Tras dos años de abrasadora inflación, el crecimiento de los precios ha comenzado a moderarse, siendo España uno de los países que está 'disfrutando' de una desinflación más rápida. La alegría suele durar poco en la casa del pobre, como dice el refrán. Ahora, España se enfrenta a una sequía, combinada con una temprana ola de calor, que puede volver a avivar la inflación. El propio Banco Central Europeo (BCE) ha señalado a España como el país más vulnerable al clima en lo referido a su impacto en la inflación, algo en lo que coinciden otros expertos que han realizado análisis de más largo plazo. El calor y la falta de agua presionará al alza los precios en la agricultura, la ganadería y el sector servicios por ese orden. Además, se retroalimentan unos a otros.
Son varias las rondas de inflación que está sufriendo la Eurozona y España. En verano de 2022, Isabel Schnabel, economista del BCE, describió durante un discurso algunos de los fenómenos que estaban desatando la inflación: la transición energética (greenflation), la subida de los combustibles fósiles (fossilflation) y la última era el cambio climático (climateflation). Mientras que los dos primeros factores ya han generado rondas importantes de inflación en España y la Eurozona, la tercera aún no se había dejado ver con claridad. Todo hace indicar que este 2023, el clima podría coger el testigo.
Una primavera calurosa y con pocas lluvias que podría desembocar en un verano con temperaturas aún más altas y extremadamente seco. Esto es a lo que se enfrenta España y parte de Europa. Aunque lo que falta es agua, se puede decir irónicamente que 'llueve sobre mojado', porque ya en 2022, Europa vivió el segundo año más cálido y el verano más caluroso desde que hay registros, con olas de calor intensas y prolongadas en gran parte del continente, en especial la zona Sur, que soportó el mayor número de días de "estrés térmico muy fuerte" jamás registrado.
Samantha Burgess, directora adjunta del Copernicus Climate Change Service, aseguraba esta semana que los países mediterráneos, particularmente España, ya sufren estrés hídrico y, a menos que se dé una importante recarga de precipitaciones en primavera, "es probable que la disponibilidad de agua siga por debajo de la media en los países del sur de Europa" en los próximos meses.
"Si las precipitaciones no mejoran en unos días, la producción de cultivos de secano, especialmente los cereales de invierno, se verá reducida significativamente", señala Sergio Vicente-Serrano, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología de Zaragoza, en declaraciones a Euronews. "Si esto sigue así, entonces, lógicamente, la cosecha disminuirá y, por lo tanto, los precios subirán", sentencia el experto.
El BCE señala a España
Aunque es cierto que las sequías son algo habitual en el Mediterráneo, estos eventos climáticos extremos se están volviendo más habituales, lo que ha llevado al Banco Central Europeo (BCE) a estudiar la cuestión e intentar cuantificar el impacto sobre la inflación que pueden tener en los grandes países del área monetaria. Por desgracia, el BCE concluía en su informe publicado en marzo que España tiene una de las tasas de inflación más sensibles a los cambios del clima entre las grandes economías del euro.
El golpe llega por dos lados: uno, a través de la agricultura y la ganadería, que pierden productividad y pagan mayores costes cuando las temperaturas son extremas en otoño y primavera, como está ocurriendo ahora. Una primavera cálida y seca entorpece el crecimiento de cereales, legumbres... lo que a su vez encarece el pasto para la ganadería y repercute así en una amplia variedad de productos. El otro golpe llega a través del impacto de las altas temperaturas sobre la productividad del sector servicios.
-Agricultura. "Las respuestas de la inflación de los alimentos, tanto procesados como no procesados, a la creciente variabilidad de la temperatura tienden a ser inflacionarias, sobre todo cuando el choque ocurre en los meses fuera del verano", asegura el documento del BCE.
El shock climático que está sufriendo España y Europa se está produciendo justamente en primavera, cuando buena parte de los cereales y otras cosechas deberían estar cogiendo fuerza con la ayuda de las lluvias y una temperatura templada. Sin embargo, lo que está sucediendo es que la temperatura está siendo casi veraniega, mientras que el agua ni está ni se le espera. El Banco de España también ha mostrado sus miedos a que este factor climático impacte en los precios.
