La carrera por promover la descarbonización de economías y empresas a través de la banca apretará el ritmo a partir de 2024. Las entidades financieras deberán reportar en enero el bautizado como GAR (green asset ratio), un indicador nuevo con el que los supervisores buscan medir el peso o proporción que suponen los activos que financian y se invierten en actividades económicas consideradas sostenibles sobre el total de activos.
"Esto significa que los bancos deberán proporcionar evidencia cuantificable que demuestre en qué medida las actividades que financian cumplen con la Taxonomía de la UE define como sostenible", explica Carla Azorí, Regulatory Affairs Manager en Accuracy.
El viaje para la banca fija uno de sus principales hitos en la firma de los Principios de Banca Responsable de la Organización de Naciones Unidas en 2019, como compromiso colectivo para ayudar a descarbonizar la economía a través de su rol esencial de canalizar la financiación de sus clientes y con metas y objetivos pautados a largo plazo.
"Hasta ahora, las ambiciones y compromisos climáticos de los bancos han consistido principalmente en redirigir el capital hacia inversiones verdes o reducir sus inversiones a largo plazo en combustibles fósiles", explica Azorí.
El salto que introducirá el GAR, que en la práctica se convertirá en un ratio estándar y comparable entre entidades, es que "proporcionará una captura de pantalla más transparente de la cartera de un banco y su nivel de sostenibilidad", agrega e indica que eso permitirá ver con claridad cómo cumplen las entidades con los compromisos.
Antes de dar este paso, el Banco Central Europeo (BCE) pulsó en julio del año pasado la preparación del sector con una prueba de resistencia climática cuyo resultado arrojó la preocupante conclusión de que alrededor del 60% de los bancos aún no contaba con un marco de prueba de estrés para esta exposición o que solo un 20% considera este vector a la hora de otorgar préstamos.
Fue un estudio casi de aproximación, para comprobar el grado de preparación de las entidades y extraer lecciones en ambos lados para abordar el desafío. El nuevo ratio arranca con el mismo objetivo de avanzar en el camino de la sostenibilidad utilizando los reportes, pero el supervisor (BCE) y el regulador (la Autoridad Bancaria Europea, EBA) elevan el tono.
Su reporte añade presión porque su resultado se tendrá en cuenta en el examen anual a los bancos sobre sus riesgos para determinar los requerimientos de capital. "De los resultados obtenidos y de las vulnerabilidades identificadas en cada una de las entidades, previsiblemente se incorporarán dentro de la carta SREP (Proceso de Revisión y Evaluación Supervisora), lo que conlleva que las entidades habrán de implementar los planes de acción con el objetivo de remediar y mitigar los riesgos identificados en el modelo de negocio, el marco de gobernanza y gestión de riesgos y en los sistemas de reporting. De no ser así, cabría la posibilidad de que el supervisor exigiera mayores requerimientos de capital", apunta Azorí.
El requerimiento se ve, sin embargo, como un gran desafío porque no computarán todos los activos para el ratio aunque sí estarán reflejados en la ecuación al formar parte del balance, con el riesgo de que arroje resultados difíciles de comparar entre entidades, sobre todo, si tienen modelos de negocio muy distintos.
La recolección de datos exigirá además amplios recursos por la dificultad del ejercicio y más cuando los plazos son limitados. "El reto radica a priori no tanto en los datos de las variables flujo, sino en la manera de clasificar el histórico de las operaciones stock del activo, que previsiblemente precisarán de asesoramiento externo dentro de los sistemas de gestión de reporting", infiere.
En una primera aproximación, la Autoridad Bancaria Europea (EBA) estimó que la banca tenía un GAR medio del 7,9% en un ejercicio piloto realizado en mayo de 2021 para una muestra de 29 bancos y advirtió gran dispersión de resultados. Algunos expertos y firmas de análisis como Standard & Poor's han avisado de que el ratio será diferente según entidades y modelos de negocios por los activos que se incorporarán.
Activos que quedan fuera
Las mayores dificultades para calcular el futuro ratio están en los propios activos que deben o no incluirse y el corto tiempo para recopilar los datos alineados con la taxonomía de la UE, expone la experta de Accuracy.
Aunque todos los activos se incluyen en el denominador, del numerador que definirá el mayor o menor ratio se excluyen las exposiciones frente a gobierno centrales, bancos centrales y emisores supranacionales porque todavía no está claro cómo evaluar su sostenibilidad y los activos mantenidos para negociar, al considerarse que solo permanecerán de manera temporal en el balance.
En las exposición a empresas entran aquellas sujetas a la directiva sobre información no financiera (NFRD) -las pymes deberán cumplirla en 2026-. También queda fuera los derivados, préstamos interbancarios a la vista, efectivos y activos relacionados con el efectivo junto a otros activos como los fondos de comercio, explica.
El reporte se complica porque, según detalla, deberán desglosar el ratio a nivel agregado, pero también con detalle por objetivo ambiental, tipo de posiciones subyacentes, como préstamos, anticipos o acciones, por tipo de contraparte e, incluso, por flujos y posiciones de stock.
En plazo es además limitado porque la foto será sobre balance en 2023 y las propias empresas, cuyas exposiciones deberán registrar, "no están listas para calcular su alineación con la taxonomía". Entre las dificultades figura además que los préstamos para hogares debe examinarlos el propio banco.
Por toda la complejidad, indica que "se espera que las puntuaciones en GAR en los bancos sean bajos en un principio", aunque "aumentará a medida que se incluyan más empresas en el alcance".
