
Cuando la tensión entre la Unión Europea y Rusia a cuenta del suministro energético alcanza máximos a las puertas del invierno, otro brete se abre entre ambos bloques: el Ártico. La Comisión Europea impulsó este miércoles una iniciativa para que sea una obligación legal no explotar nuevos yacimientos de petróleo, carbón y gas en la región. La propuesta llega unos días antes de las cruciales conversaciones en la ONU, vistas por algunos como la última oportunidad para controlar el implacable calentamiento global. Este movimiento de ficha de Europa no ha gustado en Moscú.
Rusia, uno de los principales poseedores del territorio ártico, donde hay abundantes reservas de hidrocarburos y de peces, ya ha expresado su descontento a través del viceprimer ministro del país, Alexander Novak. El dirigente declaró este jueves a la CNBC que este paso de la UE tiene una motivación política y carece de sentido.
"Me sorprendió un poco cuando me enteré de esto ayer. ¿Por qué el Ártico, por qué no el Ecuador? Se podría pensar en una serie de lugares en el mundo donde la producción de petróleo y gas debe ser prohibida", expresó. "Esta propuesta no tiene otra motivación que la política. ¿Qué nos dicen estas declaraciones: que hay que dejar de extraer todo el gas que se produce actualmente? Creo que los autores de estas propuestas entienden muy poco el estado real de las cosas", añadió.
De las palabras de Novak se trasluce que la UE podría estar jugando con fuego. Rusia, que produce grandes cantidades de petróleo y gas en sus zonas árticas, vende a Europa alrededor del 87% del gas natural licuado que produce en la región. Un dato más que a tener en cuenta cuando el continente se enfrenta actualmente a una crisis energética sin precedentes que no pocas voces en el Viejo Continente achacan al menor suministro de gas procedente de Rusia.
El enfado en el Kremlin se produce en un contexto ya especialmente tenso. Los precios del gas natural se han disparado a medida que la demanda europea se ve reducida por un suministro más ajustado de lo previsto. Rusia ha insistido en los últimos días que ha incrementado el suministro de gas, pero los críticos dicen que está utilizando sus exportaciones a Europa con fines políticos, principalmente en su intento de conseguir que Alemania certifique el gasoducto Nord Stream 2.
Los precios del gas bajaron cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, prometió hace días que el suministro a Europa está garantizado este invierno. Sin embargo, ayer los futuros del gas en Holanda, el mercado de referencia para Europa, volvieron a escalar a los 100 euros mientras todo el continente cruza los dedos para que el invierno no sea más frío de lo normal. Desde Moscú se ha insistido en que no están usando el gas como arma y que el problema de abastecimiento de Europa es causa de sus políticas, como la renuncia de Alemania a la energía nuclear.
La UE busca influencia en la región
Las tensiones en el Ártico llevan ya varios años creciendo, sobre todo a la vista de la silenciosa expansión de la influencia política, económica y militar de Moscú en la zona. El Ártico es una parte integral de la economía y el territorio de Rusia, su costa representa el 53% del litoral del Océano Ártico y la población del país en la región asciende a unos 2 millones de personas, lo que supone alrededor de la mitad de las personas que viven en el Ártico en todo el mundo, según el Instituto Ártico, un centro de estudios de seguridad circumpolar.
A diferencia de Rusia, la UE es un actor relativamente nuevo en el Ártico y el bloque comunitario, por sí mismo, no es miembro del Consejo Ártico, un foro intergubernamental que proporciona un medio para promover la cooperación, la coordinación y la interacción entre los Estados del Ártico, si bien el Consejo incluye a los Estados miembros de la UE Dinamarca, Finlandia y Suecia. La UE parece querer aumentar su papel en la zona, y en su propuesta del miércoles, señaló que "la región del Ártico tiene una gran importancia estratégica para la UE, en relación con el cambio climático, las materias primas y la influencia geoestratégica".
La sostenibilidad es una cuestión importante para la región, que se está viendo muy afectada por el cambio climático. El Ártico se está calentando dos veces más rápido que la media mundial, según el Instituto Polar Noruego, que ha advertido de que "un calentamiento regional significativo conduce a la pérdida continua de hielo marino, al derretimiento de los glaciares y de la capa de hielo de Groenlandia", con consecuencias drásticas para los seres humanos y la naturaleza de la región, y del mundo.
Esta circunstancia sitúa a la propia rusa en una peligrosa dicotomía. Alexei Chekunkov, ministro ruso de Desarrollo del Extremo Oriente y el Ártico, declaró en junio que "el Ártico es el motor del crecimiento económico. Representa el 10% de nuestro PIB y el 20% de nuestras exportaciones" y Rusia es consciente de la sostenibilidad de la región: el tema de la presidencia rusa del Consejo Ártico, cargo que ocupará hasta 2023, es "Gobernanza responsable para un Ártico sostenible".
Sin embargo, mientras Rusia ve una enorme ganancia potencial del derretimiento del hielo del Ártico que permite un mayor tráfico de carga a lo largo de la Ruta del Mar del Norte que une Asia y Europa, el mismo calentamiento global le cuesta a su economía miles de millones de dólares en daños a la infraestructura cada año, ya que el deshielo del permafrost en Siberia pone edificios, carreteras y oleoductos en peligro.
Las principales empresas energéticas están ampliando la producción de combustibles fósiles en el Ártico al a vez que aumentan estas advertencias sobre el derretimiento de la capa de hielo debido al aumento de la temperatura provocado por el hombre. Gazprom, ConocoPhillips y Total Energies son algunas de las empresas que se están expandiendo en la región, con una producción de petróleo y gas que aumentará un 20% en los próximos cinco años, según informó el mes pasado Reclaim Finance y recoge Bloomberg. El combate está servido.