
Los peores fantasmas del pasado vuelven a recorrer América Latina, pero a esta vez en un grado más preocupante que en los últimos años, dado que el único país políticamente y socialmente estable en el Cono Sur como era Chile está albergando numerosas protestas que han provocado una crisis política cuyo riesgo de contagio es notable a otros países de la región, especialmente Argentina y Brasil.
A esta situación se suma una nueva bajada de previsiones económicas para el cierre de 2019 y para el año próximo. En este sentido, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha vuelto a rebajar de forma contundente las previsiones de crecimiento del PIB de la región hasta prácticamente el estancamiento económico. Prevé cuatro décimas menos que en julio hasta el 0,2% para 2019 y cinco décimas menos para 2020 situando la previsión en el 1,8%.
Tan drástico recorte se produce, por un lado, por la debilidad de economías como la brasileña por problemas coyunturales como el corte del suministro minero; pero, por otro lado, la extensión del populismo ya está produciendo los primeros efectos tanto por aplicación de políticas como por expectativas como son los casos de México y Argentina. A ello se añade la inestabilidad política en otros países como Ecuador y la destrucción económica de Venezuela.
La región económica crecerá en 2020 a la mitad de ritmo que la economía global
Por el contrario, Colombia, Perú y Chile aguantan en sus previsiones entre el 2,5% y el 3,4% interanual en 2019, pero en los próximos trimestres se pueden producir ajustes especialmente en Chile por los efectos de las protestas recientes. La situación macroeconómica puede ser peor si se produce un contagio de las tensiones políticas en un área económica que crecerá en 2020 a la mitad de ritmo que la economía global.
Este escenario muestra las consecuencias económicas que tiene el nombramiento de gobiernos populistas, en una ola que puede afectar a países que se han mantenido estables en los últimos años. La ola de extensión de las democracias en Latinoamérica que comenzó a finales de los años setenta corre el riesgo de sufrir un retroceso notable y hundir sus economías. La imposición de estilos políticos autoritarios termina manifestándose como inseguridad jurídica, explosión del gasto público, corrupción y aumento de la pobreza.
Tal como muestra el profesor Kenneth Rogoff, la inseguridad jurídica paraliza la inversión y el desarrollo a medio plazo de economías fuertemente dependientes del ahorro externo para financiar su crecimiento, traduciéndose en ampliaciones considerables del diferencial de crédito hasta el punto como le sucede a Argentina de que sea prácticamente imposible financiar al Estado a través de los mercados de capitales o la paralización de la inversión exterior en México a causa de la suspensión de las obras del aeropuerto de Ciudad de México.
En segundo lugar, los Gobiernos de corte populista expanden hasta límites extraordinarios el gasto público, creando redes clientelares extensas cuyo voto queda cautivo al depender su sustento económico de las ayudas concedidas por los Gobiernos populistas. Dado que la orientación de la política fiscal se hace hacia el gasto y no hacia la generación de riqueza vía inversiones, los ingresos tributarios disminuyen y se genera un déficit y deuda crecientes e insostenibles.
En tercer lugar, ante la complejidad de las finanzas públicas, la tentación del populista es el de financiar el gasto con recurso al Banco Central de forma directa. Dado el tipo de mecanismo usa (monetización directa de la deuda pública), la liquidez creada se pone en circulación llegando a la economía real y, mientras el crecimiento baja, la masa monetaria crece. Así, se genera un proceso inflacionario que en economías como la venezolana supone la destrucción del país.
Los populistas en la época Kirchner se convirtieron en arbitrajistas gracias a mecanismos como el cepo cambiario
En las aguas revueltas de un país con crisis inflacionaria, restricción de capitales y concentración de poder, se genera el caldo de cultivo adecuado para la extensión de la corrupción. Las decisiones políticas y económicas acaban en manos de unos pocos cuyos intereses son los de controlar los flujos monetarios, especialmente en el comercio y negocios con el exterior. En casos como el de Argentina, los populistas en la época Kirchner se convirtieron en arbitrajistas gracias a mecanismos como el cepo cambiario con el que controlaban las grandes transacciones con el exterior.
La combinación de estos factores conlleva la extensión de la pobreza y también la desigualdad de renta y riqueza. Esto supone desandar el camino en países como Argentina y Chile, donde la desigualdad relativa ha descendido notablemente en los últimos años y son países que el Banco Mundial considera de "ingresos altos" al tener un PIB per cápita superior a 12.000 dólares.
Está en peligro desandar el camino de décadas de desarrollo en los principales países, donde sus ciudadanos han vuelto a comprar viejas ideas que se han mostrado fracasadas. En cada época hay una excusa. Ahora se culpa a la globalización, la digitalización y los cambios demográficos como posibles desencadenantes de tensiones y conflictos sociales tal como indican las últimas contribuciones de bastantes analistas en prensa internacional. El mundo ha cambiado siempre y lo seguirá haciendo, y no tiene que causar revueltas públicas o el apoyo a gobiernos populistas.
No hay que poner en peligro el proceso de reducción de la pobreza, el cual se ha acelerado gracias a la globalización. La pobreza extrema en Latinoamérica está por debajo del 10% de la población y bajando, con casos de extraordinaria bajada como México que en 6 años bajó 32 puntos porcentuales. No conviene entregarse a cantos de sirena que poco o nada tienen que aportar a las economías y ese es el deber de presión que tienen las instituciones multilaterales a las cuales terminan pidiendo ayuda los populistas cuando se les acaba el dinero. Sigamos, por ejemplo, el caso de Uruguay como caso de país estable, con una democracia sólida y que cuenta con un sistema fiscal que redistribuye por la vía de la inversión pública y no tanto por cobrar impuestos elevados o gastar enormes cantidades en gasto corriente que son alivios del presente y problemas severos futuros.
Mal clima para las protestas en Chile
No es razonable pensar que las protestas en Chile han surgido de forma espontánea y ni mucho menos tampoco achacar a la desigualdad como factor fundamental. Chile es el país con mayor libertad económica en la región, mayor renta per cápita, menor pobreza y mayor gasto público social per cápita. Las protestas están más bien relacionadas con un hecho más grave que lo que se suele comentar como es la sequía. Las seis regiones centrales más pobladas del país han declarado alertas por sequía, con una estimación de animales muertos de 10.000 y embalses por debajo del 50% de su capacidad.