
Tanto la demanda nacional como el consumo tienen un gran peso dentro de la economía española, y las previsiones para estos elementos no favorecen a la actividad. De hecho, frente a lo observado previamente por la casa de análisis privada Funcas, la demanda nacional ha perdido un 45% de fuerza y se espera que crezca un 2,1%, un 1,7% menos de lo previsto en sus anteriores proyecciones. Este dato se encuentra medio punto por debajo de la media observada entre 2014 y 2019. Este punto contribuye a un crecimiento del PIB del 4,2% este año, y a una rebaja de 1,3 puntos para 2023, cuando se espera un alza de la economía del 2%.
A su vez, el peso del consumo de los hogares y de las administraciones públicas también se ha visto reducido. En concreto, el consumo doméstico de las familias ha empeorado dos puntos sus perspectivas. Diversos analistas ya apuntaban a elEconomista.es que el consumo despegará menos de lo previsto ante las diversas subidas de tipos que se espera que acometa el Banco Central Europeo (BCE). La decisión de Lagarde -este mismo jueves se espera la primera subida- hará crecer un 25% menos de lo previsto al consumo, cuyo porcentaje de alza interanual va en línea con el del Producto Interior Bruto (PIB).
La revisión más severa, en línea con otros analistas, la protagoniza la inflación, que escalaría cercana al 9%. En rueda de prensa para presentar la actualización de sus previsiones macroeconómicas para 2022 y 2023, la Fundación de Cajas de Ahorros ha proyectado una inflación media para el presente ejercicio del 8,8%, 2,8 puntos por encima respecto a su anterior escenario, y del 5% para 2023, 2 puntos superior.
Precisamente, la demanda interna está ligada estrechamente con la inflación y el poder adquisitivo de los bolsillos. "Los hogares tirarán del ahorro para financiar su gasto, lo que permitirá un leve crecimiento del consumo privado", señaló Torres.
Con todo esto, desde Funcas explican que su previsión central es de "desaceleración, aunque "rozando la recesión", ya que en el cuarto trimestre de 2022 estima que el crecimiento del PIB sea del 0% y en el primero de 2023 sea "ligeramente" positivo, todo ello bajo la hipótesis de que los precios energéticos "se mantengan estables".
En consecuencia, la economía española registrará una fuerte desaceleración en 2023, con un crecimiento del PIB del 2%, 1,3 puntos menos que en la anterior previsión. El director de Funcas, Carlos Ocaña, ha insistido en que estas previsiones son muy sensibles a la evolución de la inflación y los tipos de interés; una inflación más elevada o un ajuste de los tipos de interés más rápido resultarían en un menor crecimiento, "un escenario más adverso que no es descartable".
Tras un inicio de año muy débil, el segundo trimestre muestra "señales positivas" gracias al rebote del turismo
Según explicó Torres, la actual espiral de precios energéticos ha provocado un brote de inflación "que amenaza con cronificarse", con un IPC subyacente que sigue repuntando en España y se sitúa un punto por encima respecto a la media de la eurozona. "España está peor posicionada de momento", ha advertido el director de Coyuntura de Funcas, Raymond Torres.
Tras un inicio de año muy débil, con un crecimiento del PIB del 0,2%, el segundo trimestre muestra "señales positivas" gracias al rebote del turismo, el incremento de las exportaciones de bienes y el tirón del empleo. Sin embargo, el sentimiento económico se deteriora por el alza de costes energéticos y problemas de suministros y la caída de la confianza del consumidor por la pérdida de poder adquisitivo.
Este rebote del turismo, el dinamismo de las exportaciones de bienes y servicios no turísticos y la pujanza del mercado laboral seguirán sosteniendo la actividad en los próximos meses. Sin embargo, perderán fuelle tras el verano, mientras que las perturbaciones geopolíticas, energéticas y monetarias ganarán peso.
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