
El presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, afirmó hoy que Bruselas hará "todo lo posible" para evitar que se cree pánico bancario en Italia, un peligro que dijo que no es una amenaza para el país en este momento pero ante el que prefirió "asegurarse". Hace pocos días se especuló con la posibilidad de que el Gobierno italiano tuviera que inyectar miles de millones en varios bancos para evitar el pánico.
"Hemos discutido la cuestión con (el primer ministro italiano) Matteo Renzi. La Comisión Europea hará todo lo posible para evitar cualquier tipo de pánico bancario", aseguró Juncker al término de la primera jornada de la cumbre europea de líderes europeos que se ha celebrado este martes en Bruselas.
"No es un peligro para Italia en este momento, pero tenemos que asegurarnos, dada la incómoda situación a nivel global en la que nos encontramos, de que el sector bancario en Italia y en cualquier otro lugar estará protegido de la mejor manera posible", añadió.
Los problemas de la banca
Italia está contemplando un nuevo programa de ayuda a los sectores más frágiles de su banca, con el que el Gobierno liderado por Renzi pretende inyectar unos 40.000 millones de euros de fondos públicos en las entidades para evitar que los prestamistas poco capitalizados sufran pérdidas, según el diario británico Financial Times.
Las normas europeas de ayudas estatales establecen condiciones estrictas para este tipo de operaciones, por lo que Renzi pretende que se declare que la situación abierta tras el voto británico a favor del Brexit sea considerada una "situación excepcional" que les dé el margen necesario para la inyección de fondos públicos, según el diario.
El gobierno de Italia busca estabilizar un sistema financiero que en los últimos años acumula el impacto consecutivo de 360.000 millones de euros en préstamos impagados, un crecimiento económico ralentizado y tipos de interés históricamente bajos que han atacado de forma severa el margen de las entidades. Y todo ello con un plan que, de concretarse, sería el segundo que Roma esboza para rescatar a su sector bancario, después de un intento previo que ya fue bloqueado por Bruselas.