Por otro lado, "encontramos que la producción de cultivos es muy sensible a la variabilidad climática, especialmente en la temporada de crecimiento... las altas temperaturas durante la floración pueden reducir la cantidad de semillas o granos que contribuyen al rendimiento del cultivo. Además, la variabilidad climática puede afectar los precios de los alimentos frescos a través de las expectativas. Los agricultores deben tomar decisiones sobre la siembra y, por lo tanto, sus expectativas de producción dependerán de las condiciones climáticas... Finalmente, un cambio en la producción de alimentos frescos puede transmitir mayores aumentos de precios en los alimentos procesados", sentenciaba el paper del Banco Central Europeo.
El BCE también señala que "un aumento de la temperatura media en verano también aumenta la inflación de los alimentos procesados en Francia y España, algo que sucede con cierto retraso, lo que podría estar explicado por el periodo de transmisión de los precios de las materias primas hasta llegar a los alimentos procesados", señala el documento del Banco Central Europeo.
El impacto en los servicios
-Servicios. El sector servicios sufre "aumentos de precios debido a la reducción de la productividad laboral; esto es, aumentos de precios en el sector del turismo debido a un clima más variable/extremo que afecta tanto a la demanda como a la oferta; la transmisión de los cambios en los precios de los alimentos y la energía a los servicios relacionados con la alimentación (hostelería, por ejemplo)", señala el BCE.
Unas temperaturas muy elevadas reducen la productividad laboral a la par que desincentivan el trabajo. Esto supone un incremento de los costes para las empresas de servicios. Por otro lado, también se ha demostrado que unas temperaturas más elevadas en otoño en España elevan la demanda de turismo y hostelería de forma repentina, lo que incrementa los precios, según el BCE. Todos estos factores afectan en mayor medida a España, donde los alimentos y los servicios tiene una mayor representación en el IPC.
En verano, los precios de los servicios suben cuando se produce aumento de las temperaturas medias en España, Francia e Italia. Además, este incremento de precios es persistente entre 20 y 30 meses después del choque. La dirección del impacto de los shocks relacionados con la temperatura en las tasas de inflación de los servicios suele ser produce de la propia inflación de los alimentos. Esto sugiere que un cambio en los precios de los alimentos (materias primas) impulsado por perturbaciones meteorológicas puede trasladarse a la inflación de los servicios, en particular a los precios de los servicios alimentarios (por ejemplo, restaurantes, cafés, comida rápida).
Diferencias entre países
"En general, los resultados discutidos sugieren la presencia de asimetrías y no linealidades en la respuesta de la inflación a los choques de temperatura, según el país, el componente del IPC y la estación. Entre las cuatro economías más grandes de la zona del euro, las tasas de inflación en España son más sensibles a los choques relacionados con la temperatura, especialmente en verano y otoño. Las respuestas en Italia y Francia son más variadas, y los resultados en Alemania suelen ser insignificantes fuera de los meses de invierno", explican los economistas del BCE.
En cuanto a los componentes del IPC afectados, los mayores impactos se encuentran en alimentos procesados, alimentos no procesados y servicios, destacando los shocks de temperatura en verano en España, Italia y Francia.
"Esto sugiere un vínculo de impactos (al alza) sobre la inflación de estos componentes con temperaturas de referencia más altas (según la estación y el país). Tal vínculo implicaría impactos inflacionarios potencialmente más fuertes con un clima cambiante, particularmente en los países del sur de Europa", destacan los expertos del instituto monetario. "En general, las respuestas a las perturbaciones climáticas fueron más fuertes en España", culmina el informe.
Otros analistas van más allá y hablan de las implicaciones del cambio climático en la estructura económica de España. William Chislett, investigador senior asociado emérito del Real Instituto Elcano, asegura que la dehesa podría peligrar en el futuro y con ella todo lo que se produce en este rico ecosistema español: "España es uno de los países de la UE que se verá más afectados por la crisis climática. Las precipitaciones en la región de Extremadura, una de las principales productoras de jamón, se han reducido en torno a un 35% en los últimos 50 años. El 20% de la España peninsular ya está desertificada, debido al cambio climático y la responsabilidad humana, como la sobreexplotación del agua", sentenciaba este experto.