Llegado el mes de diciembre de cada año, los economistas del banco danés Saxo Bank publican una lista de diez eventos económicos para el siguiente año que no aparecen entre las previsiones de las instituciones financieras. Estos eventos se suelen denominar cisnes negros. Una de esas descabelladas predicciones realizadas a finales de 2018, con vistas a este año, ha estado a punto de hacerse realidad: la entrada de Alemania en recesión. La incertidumbre generalizada y el estancamiento del comercio internacional han dejado a la producción germana muy cerca de presentar descensos en dos trimestres consecutivos, algo que finalmente no ha ocurrido.
La llegada (tanto por imprevista como por su magnitud) de estos cisnes negros puede tener un gran impacto en la economía (y otros campos) y en los mercados. Hablar de cisnes negros se ha convertido en algo habitual gracias al escritor y filósofo Nassim Taleb, que en 2007, con su célebre libro 'El cisne negro', puso bajo los focos este tipo de eventos. En 2018, cuando se realizó la previsión sobre la economía germana, este escenario era muy poco probable. Aunque es cierto que Alemania y la zona Europa ya habían comenzado a desacelerarse, pocos podían vaticinar que podía llegar a rozarse la recesión técnica. El Banco Central Europeo y muchas otras instituciones hablaban de un parón temporal de la actividad industrial por los cambios normativos en el sector del automóvil, unos problemas que tras ser resueltos devolverían el crecimiento a Alemania de forma sólida y continuada.
Por ejemplo, la Comisión Europea (CE) todavía vaticinaba en sus previsiones de otoño del año pasado que la economía alemana crecería un 1,7% en 2018 y que ganaría fuerza durante 2019, con un avance del PIB del 1,8%. Sin embargo, lo que empezó siendo algo temporal se terminó convirtiendo casi en una nueva normalidad para Alemania. Algo más de un año después, las previsiones que ha presentado la OCDE la semana pasada hablan de un crecimiento del 0,6% para 2019 y del 0,4% en 2020, muy alejadas de lo que preveía la CE.

El factor específico y temporal que estaba lastrando a la locomotora europea no era ni una cosa ni la otra. Alemania rozó la recesión tras un segundo trimestre de crecimiento negativo y un tercer trimestre en el que se 'salvaron los muebles' con un avance del 0,0842% de la producción (PIB). Alemania se salvó de la recesión técnica gracias a un consumo privado que se mantuvo en positivo y al desplome de las importaciones (que entran con signo negativo en la fórmula que da lugar al PIB).
Efecto sobre la economía
Por otro lado, este 'casi cisne negro' ha cumplido con lo que se espera de estos eventos: un suceso de gran impacto, que no se espera y que una vez pasado se busca una o varias razones para que parezca explicable. La 'crisis' en Alemania ha tenido un gran impacto, reduciendo el crecimiento en toda la Eurozona a su ritmo más lento desde 2014. Los problemas en Alemania fueron la chispa que ha prendido la fuerte desaceleración de la zona euro. Además, la inflación vuelve a encontrarse muy lejos del objetivo cercano al 2% (aquí entran otros factores también) y el Banco Central Europeo se ha visto obligado a reducir aún más los tipos de interés y reanudar las compras de deuda.
El cisne negro del que advertían desde Saxo Bank relataba literalmente que el motor de Europa se griparía por la subida de aranceles sobre los automóviles y una estructura productiva que carece de la digitalización necesaria para competir a medio plazo en los mercados globales. Los aranceles sobre los automóviles europeos aún siguen en el aire, pero toda la incertidumbre que genera la política comercial de Donald Trump (junto a otros factores de incertidumbre como el Brexit) han frenado las decisiones de inversión de muchas empresas y las compras de otras. Se ha producido un descenso del comercio intraeuropeo que tuvo su germen en los problemas de la industria alemana desde mediados de 2018.
Ahora, las perspectivas para Alemania son cuanto menos mediocres. La OCDE destaca que es una economía muy dependiente de las exportaciones y que por tanto ha sufrido un golpe sustancial por el estancamiento del comercio mundial, con la disminución de los pedidos de exportación y la producción industrial. "Las interminables disputas comerciales y la incertidumbre del Brexit están afectando a la confianza y a la inversión de las empresas". El principal riesgo es que la recesión del sector industrial termine expandiéndose al sector servicios y a la industria, que por ahora aguantan el envite, pero muestran signos de desaceleración.