
La reforma laboral ha tenido un impacto claro en la calidad de la contratación en España si atendemos al peso de los indefinidos en el total de los firmados cada mes: han pasado del 9% en julio de 2021 al 39,6% en el mismo mes de este año. Sin embargo, en el extremo contrario del espectro de la calidad del empleo se han encontrado con la notable resistencia de los contratos de menos de un mes. Suponen un 33,1% del total, apenas un punto menos que antes del cambio legal. Y en el último año han vuelto a ganar peso, en concreto dos puntos porcentuales. Ello pese al 'castigo' impuesto a este tipo de contratos.
El diseño de la reforma laboral se basaba en la supresión de los contratos por obra y servicio, que se consideraban una de las principales fuentes de volatilidad del mercado laboral. Pero también se diseñó una 'penalización' en aquellos contratos que, aunque no fueran por obra y servicio, tuvieran una duración menor a un mes y que se articuló mediante un extra en la cotización a la Seguridad Social de 29,74 euros. La idea era que las empresas que siguieran haciendo contratos temporales se vieran desincentivadas a la hora de establecerlos de muy corta duración. Pero el resultado de ambas medidas ha sido muy diferente.
El mayor impacto se ha percibido en el desplome de los contratos de duración "indeterminada" (es decir, aquellos cuya caducidad no se refleja en el momento de la firma), que han caído un 86% respecto a julio de 2021. La razón es que aquí se concentraban la mayoría de los de obra y servicio. Sin embargo, los contratos de menos de un mes han disminuido solo un 26%, un retroceso no tan considerable si tenemos en cuenta que el número total de contratos (es decir, contando a los indefinidos, que se dispararon un 242% mientras los temporales se desplomaban un 48,3%) ha descendido un 22,1%.
El Gobierno recalca, con razón, que este descenso de la contratación se debe al mayor peso de los indefinidos. Aunque en el último año el descenso también se ha prolongado: entre julio de 2022 y julio de 2023 fue del 13,6%, y ahora también afecta a los fijos, que tras el 'boom' de hace un año descienden un 17,4% interanual, hasta los 566.440 contratos. En comparación, los puestos de duración inferior a un mes retroceden menos: un 9,6%, hasta los 474.589. Este menor descenso explica que si en julio de 2022 recortaron su peso sobre el total de contratos al 31,7%, ahora haya vuelto a subir hasta el 33,1%. El doble de los temporales de entre más de un mes y tres meses. Esto explica que la duración de los contratos haya caído de los 53,2 días en julio de 2021 a los 45,3 en el pasado mes de julio.
Es decir, aunque es innegable que la estructura de la contratación tras la reforma laboral ha cambiado gracias al aumento del peso relativo de los indefinidos, el de los más precarios se mantiene. Son menos contratos, sí pero en las mismas condiciones que antes, lo cual dice mucho de la realidad (y las posibilidades de mejora) del mercado laboral.
¿La reforma se estanca?
El Ejecutivo prefiere poner el foco en los datos de Seguridad Social, que miden el número de trabajadores afiliados. Este enfoque revela que los temporales han retrocedido al 15,1% de los asalariados del Régimen General frente al 29,5% de antes de la reforma (aunque esta cifra tiene 'truco': no incluye a los funcionarios interinos, excluidos por la reforma). Es un porcentaje más bajo que el 19,6% de hace un año, aunque como hemos contado en elEconomista.es en los últimos meses empieza a repuntar. Y hay que recordar que España sigue manteniéndose como el segundo país con mayor temporalidad de la zona euro después de Países Bajos: el mismo puesto en el ranking europeo que ocupaba antes de la reforma, aunque con el matiz de que la tasa de paro holandesa es del 3,7%% frente al 11,6% de la española.
Esto plantea la duda de hasta qué punto la reforma laboral ha tocado techo en lo que se refiere a la mejora de la calidad del empleo. Aunque el Ejecutivo intenta restar ahora relevancia a la composición de los contratos, el caso es que la principal prueba de su éxito que ha esgrimido el Ministerio de Trabajo que dirige (ahora en funciones) Yolanda Díaz era que los fijos pasan de suponer uno de cada diez a cuatro de los que se firman. Pero tampoco los datos de afiliación, que recogen que el empleo eventual vuelve a subir más que el indefinido, mejoran estos datos.
Pero más preocupante es la composición de esa contratación temporal tras la reforma. Porque se da el paradójico efecto de que el peso de los contratos de menos de un mes sobre los eventuales ha pasado del 37% al 54%.
Lo cual solo tiene dos explicaciones: o la calidad del empleo temporal en España, efectivamente, ha empeorado tras la reforma laboral o la supresión de los contratos por obra y servicio ha aflorado la cruda realidad de muchos puestos que antes contrataban bajo la etiqueta de "duración indeterminada".
La precariedad aflora
La explicación más plausible es la segunda, aunque tampoco hay datos que descarten la primera. El ministerio que dirige José Luis Escrivá enarbola de vez en cuando datos sobre la duración de las altas y bajas de afiliación que indicarían que los empleos (en términos de afiliación) duran más que antes, aunque no se ha publicado ninguna estadística con una serie histórica que permita cotejar esos datos de manera independiente. Lo que se puede inferir de los datos de baja de afiliación por finalización de un contrato temporal han descendido, aunque aumentan las dimisiones y, sobre todo las bajas por inactividad de los fijos discontinuos.
En lo que se refiere a los contratos, parece mucho más claro que lo que ocurre es que, gracias a la reforma, se está recogiendo con mayor transparencia su duración real, ya que las empresas se ven obligadas a recogerla. Aunque los datos no favorecen el relato del Ejecutivo ahora en funciones, ya que dejan claro que las sanciones para reducir los contratos de corta duración no han contribuido a mejorar estructuralmente la calidad de la contratación eventual. Algo que se aprecia claramente si analizamos su composición antes y después de la reforma.
A priori, su impacto se centraba en los contratos de menos de siete días, que han pasado de suponer el 21,5%% del total de contratos al 18,8%, aunque si tomamos como referencia los temporales la evolución sique el camino inverso: han pasado del 23,7% al 31%. el peso de los de entre más de siete días y un mes también se ha incrementado, igual que el de los que se encuentran entre 3 y 6 meses. Pero los contratos de mayor duración se mantienen en niveles similares, lo que confirma que el fin de los temporales por obra y servicio ha derivado esos puestos a los contratos más cortos.