Durante años, el crecimiento económico de China se apoyó principalmente en las infraestructuras y el sector inmobiliario, siendo este último el que más inversión recibía. Sin embargo, la crisis climática, el desplome del mercado de la vivienda y la pandemia, así como los confinamientos impuestos por el Gobierno de Pekín para contenerla, han sembrado el germen para un cambio radical de los pilares que sustentarán el desarrollo del país en el futuro.
En concreto, China quiere basar su crecimiento en la industria digital y la economía ecológica. El primer sector abarca desde software hasta equipos de comunicación y la transmisión de información, y en 2022 ha obtenido un 24% más de inversión que en 2021. De cara a los próximos cinco años, se espera que esa cifra sea 7 veces superior, hasta alcanzar los 77,9 billones de yuanes chinos (unos 11,13 billones de dólares), según datos del CICC, el principal banco de inversión del país. De materializarse, se convertirá en el que más financiación reciba por delante del inmobiliario y las infraestructuras tradicionales.
Por su parte, la inversión en la economía ecológica se ha incrementado un 14% en 2022. En su caso, se trata aquellas industrias que necesitan financiación para llevar a cabo la transición hacía un modelo menos contaminante. Entre ellas, se incluye el sector del acero y los productos químicos, además del energético.
El consumo nacional
Otro de los cambios podría venir de la mano de las exportaciones, también pilares clave de la economía de China. Solo en 2021, contribuyeron en 1,7 puntos porcentuales al crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del país. No obstante, la que fuera la fábrica del mundo ha ido perdiendo terreno con los años en la producción de artículos de consumo -ropa, calzado, muebles, etc- en favor de sus países vecinos, entre los que destaca Vietnam. Asimismo, ha visto cómo su volumen de envíos de minerales y dispositivos tecnológicos se reducía considerablemente.
Ese detrimento se debe, en gran medida, a sus políticas Covid cero. La imposición de extensos confinamientos a ciudades enteras durante meses provocó una escasez generalizada de alimentos y otros artículos básicos. Una situación que se tradujo en una contracción de su economía en un 2,6% en el segundo trimestre de 2022 con respecto a los tres primeros meses anteriores, aunque luego consiguió remontar entre julio y septiembre. En el conjunto del año, las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) sitúan su crecimiento en el 3,2%, "el menor en más de cuatro décadas (excluyendo el año del covid)".
A ello también han contribuido los aranceles comerciales a las exportaciones chinas impuestos por EEUU en 2018. Esta decisión hizo que muchas compañías trasladaran sus fábricas a otras zonas, siendo Vietnam una de ellas. Lo que en un principio se limitó a la ropa y el calzado, se ha ido extendiendo a otras materias primas y productos terminados con el paso de los años, hasta aumentar el comercio a distancia de esta nación casi un 360% desde 2014.
Como resultado, los analistas de Goldman Sachs calculan que la reducción de las exportaciones netas recortará en 0,5 puntos porcentuales el crecimiento de China en 2023, según recoge CNBC.
Ante esta situación, la única salida para el país es recurrir a los mercados nacionales si quiere seguir creciendo en el futuro, señalan desde Guotai Junan Securities. Y es por eso precisamente que decidió China relajar hace unas semanas las restricciones sanitarias, para impulsar la maltrecha demanda doméstica "priorizando la recuperación y la expansión del consumo, incrementando el ingreso personal urbano y rural a través de múltiples canales y alentando a más capital privado para que participe en la construcción de proyectos clave", informó EFE la semana pasada. Según cálculos del Gobierno de Pekín, las ventas al por menor deberían aumentar un 6,8% en 2023, mientras que el crecimiento del PIB rondaría el 5,5%. Goldman Sachs, por otro lado, se muestra menos optimista y cree que podría alcanzar el 5,2%.