
El Banco Central Europeo ha abierto la puerta a cambiar el objetivo de inflación, establecido en el 2% a medio plazo, una vez que los precios hayan vuelto al redil. Cambiar ahora el objetivo sería como hacerse trampas al solitario: no logramos bajar los precios al 2% (interanual) y subimos el objetivo para cumplir con nuestro mandato. De modo que Christine Lagarde, presidenta del BCE, ha querido dejar claro que esta discusión se postergará hasta que la inflación esté controlada con los actuales parámetros.
La inflación en la zona euro se sitúa en la actualidad en el 6,9% tras casi dos años superando de forma constante el objetivo del BCE con creces. Aunque los precios se están moderando, todo hace indicar que la inflación no va a volver a los niveles vistos previos a la pandemia. Esto podría llevar a que los bancos centrales revisen de forma coordinada su objetivo de inflación, lo que sería como admitir una derrota de forma disimulada.
El BCE revisó su objetivo levemente en 2021. El Consejo de Gobierno del BCE acordó entonces 'elevar' el objetivo hasta el 2% simétrico, en lo que fue la primera revisión estratégica en casi 20 años. Además, se introdujo la flexibilidad dentro del objetivo, permitiendo que la inflación superase el 2% en ciertos periodos que se podrían ver compensados más tarde con unos precios inferiores.
Lagarde ha querido recalcar que el entorno al que se enfrenta hoy el mundo ahora ha cambiado sobremanera y, por ello, quizá habría que discutir una alteración del objetivo de inflación que lleva vigente décadas en los países desarrollados, y en el caso de la zona euro desde su creación.
¿Pero qué ha cambiado en el mundo para que el BCE sopese un cambio de su número 'mágico'? Lagarde y el BCE creen que el mundo se está adentrando en una nueva era o periodo de inestabilidad en el que la fragmentación geopolítica y las trabas al comercio internacional pueden provocar una inflación más volátil y estructuralmente más elevada. A todo ello se junta la crisis climática que también amenaza los precios en la agricultura, ganadería y servicios, especialmente en España (dentro de la zona euro).
La cooperación comercial y económica de las últimas décadas, junto con la entrada de China en las cadenas de valor, ha permitido que vivamos décadas de desinflación y estabilidad de precios. Ahora, con la guerra de Ucrania, las tensiones entre China y Taiwán... amenazan con romper esta 'paz económica' y generar un nuevo entorno para los precios a nivel global.
El estudio que lo demuestra
"Un estudio reciente basado en datos desde 1900 encuentra que los riesgos geopolíticos llevaron a una alta inflación, una menor actividad económica y una caída en el comercio internacional. Y el análisis del BCE sugiere que se pueden esperar resultados similares para el futuro", sostenía Lagarde en una rueda de prensa en el Council on Foreign Relations.
Si las cadenas de valor globales se fragmentan a lo largo de líneas geopolíticas, el aumento en el nivel global de los precios al consumidor podría oscilar entre alrededor del 5% a corto plazo y aproximadamente el 1% a largo plazo, admitía Lagarde durante su discurso. Estos cambios también sugieren que se está produciendo un segundo cambio en el panorama del banco central: "Podemos ver que el mundo se vuelve más multipolar", sostiene la francesa.
Durante la Pax Americana, después de 1945, el dólar estadounidense quedó firmemente instalado como moneda de reserva y transacción global y, más recientemente, el euro ha subido al segundo lugar.
Según explica la banquera gala, esto ha tenido una variedad de implicaciones, en su mayoría beneficiosas, para los bancos centrales. Por ejemplo, la capacidad de los bancos centrales para actuar como "directores de orquesta internacional" como señaló Keynes, o incluso la capacidad de las empresas de facturar en sus monedas nacionales, lo que hizo que los precios de importación fueran más estables.
En el tiempo posterior a la Guerra Fría, el mundo se benefició de un entorno geopolítico notablemente favorable. Bajo el liderazgo hegemónico de Estados Unidos, florecieron instituciones internacionales basadas en reglas y se expandió el comercio global. Esto condujo a una profundización de las cadenas de valor globales y, a medida que China se unió a la economía mundial, a un aumento masivo en la oferta laboral global. El resultado fue un incremento brutal de la mano de obra a nivel global, lo que permitió que la oferta mundial se volviera mucho más elástica a los cambios en la demanda interna, lo que llevó a un largo período de inflación relativamente baja y estable.
Eso, a su vez, sustentó un marco de política en el que unos bancos centrales independientes podían centrarse en estabilizar la inflación dirigiendo la demanda sin tener que prestar demasiada atención a las interrupciones del lado de la oferta.
Fin a la estabilidad
"Pero ese período de relativa estabilidad ahora puede estar dando paso a uno de inestabilidad duradera que resulta en un menor crecimiento, costes más altos y asociaciones comerciales más inciertas. En lugar de una oferta global más elástica, podríamos enfrentar el riesgo de choques de oferta repetidos. Los eventos recientes han dejado a la luz hasta qué punto los suministros críticos dependen de condiciones globales estables", advierte la presidenta del BCE.
Eso ha sido más visible en la crisis energética europea, pero también se extiende a otros suministros críticos. Lagarde pone algunos ejemplos de esta interdependencia que de romperse puede poner muchas cadenas de suministro en juego: "EEUU depende completamente de las importaciones de al menos 14 minerales críticos. Y Europa depende de China para el 98% de su suministro de tierras raras".
Las interrupciones del suministro en estos frentes podrían afectar a sectores vitales de la economía, como la industria del automóvil (el motor de la industria alemana) y torpedear la transición hacia la producción de vehículos eléctricos, que necesitan de una gran cantidad de minerales que, obviamente, Europa no produce.
"Es probable que este 'nuevo mapa global', como he llamado a estos cambios en otros lugares, tenga implicaciones de primer orden para los bancos centrales", concluye Lagarde.
"Por el momento... no hay absolutamente ninguna razón para cambiar ese objetivo del 2% a mediano plazo", aseguraba Lagarde en el Council on Foreign Relations de Nueva York. No obstante, Lagarde admitió al final que "Una vez que lleguemos ahí, una vez que estemos seguros de que se mantiene ahí, podremos discutirlo".
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