El deporte en 2020 ha chocado de lleno con el COVID-19. El avance del nuevo coronavirus ha suspendido, o aplazado en el mejor de los casos, las grandes competiciones globales. Sin embargo, el mayor evento del mundo seguía obstinado en celebrar sus pruebas en las fechas previstas (del 24 de julio al 9 de agosto), hasta este domingo 22 de marzo. Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 renegaron durante mucho tiempo de la tónica general y apuraron todas sus opciones, conscientes de todo lo que había en juego: patrocinadores, entradas, derechos de televisión... y un importante golpe a la economía de Japón, que podría reducir su PIB en un 1,4%. Si nueva fecha, el Comité Olímpico Internacional (COI) se da cuatro semanas para estudiar la situación.
Cuando el pasado martes la UEFA anunció que posponía la Eurocopa 2020 hasta 2021, el fútbol dio el último gran portazo a un cierre que puso en jaque a todo el mundo del deporte. Al rey de las disciplinas le habían acompañado en baloncesto (NBA y Euroliga), tenis (Roland Garros), ciclismo (Giro d'Italia), atletismo (Diamond League)... en definitiva, prácticamente todas las actividades planteadas para desarrollarse durante los próximos tres meses.
No así los Juegos Olímpicos que con un COI consciente de lo que había en juego, siguió desviando la mirada y esperando a acontecimientos futuros. "Con más de cuatro meses por delante, no hay necesidad de tomar decisiones drásticas y cualquier especulación en este momento sería contraproducente. Las otras competiciones son más optimistas que nosotros, pues han pospuesto sus eventos hasta abril o finales de mayo", reflejó el máximo organismo en un comunicado el pasado 17 de marzo que fue defendido a capa y espada por su presidente Thomas Bach en una entrevista con el New York Times tres días después.
Desde el COE se consideraba que de no aplazarse, los atletas españoles "estarían en desventaja" puesto que el CSD siempre fue reacio a permitir excepciones por el confinamiento con los deportistas
El líder alemán se reunió, la pasada semana, con los 206 comités olímpicos y desde muchos de ellos recibió alicientes para aplazar el evento. El Comité Olímpico Español (COE) fue de los más duros, mostrando la difícil situación que tienen los atletas españoles para entrenar ante la medida de confinamiento aprobada por el Gobierno. Una norma inalterable, según fuentes consultadas del Consejo Superior de Deportes (CSD), que demandaba a los deportistas "mantenerse en sus casas, a la espera de situaciones futuras".
Sin embargo ya no se hará tanta mella en la situación de los atletas olímpicos españoles, pues Tokio 2020 no abrirá sus puertas el 24 de julio, sino en una nueva fecha que darán a conocer en un mes. Desde febrero el COI ha mantenido un grupo de trabajo junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Comité Organizador de Tokio 2020, el Gobierno de Japón y el Metropolitano de Tokio y es precisamente en ellos, en los que se ha apoyado para mantener su apuesta de unos JJOO que arrancasen en la fecha prevista. Más cuando tras la última reunión del G-7, el primer ministro nipón, Shinzo Abe, remarcó el "apoyo de los líderes mundiales para celebrar los Juegos Olímpicos y Paralímpicos a la perfección, como prueba de que la raza humana derrotará al coronavirus".
Pero confirmada la demora que el propio Abe ya contempla en un claro cambio de discurso, no así la cancelación, Japón y el COI tendrán ahora que configurar un nuevo calendario y hacer frente a un daño severo a sus economías. Para la construcción de infraestructuras se destinaron 35.000 millones de euros, además se habían proyectado ingresos de 800 millones en venta de entradas, 2.700 en derechos de televisión y casi 3.000 solo en patrocinios locales (Samsung o Google Japón, entre las más destacadas), a los que hay que sumar los de empresas como Coca-Cola, Airbnb o Visa.
En total, un golpe de facturación a corto plazo que podría llegar hasta los 5.600 millones de euros (670.000 millones de yenes). Un descenso de los beneficios, estimados por la firma de inversión SMBC Nikko Securities, que supondría retroceder el PIB de Japón en un 1,4%, aunque no así en las finanzas del COI que, en palabras de Bach, "no tiene problemas de caja y mantiene un seguro de 13 millones que solventa parte de las pérdidas en caso de debacle".
Los dos últimos Juegos de Verano, los de Londres 2012 y Río 2016, supusieron en los años futuros un considerable impacto económico (la cita británica calculó en 2018 que había recibido 150 millones de euros solo por esta cita) y al aplazarse Tokio 2020, el turismo que recibe Japón también podría verse resentido por el factor confianza. Este evento estaba destinado a paliar la imagen dañada del país por el accidente nuclear de Fukushima en 2011, pero toda la actual crisis ha terminado de desviar este concepto de armonía que ya fue usado en el pasado.
Tokio 1964 ya demostró la capacidad del país nipón en superar una catástrofe y sentó precedente en cuanto al uso de la tecnología en los Juegos Olímpicos
El Estado nipón, con su capital como bandera, ha seguido en estos JJOO la tónica de abrirse al mundo tras un desastre, que ya mantuvo en su otra edición celebrada en 1964. Por aquel entonces, las autoridades asiáticas consideraron que era el momento oportuno de demostrar que las consecuencias de las bombas atómicas sobre Nagasaki e Hiroshima estaban superadas y Tokio representó el salto a la era moderna.
Con una inversión de 3.000 millones de dólares (más de 14.000 en una estimación actual), los XVIII JJOO fueron los primeros en ofrecer audiencias masivas por todo el globo. Las retransmisiones en directo, por primera vez a color, llegaron a Norteamérica y Europa, se usaron ordenadores para registrar las marcas de los atletas y Japón demostró estar a la vanguardia tecnológica para sentar un precedente en el deporte.
Esa imagen de sociedad moderna vuelve a estar en juego, pero con el más que seguro aplazamiento ya se ha descartado la imagen de ser el gran acontecimiento que resistió en su totalidad a una pandemia y eso repercutirá directamente en la bolsa de ingresos que esperaba Japón. Por ello, la obstinación a luchar contra el coronavirus y su efecto sobre el deporte. Tokio 2020, el COI y las autoridades gubernamentales han doblado su brazo por las recomendaciones de la OMS y la tónica de otros eventos y habrá que esperar hasta nuevo aviso para poder ver a los 11.000 atletas desfilar sobre el estadio olímpico.