
El secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, capitanea desde 2006 el club de las grandes potencias mundiales. Bajo su batuta, la organización trabaja en la redefinición del sistema fiscal internacional en orden a lograr una respuesta multilateral a los retos fiscales que enfrenta la economía global. Ángel Gurría (Tampico, México, 1950) posee una sólida formación económica coronada con la maestría obtenida en la Universidad de Leeds (Reino Unido) y firmemente avalada por su trayectoria. Estuvo al cargo de diversos Ministerios en su país natal, México, tales como Asuntos Exteriores o Hacienda y Crédito Público, aparte de recibir numerosos títulos honoríficos, galardones y condecoraciones de distintos foros y países. El secretario general de la OCDE departe con elEconomista sobre los asuntos de más candente actualidad y, con un tono reflexivo pero audaz, defiende la necesidad de que España pase la página de la interinidad gubernativa para poder abordar la toma de decisiones y, sobre todo, confeccionar unos nuevos Presupuestos ya que los actuales "llevan prorrogados demasiado tiempo". No obstante, confía plenamente en el compromiso de nuestro país con la sostenibilidad de las Cuentas Públicas. En clave internacional, aboga por atajar la competencia fiscal entre jurisdicciones y, aunque reconoce la soberanía de los Gobiernos, aconseja que la fiscalidad de la economía digital se aborde de forma coordinada y duradera. Gurría hace una advertencia en relación a la incertidumbre derivada del Brexit o las negociaciones entre China y Estados Unidos, que pueden agravar la tónica de desaceleración, y ensalza el papel de los bancos centrales -"han sido héroes en los últimos tiempos"- mientras recuerda el mensaje de su prólogo al libro Capitalismo. Crisis y Reinvención (Tirant Humanidades, 2019), del consejero de elEconomista América Ramón Casilda, a partir del cual concluye que, ante la inflexión que viven la economía y la geopolítica, "el capitalismo tiene que renovarse o morir".
El 'Brexit', la pugna comercial de Estados Unidos y China, las crisis políticas en economías clave de América Latina: todos ellos son factores que ahondan la tónica de desaceleración de la economía global. ¿Qué horizonte, qué esperanzas tenemos en el momento actual de revertir esa tónica de enfriamiento económico?
Efectivamente, asistimos a importantes retos económicos, sociales y políticos que están frenando el crecimiento, en buena parte como consecuencia de la caída en el comercio y la inversión. ¿Y qué está lastrando estos motores de la economía global? Precisamente la incertidumbre, por las razones que usted acaba de citar, y que no han hecho sino acentuarse. Acabamos de actualizar nuestras perspectivas económicas globales, que hemos revisado a la baja: el crecimiento mundial será del 2,9% en 2019 (tres décimas por debajo de lo que proyectamos hace tan sólo seis meses) y cerca del 3% en 2020 y 2021 (cinco décimas menos que nuestra proyección del pasado mayo). Nos preocupa que eso que los economistas llamamos "riesgos a la baja" se puedan materializar: un Brexit más o menos duro, la falta de acuerdo entre Estados Unidos y China, la desestabilización social en varios países, nuevos conflictos geopolíticos, el impacto cada vez más evidente del cambio climático en nuestras economías...
¿Y cómo actuar ante ello?
Ante todo ello, como siempre digo, la cuestión no es ser optimista o pesimista, sino activista. La solución está en nuestras manos, y lo que hay que hacer es afrontar estos retos atacando sus causas profundas, no sólo los síntomas. Tenemos que replantear las políticas para hacer frente a un mundo en continuo cambio. Desde la OCDE venimos abogando por reforzar la cooperación internacional, con medidas coordinadas que restablezcan la confianza e impulsen el crecimiento inclusivo y sostenido, sin dejar a nadie atrás. Esa es nuestra esperanza, y en ello es en lo que estamos trabajando con los Gobiernos, con los alcaldes, con otros organismos internacionales y con todos los actores que pueden ser motores de este cambio.
¿Le preocupan las finanzas públicas españolas tras el resultado de las elecciones del 10-N ante una coalición con un partido, Podemos, que propugna incrementos del gasto?
No estamos preocupados porque sabemos que en España hay un compromiso firme con la sostenibilidad de las Cuentas Públicas, y así ha quedado explicitado en el último punto del preacuerdo que los dos partidos con mayor probabilidad de formar Gobierno firmaron el pasado 12 de noviembre. Hablan de gasto social, pero reconocen la necesidad de controlarlo y de garantizar el equilibrio presupuestario.
