
Las economías desarrolladas empiezan a ver la luz al final del túnel de la pandemia. El incremento del número de vacunas y de vacunados, sumado a los programas de estímulo económicos de los gobiernos y de los bancos centrales, han empezado a concretarse en una caída del desempleo en países como EEUU y en bolsas en niveles récord como Wall Street. Sin embargo, el mundo subdesarrollado no está participando de esas ventajas. Por ello, Joseph Stiglitz y Michael Spence, entre otros, alertan de que la economía planetaria solo saldrá adelante si se hace de forma conjunta, contando también con los más desfavorecidos.
Ambos premios Nobel forman parte del Instituto del Nuevo Pensamiento Económico (INET, por sus siglas en inglés), que ha elaborado un informe en el que señalan que conseguir una recuperación mundial de forma rápida exige que todos los países sean capaces de superar el coronavirus. En consecuencia, solicitan que las economías más avanzadas, así como el Fondo Monetario Internacional (FMI), colaboren para ayudar a los países subdesarrollados.
En un texto para Project Syndicate, estos economistas advierten de que el virus puede mutar en nuevas cepas, por lo que "nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo". En consecuencia, apuntan que es básico que las vacunas y las demás atenciones médicas necesarias lleguen a todos los países lo antes posible.
En este punto, señalan un primer problema que es el relativo a la propiedad intelectual de los productos para luchar contra la enfermedad, algo en lo que los países desarrollados "han sucumbido" a las presiones de los grupos empresariales y han puesto en marcha un "nacionalismo pandémico" que se ha puesto de manifiesto de forma evidente. El informe aboga por solventar esta cuestión como una primera medida para el avance global, dadas las excepcionales circunstancias.
Pero, en lo estrictamente económico, Stiglitz, Spence y el resto de elaboradores del documento concuerdan en que el último año ha dejado a las claras que "la austeridad es contraproducente" en crisis como la actual. Las ayudas fiscales y el endeudamiento de los Estados para mantener la economía a flote se han demostrado fundamentales. Y aquí subyace el problema de fondo: este tipo de políticas no las pueden tomar los países menos desarrollados por su falta de poderío económico.
Por ello, el informe sugiere tres medidas para impulsar a estos estados. Por una parte, instan al FMI a repartir 650.000 millones en ayudas en forma de derechos especiales de giro. En segundo lugar, piden a dicho organismo internacional a que sea coherente con sus peticiones a los países de aplicar ayudas fiscales masivas y aumento de gasto público, de forma que el FMI deje de exigir a los países a los que ayuda algunos recortes de gasto público que perjudican la recuperación de los países más damnificados. Finalmente, y en la misma línea, invita a los países desarrollados a tomar "una respuesta global" hacia la deuda que tienen contraída estos países, en forma de reestructuraciones o suspensiones de los pagos. "No se debe obligar a los países a devolver lo que no pueden pagar, especialmente cuando hacerlo causaría tanto sufrimiento", alegan.
Así, Stiglitz, Spence y los demás participantes en el documento recalcan que estas políticas "beneficiarían enormemente al mundo en desarrollo y tendrían un coste mínimo o nulo para los países desarrollados". "Todo esto se puede hacer rápidamente si los líderes políticos del mundo desarrollado reconocen que una economía mundial saludable no es posible sin la recuperación de sus partes más pobres", concluye el informe.