La producción de carne de potro hispano-bretón -una raza autóctona de Castilla y León, de la montaña cántabra y del Pirineo y Prepirineo aragonés y catalán- es uno de los ejemplos más paradigmáticos de la pasión por la ganadería extensiva. Un modelo de producción que aprovecha de manera eficiente los recursos del entorno pero que supone una apuesta arriesgada en un mundo donde la ganadería intensiva, estabulada, alimentada con granos y cercana a centros urbanos gana peso. David Peña, criador de una de las cabañas más extensas de potro hispano-bretón, explica con orgullo que se siente muy bien con sus caballos, "es gratificante verles comer cuando hay buen pasto, correr por el campo, estar cerca suya, y, aunque no es como con un perro, a veces sufres por ellos, cuando hace mal tiempo o cuando les llevas al matadero".