Finanzas públicas: "Los Presupuestos españoles llevan prorrogados demasiado tiempo"
Pero en España tenemos un profuso historial de incumplimiento de la meta de déficit. ¿Es factible ese control del gasto?
El problema no es aumentar el gasto, sino financiarlo mediante una fiscalidad justa y equitativa. Estamos seguros de que el nuevo Gobierno estará comprometido con la estabilidad de las finanzas públicas, porque no se puede ni se debe hipotecar el futuro de las generaciones que vengan detrás, y es cierto que la deuda española tiene que reducirse paulatinamente. A nosotros lo que nos preocupaba es que España no tuviera Gobierno, o tuviera un Gobierno interino durante demasiado tiempo, sin la capacidad de tomar las decisiones importantes que el país necesita, empezando por la aprobación de unos Presupuestos que llevan prorrogados demasiado tiempo y no responden a nuevas realidades. Así, esperamos que España pueda pasar pronto esta página de interinidad y afrontar con decisión los retos a los que se enfrenta.
La mayor longevidad está desestabilizando los sistemas públicos de pensiones de muchos países, entre ellos, de España. ¿Qué medidas cree necesarias para afrontar este reto?
La longevidad es una buena noticia, pero plantea importantes retos a unos sistemas de pensiones diseñados en una época en la que la esperanza de vida era menor y el mercado laboral era muy diferente: se vivía menos tras la jubilación, se empezaba a trabajar antes, se cotizaba con regularidad a lo largo de toda la vida laboral, la movilidad y la necesidad de actualizar habilidades era menor y fenómenos como los microempleos o la llamada uberización de la economía no existían. Hoy en día el empleo no estándar (como el autoempleo, el trabajo temporal o el trabajo a tiempo parcial) representa ya un tercio del empleo total en la OCDE. Más allá de mejorar la calidad del empleo y asegurar que tenemos sistemas de cotización sólidos a los que el trabajador contribuye firme y regularmente a lo largo de su carrera profesional, es indudable que la longevidad y envejecimiento de la población en la mayor parte de países de la OCDE hace que aumente la tasa de dependencia. En los últimos 40 años el porcentaje de personas de más de 65 años en los países de la OCDE frente a aquellos en edad de trabajar (de 20 a 64 años) pasó del 20% al 31%, y subirá hasta el 58% de aquí a 2060. Al mismo tiempo, las bajas tasas de interés plantean un reto a la rentabilidad de los fondos de pensiones, ya sean públicos o privados.
¿Qué demanda a este respecto la OCDE?
Desde la OCDE llevamos ya tiempo pidiendo mayor flexibilidad en la edad de jubilación, con mecanismos e incentivos que permitan prolongar la actividad siempre que se pueda y se desee. También creemos necesario que se combinen más y mejor las pensiones de capitalización y de reparto, y que se analicen los incentivos al ahorro para la jubilación, con la finalidad de que cumplan su objetivo. Consideramos indispensable que haya una fuerte red de seguridad social que preste especial atención a los grupos más vulnerables, ya que muchas de las brechas sociales que observamos se acentúan aún más llegada la jubilación. Y no nos llamemos a engaño: la migración bien gestionada puede y debe ser un importante motor para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones público. Creo que España ha entendido desde hace tiempo que las pensiones deben ser una política de Estado que se construye a través de consensos, y espero francamente que en la próxima legislatura se reactive el Pacto de Toledo para afrontar con decisión estos retos.
Tasa digital: "Vamos a garantizar que las multinacionales tributen lo que deben donde deben"
¿Cuándo cree que se podrá activar la tasa digital? ¿Ese gravamen será para todas las multinacionales o sólo las tecnológicas? ¿Cómo se repartirá 'a posteriori' la recaudación entre los distintos países?
Desde la OCDE estamos trabajando estrechamente con todos los Gobiernos en promover una decisión global y consensuada al reto de la economía digital, en lugar de soluciones nacionales que no dejan de ser parches en un sistema que necesita una revisión profunda y multilateral. Las medidas que puedan tomar los Gobiernos individualmente no son una solución duradera. Nosotros respetamos, por supuesto, que cada Gobierno es soberano, pero llamamos la atención sobre los riesgos que la acción unilateral de cada país puede tener, ya que sin coordinación caeremos en la tradicional trampa de la competencia entre jurisdicciones por atraer a las empresas con ventajas fiscales.
En ese escenario, ¿cuál es su plan de acción?
