
La empinada subida de los tipos de interés y la previsión de un freno económico en unos meses ha creado el escenario idóneo para que la banca recomponga su inversión en deuda pública. La cartera en manos de las entidades financieras ha aumentado desde los 140.107 millones de euros a cierre de 2021 a 166.012 millones el pasado agosto (últimos datos divulgados por el Tesoro), con un incremento del 18,5% y que restablece la exposición que abandonaron en el año 2020.
Esa inflexión coincide cuando el tipo efectivo en las nuevas emisiones del bono a 10 años de España había escalado desde el 0,391% de diciembre al 1,985% en agosto, las letras a 12 meses pasaban de una rentabilidad negativa del -0,611% a pagar un 0,787% y el bono a cinco años transformaba la tasa desde el -0,019% al 1,558%, con evoluciones casi paralelas en el mercado secundario.
Su rendimiento ha continuado subiendo en meses posteriores y en octubre, última referencia publicada, esa tasa media se movía entre el 1,971% y 3,30%, con expectativas de mayores avances por el endurecimiento de la estrategia del Banco Central Europeo (BCE) para doblegar la inflación.
Bajo este escenario la posición conjunta del sector engorda en 25.905 millones en escasos ocho meses y comienza, precisamente, a tomar el relevo a un BCE que en julio activó el plan de repliegue como comprador de deuda. El BCE ha sido un inversor clave en títulos soberanos con los programas lanzados en las crisis y el Covid para ayudar a los países. En agosto copaba un 34,03% de los más de 1,21 billones emitidos por el Tesoro, pero la banca ha reforzado su participación inversora desde el 12,16 al 13,64% en ocho meses. El mayor tenedor continúa siendo, no obstante, el inversor internacional, con el 41,04% de la tarta.
La jugada desde los departamentos de tesorería es clara: acopian bonos con rentabilidades garantizadas a cinco o 10 años imposibles de encontrar en los últimos cinco o seis, cuando sus intereses eran nulos o, incluso negativos. Servirá para construir la cuenta en esos ejercicios y se abre además la posibilidad de que puedan vender carteras en el futuro con plusvalías si, como ya anticipa la curva del euríbor, el BCE tiene que frenar la subida de tipos e, incluso, revertir una parte de entrar la economía en una recesión (con tipos más bajos subiría el valor de títulos comprados ahora con una rentabilidad superior).
"En ocho meses hemos vivido un ajuste sin precedentes, con subidas de más de 200 puntos básicos que, en bonos de entre cinco y 10 años han causado caídas de precios entre el 8% y el 15%, que son lo suficientemente importantes para dejar a ciertos bonos a unos niveles atractivos poder recomponer carteras", indica el socio y director de la gestora de ATL Capital, Félix López.
A pesar de que la escalada en las rentabilidades no ha tocado techo el catedrático de Análisis Económico de Universidad de Valencia y director de Estudios Financieros de Funcas, Santiago Carbó, infiere que "no pueden esperar hasta el último momento a que estén los tipos más altos y a partir de ahí luego bajen. Tienen que ir acomodando sus carteras hacia entornos de subidas y van captando algo, y si siguen subiendo volverán a invertir, pero tienen que irse posicionando ya", explica.
Las entidades alcanzaron un tope de inversión en soberano nacional en 224.455 millones de euros en 2014 y desde entonces su cartera no había dejado de caer. El pasado año precipitaron, además, el proceso y la redujeron un 15% porque el aumento de las rentabilidades con la subida de tipos también penaliza dado que merma el precio de la deuda con remuneraciones inferiores que tengan a valor razonable (para trading), ya que su tasación se actualiza cada trimestre y resta o suma solvencia en función de esa trayectoria.
No cambia ni impacta cuando los títulos se mantienen hasta vencimiento, que sería donde está creciendo la inversión según Jesús Morales, consultor sénior de Afi: "El incremento de deuda pública en los balances bancarios se está produciendo fundamentalmente en las carteras de "coste amortizado": es decir, inversiones cuyo modelo de negocio es el mantenimiento del instrumento hasta el vencimiento y el cobro de principal e intereses. De esta forma, se favorece la generación de márgenes y evita las minusvalías y la volatilidad de las valoraciones de mercado (valor razonable) en el resultado y la solvencia bancarias", explica.
Eleva el margen de intereses
Aunque la apuesta no estaría solo en soberano nacional, el socio responsable global de Banca de KPMG, Francisco Uría, señala que "normalmente, cada banco suele invertir sobre todo en su propia deuda pública local, porque además la necesita para realizar determinadas operaciones financieras". "Al margen de eso, y por una razón de diversificación, también se realizan otras inversiones que ya tienen en cuenta otros factores como puede ser la mayor rentabilidad. Tradicionalmente, los bancos españoles han invertido sobre todo en deuda española y también en deuda italiana", agrega Uría.
Con la deuda adquirida se garantiza así una rentabilidad hasta el vencimiento del título, sin menoscabo de que los tipos se den la vuelta (la curva del euríbor ya lo descuenta, con una menor referencia en los plazos más largos que en los cortos).
En la gestora de ATL Capital esperan, precisamente, "un periodo de contracción económica en la segunda parte de 2023" en EEUU, primero, y después en Europa que limitaría los tipos. Su director, Félix López, ve "muy difícil que los tipos sigan subiendo cuando hay recesión", de acuerdo a la experiencia vivida en los últimos 30 años. Si cambia el sesgo, la deuda en cartera y con mayores rentabilidades acumularían plusvalías que al sector podría ayudarle a compensar impactos de provisiones y tributarios.