
Europa tiene un mercado interior, una moneda común, e incluso una Zona Única de Pagos en Euros (SEPA), para facilitar transferencias de crédito uniformes y operaciones de débito para los más de 500 millones de ciudadanos de la UE
Sin embargo un SEPA para tarjetas bancarias todavía está lejos de ser una realidad, ya que tarjetas nacionales, y los propios bancos, aún no consideran lo suficientemente jugoso o accesible el mercado paneuropeo como para realizar el esfuerzo de superar los silos nacionales con estándares comunes.
El desarrollo tecnológico y los nuevos vientos politicos soplan no obstante ahora en la misma dirección. Justo en un momento en el que las instituciones comunitarias quieren reforzar la soberanía europea, lo que en este campo se traduce en reducir la dependencia de los grandes gigantes foráneos como Visa o Mastercard, la Comisión Europea presentará este otoño una estrategia para crear un mercado integrado de pagos de la UE, para facilitar el uso de los servicios de pago nacionales en toda Europa y reducir la dependencia de los operadores de tarjetas internacionales.
El objetivo de esta estrategia es crear un "sector de pagos minoristas innovador, integrado y competitivo en Europa, para competir con empresas globales", explicaron fuentes comunitarias a elEconomista. El Ejecutivo comunitario también presentará una nueva estrategia sobre finanzas digitales, según lo recogió en su programa de trabajo para este año. Para allanar el camino, la CE pronto lanzará una consulta pública sobre pagos para consultar a todas las partes interesadas, explicaron desde la Comisión.
Las fuentes comunitarias explican que, debido a la fragmentación entre los esquemas de tarjetas nacionales, incluso los operadores europeos más fuertes ofrecen servicios que solo funcionan dentro de cada Estado miembro. El resultado es que "tienen que asociarse con operadores internacionales más grandes que no son europeos si quieren ofrecer pagos paneuropeos", agregaron.
Esta intención de reducir la dependencia de los actores globales, como Visa o Mastercard, está alineada con el nuevo objetivo general de la UE de fomentar la soberanía europea, también en el área económica y financiera. Otra de las metas es incrementar el uso del euro en diferentes mercados internacionales, como el energético.
Esta estrategia para sentar las bases para una tarjeta bancaria europea utilizable en toda la UE no parte de cero. El acelerón tecnológico de los últimos años precisamente ha facilitado el derrumbe de las barreras existentes, y ha favorecido la idea de estándares comunes.
El BCE ya ha empezado a marcar el camino a seguir. Su nueva plataforma TIPS (Target Instant Payment Settlement), lanzada en noviembre de 2018, permite procesar y liquidar transferencias instantáneas de fondos en euros entre cuentas corrientes de las entidades del Eurosistema. En Fráncfort y en Bruselas se considera que TIPS podría dar el "impulso" para terminar con los compartimentos estancos de los modelos de pago nacionales.
En un informe publicado el pasado abril, el BCE señaló que TIPS "podría ser una forma de apoyar la interconexión y la interoperabilidad de los sistemas de tarjetas nacionales y, si se garantiza la cobertura paneuropea completa, proporcionaría una posible alternativa al establecimiento de un sistema de tarjetas europeo".
Más aún, el eurobanco incluso planteó la idea de utilizar un logotipo europeo común para indicar la aceptación de la nueva tarjeta paneuropea de la UE en negocios y establecimientos.
La creación de esta nueva tarjeta paneuropea trae la última minirevolución en el sector de los pagos, sometido a constantes sacudidas desde que la UE aprobó la Segunda Directiva de Servicios de Pago hace cinco años.
Esta directiva representó "un cambio de juego" que abrió el sector, coinciden en señalar desde las instituciones comunitarias, bancos y empresas digitales del sector financiero (Fintech)
A medida que la legislación de la UE obligó a los bancos a compartir los datos de sus clientes con nuevas empresas y proveedores de servicios financieros, el mercado de pagos se abrió a nuevos jugadores, quienes ofrecieron nuevos servicios y precios más baratos a los consumidores y usuarios.
Las fuentes comunitarias consultadas no obstante explican que la directiva no explica por si sola el empuje de las Fintech, y añaden que las "Big Tech" y las expectativas de los consumidores están trayendo los principales cambios en el ecosistema de pagos.
La última bomba fue el anuncio del lanzamiento por parte de Facebook de su propia moneda digital este año, Libra, lo que para los países del G7 representó una "seria" preocupación. Aún así, el BCE reconoció que Libra supuso una llamada de "atención" para los bancos centrales, ya que esta stablecoin, monedas digitales más estables que las tradicionales por estar ancladas a monedas soberanas u otros activos, ofrecía una opción de pago innovadora y más barata para los usuarios.
Libra llevó a que seis bancos centrales, incluido el BCE, y el Banco de Pagos Internacionales estén evaluando el posible uso transfronterizo de las monedas digitales, que ellos mismos están considerando lanzar.
A pesar de todo el ruido que hacen las nuevas iniciativas, las tarjetas de crédito continúan siendo el pago electrónico más utilizado, al representar alrededor del 52% de todas las transacciones no monetarias en el UE. Sus defensores apuntan que los consumidores las prefieren por la conveniencia, la velocidad, la seguridad y la protección.
Pero no cabe duda que a las tarjetas les tocará sobrevivir en un mundo más competitivo en el futuro. A medida que el mercado de pagos se satura más, el BCE respaldó en su informe del pasado mes de abril "la cooperación y el diálogo más profundo entre los actores relevantes del mercado, en particular entre los presentes y los recién llegados". El BCE quiere que la creciente competencia se convierta en cooperación, para facilitar así la llegada de una verdadera Zona Única de Pagos en Euros.