El año en que se abrió el restaurante Lhardy, acababa de nacer la música de zarzuela y faltaban once años para que se bailara el primer chotis, cinco para que estrenaran Don Juan Tenorio y doce para que arrancara un tren de Atocha. No existía el reloj de la Puerta del Sol, ni el Canal de Isabel II, ni el Teatro Real. Y mucho menos la Gran Vía, el Metro o "la catedral de Nuestra Señora de las Comunicaciones", que es como llamaron los castizos al edificio de Correos, que hoy es el Ayuntamiento. Quiere y no quiere decir todo ello que muchas de las cosas más permanentes de Madrid, como el propio Lhardy han ocurrido desde entonces.