ChatGPT, Midjourney... la inteligencia artificial ha irrumpido en nuestras vidas a una velocidad vertiginosa. Sesudos análisis económicos o complejos montajes fotográficos, que antes necesitaban de un trabajo humano exhaustivo y cualificado, ahora son realizados en cuestión de segundos por estos sistemas de inteligencia artificial. Parece lógico que artistas, fotógrafos, periodistas... y una larga lista de profesionales estén preocupados por el futuro de su trabajo. ¿Debería preocuparse la sociedad en su conjunto por la irrupción de esta tecnología tan disruptiva? La historia, como casi siempre, tiene una respuesta, y en este caso es tranquilizadora.
La 'resistencia humana' a tecnología no es algo nuevo. La historia revela que el rechazo a los avances ha sido algo habitual, sobre todo los por los sectores que se veían directamente implicados o alterados con la irrupción del 'invento' o del nuevo avance. Ya en 1589, la reina Isabel I de Inglaterra se negó a conceder una patente al inventor de una suerte de telar mecánico para no dejar sin trabajo a los trabajadores que usaban a diario los telares más antiguos que necesitaban varios trabajadores moviéndose al mismo tiempo.
Tales preocupaciones se aceleraron con la llegada de la Revolución Industrial. En 1772, el escritor Thomas Mortimer relató en su obra cómo las máquinas "excluirían el trabajo a miles de personas". Otro de los momentos clave de la historia y, quizá, el más sonado de todos sucedió a principios del siglo XIX, cuando un multitudinario grupo de trabajadores textiles ingleses conocidos como los luditas destruyeron grandes cantidades de máquinas, en parte por temor a que les quitaran el trabajo. Narraciones similares han resurgido posteriormente en vísperas de cada gran avance tecnológico, recuerdan los economistas de Deutsche Bank (DB). Aquí puede ver una larga lista de expertos que a lo largo de la historia han lanzado previsiones fatalistas sobre la tecnología y el empleo.
"Sin embargo, la historia nos dice que la tecnología no crea desempleo. Podemos ilustrar esto mirando los datos de paro a largo plazo, utilizando la media de los países del G7. Estos datos revelan, claramente, que el desempleo ha oscilado en función de los ciclos económicos, en lugar de cualquier ola tecnológica", sostienen los economistas de Deutsche Bank que han realizado este informe.

De hecho, la tasa de desempleo media actual del G7 del 3,8% está por debajo de la tasa del Reino Unido del 5% al comienzo de la serie en 1755. Entonces, aunque la mayoría de los trabajos de 1755 ya no existen, la automatización de diferentes tareas no condujo a una espiral cada vez mayor de desempleo. La tecnología siempre ha creado la riqueza y más tiempo para las personas y los trabajadores, que han podido dedicar su fuerza laboral para realizar trabajos más productivos, creando nuevas industrias y empleos que jamás se habrían vaticinado.
La tecnología ha permitido un incremento continuo de los salarios, una mejora constante de las condiciones de trabajo y, sobre todo, el avance de la sociedad hacia una vida más próspera, con jornadas de trabajo más pequeñas y sobre todo menos duras. Sin embargo, cada vez que irrumpe una nueva tecnología, método o avance en nuestras vidas, se piensa que es diferente y que todo va a cambiar para peor.
Aunque hay algo de verdad en ese pensamiento (las personas que se dedicaban a usar los telares sufrieron desempleo y tuvieron que buscar otros trabajos), el beneficio neto para el conjunto de la sociedad supera con creces el perjuicio generado para sectores y personas concretas. Esto es clave para que nuestros hijos gocen de unos estándares de vida cada vez mayores.
¿Será esta vez diferente?
No obstante, desde DB admiten que aunque la IA debería ser positiva, "hay argumentos obvios que pueden hacer pensar que esta vez podría ser diferente, dada la velocidad de la posible adopción de la IA y el tipo de trabajos que podría poner en riesgo -ChatGPT se está aplicando ya a decenas de herramientas- ya se está incorporando. Pero incluso si hay interrupciones a corto plazo en los mercados laborales, necesitamos desesperadamente el potencial aumento de la productividad que brinda la IA. A su vez, es probable que esto pronto cree más oportunidades, empleos y riqueza para la sociedad".
