
Primero fue la productividad y ahora es el empleo. La distancia entre comunidades autónomas ricas y pobres se ha reducido en los últimos 60 años, pero esta reducción ha perdido tracción en los últimos años. Mientras que en 1955 la gran divergencia de renta per cápita se debía a los elevados diferenciales de productividad (unas comunidades muy industrializadas y otras agrarias), hoy lo que está impidiendo que se cierre la brecha es el empleo. La mayor tasa de empleo en las regiones más 'ricas' permite que la renta per cápita (distribuir la producción total entre los habitantes) siga siendo notablemente más elevada que en las regiones con una menor tasa de empleo. De una forma visual, un hogar de cuatro personas en el que las cuatro están trabajando, probablemente presentará una renta por persona más elevada que un hogar en el que solo trabaje uno de los cuatro componentes.
En 1955, la región con mayor renta per cápita era el País Vasco, seguida de Madrid, Cataluña y Navarra, mientras que las más pobres eran Extremadura, Galicia, Castilla-La Mancha y Canarias. "Sesenta y tres años más tarde, las regiones que ocupan los extremos del ranking de renta siguen siendo en buena parte las mismas, aunque con algunas novedades y pequeños cambios en su ordenación", destaca el último trabajo de Fedea, La dinámica territorial de la renta en España, 1955-2018.
Por ejemplo, la Comunidad de Madrid ha desplazado al País Vasco de la primera posición y Andalucía ha sustituido a Galicia en el penúltimo lugar. Por otra parte, la distancia entre los dos extremos de la distribución se ha reducido de forma apreciable: la diferencia de renta relativa entre la región más rica y la más pobre ha caído a la mitad, desde más de 124 puntos en 1955 (entre Extremadura y País Vasco) hasta los 63 en 2018 (entre Extremadura y Madrid). Siendo 100% la media nacional, la Comunidad de Madrid presenta una renta per cápita que supone el 136,2% de la media nacional, mientras que la de Melilla es del 72% y la de Extremadura del 73%, siendo las dos regiones más pobres del país.
No obstante, se observa que las comunidades inicialmente más pobres han mejorado su situación relativa durante el período mientras que las más ricas generalmente han perdido terreno, lo que ha tendido a acercar a ambos grupos a la media, aplanando la línea de distribución. "Podemos hablar, por tanto, de un proceso de convergencia regional o reducción de las disparidades de renta por habitante", destaca Ángel de la Fuente, autor del trabajo y director de Fedea. La mayor reducción de este 'gap' o brecha se produjo entre 1961 y 1973, mientras que después se produjo una moderación que acabó en retroceso durante la crisis (periodo 2008-2013).
¿Por qué la diferencia de renta per cápita?
El trabajo parte de una sencilla descomposición de la renta per cápita relativa regional en tres componentes: uno demográfico, ligado al peso de la población en edad de trabajar en la población total, otro de empleo, que refleja la tasa de ocupación de este colectivo, y un tercero de productividad y precios, que se genera a través de la renta media por trabajador ocupado. Utilizando esta descomposición, el autor calcula la contribución de cada uno de estos factores a las diferencias de renta por habitante entre comunidades autónomas y al proceso de convergencia interregional en la misma variable.
Entre los resultados más llamativos del estudio cabría destacar el peso creciente que ha ido adquiriendo el factor de empleo como fuente de las diferencias de renta por habitante entre las comunidades autónomas. Mientras que las productividades regionales han convergido a buen ritmo en el período analizado, las tasas de ocupación o empleo de las regiones más pobres han caído en términos relativos, dificultando su avance hacia niveles de renta cercanos al promedio nacional y ralentizando el proceso de convergencia. Esto nos devuelve al ejemplo inicial del hogar y los miembros que se encuentran trabajando. Resulta más sencillo obtener una renta per cápita más alta cuanto mayor sea la tasa de empleo, que es el cociente entre el total de ocupados y la población de 16 a 64 años.
La convergencia del sur parece haberse estancado. Su renta per cápita se acercó a la media hasta 1975 o 1980 para estabilizarse después unos 25 puntos por debajo de la media nacional. Por su parte, "el noroeste mantiene un patrón de suave convergencia al alza durante todo el período, aunque con ciertos altibajos, y la región Ebro-Levante una cierta tendencia a la baja, también con oscilaciones. Finalmente, las comunidades insulares presentan una clara tendencia al alza hasta el cambio de siglo, que las lleva a superar el promedio nacional, pero vuelven a perder terreno a buen ritmo durante la parte final del período", señala el informe.
No obstante, la desigualdad territorial de la renta ha dejado de ser un problema casi exclusivamente de productividad para convertirse en un problema fundamentalmente de empleo. "El grueso de la ralentización del proceso de convergencia que se observade los setenta en adelante proviene del componente de ocupación de la renta per cápita, que muestra un comportamiento divergente durante buena parte del período, mostrando un peor desempeño en las regiones de menor renta", destaca el documento.
La tasa de empleo en Extremadura o Andalucía es similar a la que se observa en Grecia
Los datos que muestra el Instituto Nacional de Estadística del cuarto trimestre de 2019 evidencian estas divergencias. Mientras que en la Comunidad de Madrid la tasa de empleo es del 71,2%, a niveles que incluso superan la media de la zona euro, mientras que en Extremadura o Andalucía ronda el 55%, niveles que están por debajo de Grecia.
La precariedad del empleo
La estructura productiva de cada región puede estar detrás de estas diferencias tan abismales en el mercado laboral. Por ejemplo, la Fundación BBVA y el IVIE presentaron un trabajo en 2019 analizando este mercado por regiones. El análisis de la tasa de temporalidad muestra importantes diferencias. Así, en 2018 la tasa de temporalidad más baja (por debajo del 20% pero lejos del 14,2% de la UE) se observa en Madrid. Le siguen, por debajo del 25%, Cataluña, Navarra y Asturias. En el extremo opuesto se sitúan Andalucía y Extremadura, ambas por encima del 35% y con tasas 2,5 veces superiores a las del promedio de la UE y casi 16 puntos porcentuales por encima de Madrid. Las comunidades situadas en la mitad sur y sureste, junto con las islas, muestran tasas de temporalidad por encima del promedio nacional.
Un factor clave que podría estar determinando estas diferencias es el peso de la agricultura en el empleo. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en el 9,8% de los ocupados andaluces trabajan en la agricultura, mientras que en Extremadura es el 13,8% y en Murcia el 13,1%. La agricultura y la construcción suelen ser los sectores que presentan un uso más intensivo de la temporalidad por las características particulares de estas dos ramas de actividad. Al caso de Murcia y Andalucía también se podría sumar la contribución del turismo, otro sector donde la temporalidad es más habitual, sobre todo en las regiones del sur y este peninsular.
Estas regiones con menor tasa de empleo suelen coincidir en algunas variables, en todas ellas tiene un mayor peso relativo las actividades de baja productividad y poca generación de empleo, como la agricultura y algunas ramas de la industria y los servicios de bajo valor añadido. También suelen contar con un tejido empresarial débil con firmas pequeñas en muchas ocasiones no cuentan con ningún asalariado.
La temporalidad y la precariedad laboral en estas regiones pueden tener que ver con la todavía notable brecha de renta per cápita. A su vez, una mayor tasa de temporalidad también puede lastrar la tasa de empleo y la productividad. Aún así, Ángel de la Fuente vuelve a poner el acento sobre la tasa de empleo y finaliza su trabajo destacando que "como resultado, la desigualdad territorial de la renta ha dejado de ser un problema casi exclusivamente de productividad para convertirse en un problema fundamentalmente de empleo".