últimos ocho trimestres. En las micro y pequeñas empresas, consideradas en conjunto, la deuda comercial ascendió a unos 110.000 millones de euros en junio, marcando un aumento interanual del 5,5%, el más modesto desde septiembre de 2021.
Resulta intrigante analizar la evolución de la deuda comercial en relación con las ventas en las micro y pequeñas empresas. Desde el primer trimestre de 2021, ha habido una disminución significativa de 12 puntos porcentuales, pasando de 64,3% a 52,1%. Coincidentemente, este declive coincide con el momento en que la inflación en España comenzó a mostrar sus primeros signos de aumento, en el segundo trimestre de 2021.
Tras un período de cuatro años de inflación mínima, el tercer trimestre de 2021 marcó un punto de inflexión con un incremento del 2,5%. A partir de entonces, la inflación fue en aumento de manera constante, alcanzando su punto máximo en el tercer trimestre de 2022 con un 10,7%, según los datos trimestrales.
Este incremento inflacionario tuvo un impacto significativo en las micro y pequeñas empresas, que tomaron medidas para ajustarse a esta realidad. En respuesta a múltiples factores, como la necesidad de preservar el valor real de sus ventas, el estrechamiento de los márgenes debido a la inflación y el gradual endurecimiento de las condiciones crediticias, estas empresas optaron por restringir la financiación a sus clientes. El segundo trimestre, después de nueve meses de moderación en el ritmo de aumento de los precios, pareció ver un leve aumento en la proporción de la deuda comercial respecto a las ventas.
Sin embargo, esta estrategia defensiva no logró contrarrestar el rápido incremento de los tipos de interés. Este incremento fue tan veloz que superó con creces las medidas adoptadas por las pymes. Como resultado, el esfuerzo financiero necesario para respaldar la deuda comercial se disparó, duplicándose en relación al segundo trimestre de 2022 y alcanzando un total anualizado de casi 2.400 millones de euros para el conjunto de las pymes Este es el valor más alto registrado desde septiembre de 2009.
El esfuerzo financiero de las pymes en relación al tramo normal de la deuda comercial se triplicó de media (201% interanual), alcanzando los 1.300 millones de euros anualizados. En cuanto a la parte morosa de la deuda comercial, el costo de la morosidad para las pymes ascendió a cerca de 1.100 millones, un incremento del 40,8% sobre 2022.