Hace décadas, Simon Kuznets, un economista de origen ruso (nacido en la actual Bielorrusia) pero que desarrolló gran parte de su carrera en EEUU y que fue Premio Nobel de Economía en 1971 ya explicaba que durante los procesos de transformación que conlleva una revolución industrial se producen ciertos cambios en los modelos productivos de los que solo se benefician, en un principio, unos pocos individuos. Sin embargo, a medida que la sociedad se va adaptando al nuevo entorno y el capital humano va adquiriendo las habilidades necesarias para participar en el proceso productivo, la desigualdad de ingresos se reduce gracias al incremento salarial de las rentas más bajas.
Los analistas de DB profundizan en esta explicación que ya daba Kuznets hace años. "En primer lugar, se crean nuevos puestos de trabajo de forma directa como resultado de las nuevas tecnologías. Siglos atrás no había ingenieros de la nube ni YouTubers, pero hoy en día son muchos los que viven de esas profesiones". Además, esos nuevos trabajos suelen estar muy bien remunerados y requieren un esfuerzo físico cada vez menor.
"En segundo lugar, los trabajos existentes cambian (casi ninguno desaparece por completo) de naturaleza debido a las nuevas tecnologías. Por ejemplo, se solía pagar una prima para los abogados que podían recordar cantidades asombrosas de normas legales. Hoy, las bases de datos electrónicas han acabado con esta práctica (pero los abogados siguen existiendo y son demandados)", sostiene el informe. Sin embargo, hoy se priman otras características de los abogados como la persuasión, algo que las bases de datos no pueden hacer. Con la IA puede suceder algo similar.
La IA no lo puede todo
"Las tareas que la IA no puede realizar, como realizar una argumentación persuasiva o la resolución de problemas complejos, serán cada vez más importantes (quizá estarán cada vez mejor remuneradas)", apostillan los economistas de DB.
"Y tercero, a medida que las tecnologías han aumentado nuestra productividad y riqueza, se ha liberado tiempo y recursos para que las personas demanden otros servicios, como por ejemplo los entrenadores personales". Es decir, si la IA incrementa la productividad y reduce las horas de trabajo, la sociedad tendrá más tiempo y renta para demandar otros servicios (o bienes), lo que a su vez generará empleo en esas nuevas ramas. Un buen ejemplo es el de los entrenadores personales, los gimnasios o los profesores de pádel, por ejemplo. Además, la tendencia actual revela que los salarios en estos servicios tienden a incrementarse más rápido que en la industria.

A mediados del siglo XIX, la mayor parte de la mano de obra estaba empleada en la agricultura. De una forma llana y sencilla, se puede decir que hace tan solo 150 años, la mayoría de todos los trabajadores simplemente trabajaban para alimentar a toda la población. La escasa productividad de la tierra y la ganadería forzaba a que prácticamente toda la población estuviera produciendo alimentos para abastecer las necesidades básicas del mundo. Era una agricultura de subsistencia.
A medida que la tecnología avanzó y reemplazó a los humanos en la agricultura, se produjo una liberación de mano de obra y dinero para redistribuirlos en nuevas empresas y sectores, sobre todo la industria. Las actividades de tipo manufacturero crecieron rápidamente. Después, la economía pasó de la industria a los servicios, que es el sector que domina en la actualidad. "¿Quién sabe en qué industrias podrían estar trabajando las generaciones futuras?", se preguntan desde DB. El trabajo se ha movido del sector primario al secundario, del secundario al terciario y ahora debería producirse una tercera 'migración' de empleo a un sector todavía desconocido o que formará parte del terciario pero con maticies.
Los economistas del banco alemán concluyen que "la naturaleza del trabajo cambiará, como siempre lo ha hecho, pero la IA finalmente creará más empleos de los que destruirá".