Pese a que hace ya dos años que Reino Unido salió de la UE, el último fleco suelto, la situación de Irlanda del Norte, sigue sin resolverse. Un año lleva ya la provincia sin un Gobierno, después de que los unionistas probritánicos lo abandonaran y, a continuación, se negaran a negociar uno nuevo tras las elecciones de abril de 2022, que ganaron por primera vez los nacionalistas irlandeses. La esperanza para volver a la normalidad es un acuerdo con la UE para clarificar su situación comercial y reducir las trabas aduaneras. Y ese acuerdo parecía estar sobre la mesa, a falta de negociar las últimas palabras. Pero la irrupción de Boris Johnson y la derecha euroescéptica de los Conservadores ha vuelto a dejarlo todo en el aire.
La causa de la ruptura es el llamado 'Protocolo' del Acuerdo del Brexit, que mantiene a Irlanda del Norte dentro del mercado común europeo y crea una frontera comercial dentro del Reino Unido, como forma de evitar el regreso de la ensangrentada frontera entre las dos Irlandas. Johnson aceptó esta propuesta a regañadientes, como única forma de cerrar un acuerdo con Bruselas, pero prometió que pediría renegociarla después. E incluso amenazó con romper el acuerdo si no le daban concesiones: en el Parlamento británico hay sobre la mesa un proyecto de ley para derogar unilateralmente el protocolo, que Johnson quería usar como arma para amenazar a Bruselas para que cediera en las negociaciones.
Pero tanto la fugaz Liz Truss como el actual primer ministro, Rishi Sunak, han preferido tomar la ruta diplomática. Desde hace una semana, diversos medios británicos e irlandeses dan por hecho el acuerdo entre Londres y Bruselas para un nuevo protocolo que haga más ligeras las inspecciones aduaneras de los productos británicos dirigidos a Irlanda del Norte. Sunak viajó el pasado viernes a Belfast para reunirse con los partidos norirlandeses antes de presentar el texto, que se esperaba inminentemente.
Sin embargo, Johnson aprovechó el impás para volver a la arena política el domingo. En un artículo para el periódico en el que ha trabajado durante los pasados 30 años, el Daily Telegraph, Johnson rechazó un acuerdo que mantenga los controles aduaneros que él mismo firmó, y volvió a pedir que Sunak aprobara su ley para así romper por lo sano el tratado con Bruselas. El ala más euroescéptica de los 'Tories' salió a continuación a respaldarle, amenazando con provocar una rebelión interna más en el partido, la enésima desde el referéndum.
El Partido Laborista ha ofrecido sus votos para aprobar cualquier acuerdo firmado con la UE, lo que sería suficiente para compensar cualquier rebelión conservadora. Pero Sunak ha decidido poner el texto en la nevera, temeroso de que el rechazo de un centenar de diputados de su propio partido abriría una nueva crisis de Gobierno tras cuatro meses de tranquilidad en Downing Street.
A eso se le suma el hecho de que los unionistas norirlandeses rechazan de plano cualquier otra cosa que no sea la anulación completa del protocolo, y que no se plantean volver al Gobierno autonómico hasta entonces. Pero la ruptura unilateral del protocolo desataría la furia de los nacionalistas irlandeses, que entonces abandonarían ellos el Gobierno de coalición obligatoria entre unionistas y nacionalistas. Pero, además, supondría una ruptura diplomática con Bruselas y Washington, aliados de los que Londres no puede prescindir en la situación mundial actual. Joe Biden, de hecho, tiene previsto visitar Irlanda del Norte en abril para celebrar el 25 aniversario de los Acuerdos de Paz de Viernes Santo, una visita que probablemente sería anulada si Londres decide salirse de las negociaciones y actuar de forma unilateral.
El resultado es un delicado equilibrio diplomático que sigue en el aire. Cuadrar el círculo norirlandés es prácticamente imposible, como se lleva demostrando desde 2017, y la única esperanza de las partes es llegar a un acuerdo parcial que decepcione en parte a todos. Pero Sunak tiene que decidir si él, un 'brexitero' puro de primera hora, está dispuesto a enfrentarse a los euroescépticos más destructivos de su partido y reconocerles que a veces es necesario ceder, o si sigue teniendo miedo a un posible retorno de Johnson con la promesa de un mítico 'Brexit inmaculado'.