
La tendencia a agrupar toda la relación bancaria en un sola sola entidad se ha quedado definitivamente atrás y cada día son más los ciudadanos que buscan el "segundo banco" ante la activa rivalidad planteada, de forma especial, por jugadores digitales y en los últimos tiempos alentados además a buscar el mejor rendimiento a los ahorros.
Desde la pandemia del Covid-19, el porcentaje de ciudadanos que trabaja en exclusiva con un único banco ha descendido desde el 64,9% al 50,6% o, a la inversa, aquellos que operan con diferentes entidades han pasado de representar un 35,1% a suponer ahora el 49,40%.
El proceso se ha intensificado de manera evidente además en el último año, cuando el porcentaje de usuarios con cuentas en diferentes operadores saltaba desde el 47,1 al 49,40%. Y la conclusión es que hoy los ciudadanos trabajan con 1,73 bancos de media, muy por encima de los 1,44 contabilizados en plena pandemia del Covid.
Los datos corresponden al último estudio realizado por Inmark, consultora que lleva décadas tomando el pulso al sector y colocando números a los resultados de sus ofensivas comerciales. Sus conclusiones proceden de entrevistas a más de 12.000 personas con 18 años cumplidos y que efectúa siempre entre los meses de marzo y junio.
La última, correspondiente a 2023, utilizó entrevistas a 12.015 personas, de las que 6.539 indicaron pertenecer a un núcleo familiar (su profundidad excede a las de, por ejemplo, las encuestas de intención de voto en elecciones que se realizan por teléfono a un espectro de 1.000 o 1.200 personas).
La directora de Estudios Multicliente en Grupo Inmark, Ana Delia Revilla, explica que detrás de la nueva tendencia hay una fuerte apertura de nuevas cuentas en entidades "que basan su oferta en el canal online" y por los neobancos.
Su creciente presencia se ha visto favorecida por el "hecho de no aplicar comisiones por servicios" y, en los últimos meses además, por incorporar a sus catálogos remuneraciones al ahorro vía cuentas o depósitos tradicionales mientras que la gran banca continúa sin retribuir las imposiciones clásicas y opta por ofrecer al cliente otras alternativas para sacar provecho a su dinero vía fondos de inversión o seguros de vida-ahorro.
Fin a la unificación
Supone una ruptura de la tendencia que dominó durante años de aglutinar todas las posiciones en una única entidad, intensificada durante el boom inmobiliario y después de la crisis financiera. Y es que la banca se ha esforzado durante años por estrechar los lazos comerciales con sus clientes bonificando la adquisición de productos cruzados.
Se trata de algo muy evidente en las hipotecas donde el tipo de interés más económico se consigue suscribiendo diferentes pólizas de seguros o planes de pensiones y realizando un uso intensivo de tarjetas bancarias o con la domiciliación de recibos.
En los últimos años se impuso además el cobro de comisiones por gestión y administración de cuentas o tarjetas salvo que el cliente asumiese un mínimo de relación comercial con el doble objetivo de desalentar la relación con aquellos otros usuarios inactivos que repercutían costes sin rentar y diversificar la vía de ingresos para paliar el revés que ha supuesto durante ocho años los tipos de interés negativos del Banco Central Europeo (BCE) para el sector financiero.
El resultado de la bonificación en precios por una mayor relación comercial y la penalización por comisiones al cliente menos vinculado o inactivo provocó una paulatina concentración de la relación financiera en una sola entidad, mientras que se cerraban las cuentas poco operativas que costaban comisiones.
Con la pandemia, los hábitos de los usuarios en su operativa bancaria cambian de forma clara y favorece la acelerada penetración de las operaciones vía banca digital, al tiempo que irrumpen con fuerza nuevos jugadores que ofertan servicios sin comisiones, contribuyendo todo ello a cambiar la tendencia. La aparición de ofertas de remuneración al ahorro vía cuentas o depósitos habrían alimentado esa búsqueda de una segunda o tercera entidad financiera en los últimos tiempos.
El estudio revela, precisamente, un acopio de hucha creciente al que los ciudadanos buscan sacar provecho. Un 42,4% de los españoles cuentan con algún producto de ahorro o inversión frente al 40,8% que lo declaraban el pasado año y el apenas 35,7% que confesaba tenerlos durante la pandemia.
El dinero aparcado en cuentas a la vista y sin remunerar alcanzó, de hecho, 941.800 millones récord en 2022 a medida que caía el saldo en depósitos por su bajo atractivo.
Cambia cuando el BCE vuelve a subir los tipos y aparecen ofertas remuneradas en imposiciones de la banca extranjera y online y las entidades tradicionales se afanan en comercializar fondos de inversión.
El dinero en depósitos pasa, en concreto, desde un suelo de 64.383 millones el pasado año a 85.890 millones, es decir, 21.507 millones más, en junio pasado, de acuerdo a las estadísticas del Banco de España. La tendencia a ahorrar o intentar rentabilizar el patrimonio del ciudadano es, curiosamente, inversa a los que declaran utilizar el pago aplazado en tarjeta, donde el porcentaje de población que confiesa tenerlo cae desde el 18,5 al 13,9%.