Nosotros estamos articulando una respuesta multilateral a los retos fiscales que plantea la digitalización de la economía -y que ciertamente va más allá de las compañías tecnológicas per se, ya que todos los sectores de actividad participan en mayor o menor medida de la digitalización-. Estamos trabajando en una solución basada en dos pilares para conseguir que las multinacionales, incluidas las empresas digitales, paguen impuestos en aquellos lugares en los que tienen consumidores y sus actividades generan ganancias. El primer pilar consiste en determinar dónde deben tributar las multinacionales, y el segundo se centra en cuánto, con la introducción de una tasa mínima al Impuesto de Sociedades, a nivel global. Estamos debatiendo las propuestas bajo estos dos pilares en estos meses, involucrando a todos los países e interlocutores, con la idea de que se pueda alcanzar una solución multilateral a lo largo del próximo año. Estoy seguro de que vamos a lograr un consenso sobre cómo afrontar este reto, y garantizar que las multinacionales tributen lo que deben, donde deben.
¿Los bajos tipos de interés están de algún modo revelando el agotamiento de las herramientas al alcance de los bancos centrales para relanzar las economías?
Estamos en un momento en el que la política monetaria ha llegado a sus límites y tenemos que hacer un mayor uso de la política fiscal y, muy especialmente, acometer las reformas estructurales que nuestras economías necesitan. Como he dicho en alguna ocasión, los bancos centrales han sido héroes en estos últimos tiempos. Tras diez años de mantener las tasas de interés bajas y de realizar inyecciones masivas de capital mediante la flexibilización cuantitativa y la compra de deuda y de activos, les quedan pocas balas.
Pensiones: "Espero que se reactive el Pacto de Toledo para afrontar los retos de futuro"
¿Detecta una cierta incapacidad de las economías para generar inflación?
Efectivamente, pese a este despliegue sin precedentes del arsenal monetario, la inflación continúa baja, y el crecimiento se está desacelerando. Por todo ello, creemos que es el momento de ceder más protagonismo a la política fiscal y a la inversión, pública y privada, aprovechando las necesidades que plantea la digitalización y la transición hacia una economía más verde y más inclusiva. Nuestros países necesitan reformas estructurales profundas, que hagan frente a estos retos. Si estas acciones son coordinadas, y actuamos de manera multilateral, estoy seguro de que multiplicaremos su efecto positivo, mejorando la vida de los ciudadanos.
En el prólogo del libro Capitalismo. Crisis y Reinvención, de Ramón Casilda, usted refleja que nos encontramos en un momento de inflexión fundacional, tras el desapego ciudadano a instituciones fundamentales de nuestro esquema previo, como la democracia, la economía de mercado, la globalización y el capitalismo. ¿Cómo atajar esta situación para que se reconduzca a un impulso dinamizador y no a una involución?
En efecto, estamos asistiendo a un momento clave en el que vemos cómo muchos de los pilares que han vertebrado nuestras economías y nuestras sociedades se están poniendo en entredicho. Los ciudadanos están perdiendo la confianza en las instituciones, en el sistema, porque sus expectativas de mejora se ven truncadas: por primera vez, las nuevas generaciones no esperan vivir mejor que sus padres. Y esa promesa de progreso continuado es un eje central del sistema capitalista. Por eso las dos palabras que definen el título del libro de Ramón Casilda -"crisis" y "reinvención"- son fundamentales para entender el momento que vivimos. ¿Qué hacer? Es necesario un cambio profundo, una verdadera reinvención que no puede quedarse en mejoras superficiales. El capitalismo tiene que "renovarse o morir", como diría Unamuno. Hay que atajar las desigualdades haciendo la economía más inclusiva. Hay que preservar el planeta haciendo la economía más sostenible, lo cual implica repensar seriamente nuestros modelos productivos y nuestras pautas de consumo. Y la gobernanza tiene que ir por delante de la tecnología y la digitalización, no por detrás, si queremos aprovechar su potencial para mejorar nuestras vidas. En la OCDE llevamos tiempo trabajando sobre estos temas, con audacia y sin prejuicios, reconociendo la complejidad de los tiempos que vivimos y la necesidad de poner la globalización al servicio de las personas, y no al revés. O actuamos en consecuencia y de manera decidida, o asistiremos a una involución cuyas consecuencias pueden ser terribles. En la OCDE lo tenemos claro, y es en esta línea en la que estamos trabajando con todos los países. Nuestro lema lo resume: mejores políticas para una vida mejor.