
El cambio de BBVA en la opa, recogido por el mercado como un mero "ajuste técnico", esconde un movimiento táctico susceptible de afectar a la política de remuneración al accionista de Banco Sabadell. La entidad catalana apuntó ya en el mes de julio su disposición a mejorar la retribución con un mayor dividendo ordinario y, sobre todo, con la reactivación del programa de recompra de acciones congelado en aplicación del deber de pasividad exigible por la opa. La prohibición decae, sin embargo, si vuelve a ser aprobado en junta de accionistas por sus dueños, algo que la cúpula de la entidad vallesana había anticipado que promoverán en la próxima convocatoria de la Asamblea que podría ser en marzo.
Sabadell elevó el pasado año su promesa de dividendos por encima de los 2.900 millones para el periodo 2024-2025 a la luz de los resultados récord. La expectativa es que haya superado los 1.600 millones de euros en beneficios en 2024, de los que repartiría, al menos, 960 millones en dividendo ordinario por aplicación del pay out del 60% que se había fijado. De forma adicional tiene el compromiso de distribuir el capital que exceda el 13% de su CET1. Su balance alberga casi 638 millones en solvencia extra por encima de dicho umbral, con los datos cerrados a septiembre, y que podría fácilmente destinar a dichas recompras.
Solo con estos números sumaría unos 1.598 millones, que si los repartiese al 50% en dividendo y 50% en recompras como hizo el pasado año le permitirían adquirir un paquete de títulos cercano al 7,3% de su capital. Y el mercado espera además que en el último trimestre haya sido capaz de mejorar la generación de capital, sin contar en todos esos números el talón extraordinario de 406 millones que un tribunal británico exige que le entregue Cerberus por el ladrillo que le vendió en 2018.
Pulmón para dividendo y recompras
Su capacidad de fuego es incontestable y la expectativa del mercado es que la aproveche para convencer al inversor de su elevado atractivo como entidad independiente mientras que se ve como impacta en las cuentas de BBVA la situación en México. Pero el último movimiento del grupo vasco introduce elementos nuevos en la trama.
En síntesis, al grupo liderado por Carlos Torres le bastará ahora con lograr el 50,01% de las acciones con derecho a voto y no el 50,01% del capital total al que había supeditado el éxito de la operación porque ha pedido que no cuente en el cómputo la autocartera de Sabadell. Si el banco vallesano comprara el 10% de autocartera, BBVA solo necesitaría comprar el 45,01% del capital real. Es decir, cuanto más capital acopie Sabadell en autocartera, el BBVA tiene que convencer a inversores con menos participación accionarial para que acepten su oferta y además bajaría su factura total por la compra porque el número de títulos propios que tendría que dar en canje por los del vallesano sería menor. Según analistas, eso dejaría margen a BBVA para subir el precio.
Ahora bien, también puede inclinar la balanza en el vallesano hacia una mayor distribución de dividendos ordinarios y, en cualquier caso, los programas de recompras de acciones no son instantáneos. Desde que se aprueban hasta que se ejecutan compromete semanas e, incluso, meses, de forma que su desarrollo se acompasaría con el devenir de los acontecimientos. En cualquier caso, la última jugada de BBVA ha sorprendido al mercado.
Algunos analistas afeaban ayer en sus informes la falta de previsión de un cambio que consideraron obvio –Sabadell desveló que reactivaría las recompras en el mes de julio–. Para otros expertos, denota que su oferta puede no estar concitando el apoyo masivo que esperaba y se ve forzado a mirar todo ajuste posible para rascar el porcentaje de adhesión necesario y evitarse un estrepitoso fracaso. Cuando lanzó la opa, el 48% del capital estaba en manos de minoritarios, en su mayoría con lazos comerciales e, incluso, emocionales con la entidad catalana.