
La reforma laboral ha tenido un impacto claro e indiscutible en la reducción de la temporalidad del mercado laboral español, al menos a efectos estadísticos. Pero este auge se ha logrado a costa de reducir el peso del tiempo completo en el nuevo empleo indefinido creado. En los nueve primeros meses del año solo supusieron el 50% del incremento de la afiliación, trece puntos porcentuales menos que en 2021 y 30 por debajo de lo anotado en el mismo periodo de 2019.
Así lo constatan datos del propio Gobierno revelados por el secretario de Estado de Empleo y Economía Social, Joaquín Pérez Rey, y el de Seguridad Social, Borja Suárez. Lo hicieron, paradójicamente, en un esfuerzo por demostrar que las condiciones de los trabajadores con contratos estables son mejores que antes de la reforma.
Y es que hace meses que el debate sobre los efectos de la nueva norma que regula el mercado laboral ha pasado de centrarse exclusivamente en la proporción de contratos eventuales e indefinidos firmados cada mes a centrarse en el tipo de empleo creado para estos últimos.
En septiembre se firmaron 775.856 contratos fijos, lo que supone un notable repunte tras la desaceleración de los meses anteriores. El Gobierno lo achaca al sector educativo: antes del verano finalizaron los contratos temporales por obra y servicio que aún mantenían muchos profesores pero que en septiembre han sido contratos de forma indefinida.
Pero, sin dejar de reconocer esta evolución positiva, no se puede obviar que solo el 38,4% de los contratos indefinidos firmados el pasado mes fue a tiempo completo. El 21,2%, lo fue a tiempo parcial y el 34,7% restante fueron fijos discontinuos, la modalidad que más ha crecido con la reforma laboral. Es más, si se descuentan las conversiones de temporales a indefinidos, los 269.578 contratos iniciales de este tipo superan a los 237.340 indefinidos ordinarios.
Más allá de la las cifras absolutas, la tasa rotación de los contratos ha aumentado. Si antes de la reforma el porcentaje de personas que firmaba más de un contrato indefinido al mes era el 1,1%, en septiembre era del 5,4%. Si la reforma no hubiera afectado la calidad del empleo estable, este porcentaje no se hubiera modificado.
Contratos y empleos
Pero la cuestión es cómo la evolución de estos contratos se traduce en términos de empleo creado. Es decir, de incremento neto de la afiliación. Esto es especialmente relevante en un momento en el que la volatilidad de las altas y bajas de Seguridad Social entre los indefinidos se han disparado. De hecho, la primera causa de baja entre ellos es el pase a la inactividad de los trabajadores fijos discontinuos.
Tampoco es que el diseño de las estadísticas del SEPE y de Seguridad Social ayuden a clarificar este escenario. Las métricas no se han adaptado la reforma laboral, con la excusa de que la regulación de los contratos indefinidos no ha cambiado. Eso dificultó, sobre todo en los primeros meses, un análisis independiente sobre la calidad del nuevo empleo. Pero cuando la reforma supera su tercer trimestre, los datos disponibles aumentan, igual que los estudios que cuestionan el argumentario oficial. Esto ha obligado al Gobierno a reaccionar.
Lo hizo durante la presentación de los datos de paro, contratos y afiliación del mes de septiembre lanzando su propio "índice" con el que pretende demostrar que la volatilidad del empleo se ha reducido. Para ello calcula el número de contratos necesarios para crear un afiliado neto. Los datos bajan en el caso de los temporales, pero también en el caso de los indefinidos. Algo que parece contradecir los datos oficiales de bajas y altas y de la rotación de los contratos publicados por el propio Gobierno.
La explicación podría estar en que, al tratarse de datos acumulados de nueve meses el efecto de esa volatilidad, se ve modulado por el incremento neto de la afiliación.
Pese a varias peticiones de elEconomista el Gobierno se ha negado a dar más detalles de cómo ha elaborado este índice más allá de los gráficos proyectados durante la rueda de prensa.
Sin embargo, un simple análisis de las abundantes estadísticas que sí son públicas permite comprobar que estos cálculos se han realizado directamente comparando el número de contratos con la variación de la afiliación media.
Ello permite, no solo reconstruir los cálculos y obtener los mismos resultados, sino añadir los relativos a los trabajadores con contratos fijos discontinuos y a tiempo parcial, que el Gobierno ha sido bastante más reacio a facilitar.
De esta forma, el nuevo empleo indefinido creado por la reforma laboral se compone de 1,08 millones de trabajadores a tiempo completo, 501.264 a tiempo parcial 514.628 fijos discontinuos. Estos últimos han requerido dela firma de tres contratos para crear un solo empleo.
El problema es que es muy cuestionable, estadísticamente hablando, elaborar un indicador de calidad del empleo comparando contratos y afiliados: los primeros son un registro directo, mientras que la afiliación es una media que modera el impacto de la volatilidad. Por eso el índice hay que analizarlo con mucha prudencia.
Pero si nos fijamos únicamente en el incremento de la afiliación, estos mismos datos esgrimidos por el Gobierno arrojan un hallazgo sorprendente y quizá no previsto por el Ejecutivo. Y es que permiten conocer el incremento neto del empleo (descenso en el caso de los temporales) creado por la reforma laboral en 2022 según los cálculos de los Ministerio de Trabajo y de Inclusión y de Seguridad Social. Y compararlo el peso del tiempo completo con los años anteriores desde 2015.
Más empleos pero peores
Así, solo el 50% del incremento de la afiliación indefinida correspondió a empleos a tiempo completo. Hace un año alcanzaban el 63%. Aunque la caída es mucho mayor si se compara con 2019, un año más parecido a 2022 que 2021, todavía fuertemente lastrado por la pandemia: entre los meses de enero y septiembre de hace tres años, los contratos indefinidos a tiempo completo llegaron a suponer el 83%.
Aunque la evolución solo llega a 2015 (y excluye 2020), queda claro que el dato rompe la tendencia de mejora de la calidad del empleo fijo antes de la pandemia, pese al intenso repunte del empleo indefinido en lo que va de año, que multiplica por ocho el del promedio de los años anteriores. Aunque en los casos a tiempo completo el avance es algo más modesto y solo lo multiplica por 6.
Estos datos suman otra contradicción al argumentario del Gobierno de que también el empleo indefinido ahora es de "mejor calidad". Una cosa es afirmar que es mejor trabajar en un régimen fijo discontinuo o a tiempo parcial que en uno temporal porque, al menos sobre el papel, es más estable o tiene más protección ante el despido.
Pero otra muy distinta asegurar que su calidad es la misma que uno indefinido a tiempo completo o que incluso se ha mejorado respecto a la situación previa a la pandemia. En este sentido, más bien las cifras apuntan a que el interés por maximizar la mejora de las estadísticas ha acabado pasando factura a los trabajadores.