La de la Alcaldía de Londres no es la única votación que se celebra este jueves, ya que además de comicios en otras autoridades locales, los Parlamentos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte eligen diputados. Sus resultados serán claves para el Reino Unido.
La batalla por la Alcaldía de Londres se decide este jueves en un ambiente enrarecido por polémicas raciales. Los dos únicos contendientes con posibilidades de acceder al bastón de mando reflejan la dicotomía del panorama nacional, donde conservadores y laboristas se alternan en el poder, y de acuerdo con las encuestas, los segundos se encaminan a la victoria, poniendo fin al particular reinado tory instaurado en 2008 por Boris Johnson.
Barack Obama se ha despedido de Reino Unido como presidente de Estados Unidos con un claro mensaje para un electorado que en menos de dos meses decide en referéndum si apuesta por la continuidad: la pertenencia a la Unión Europea no sólo "amplifica" la influencia británica en el resto del planeta, sino que le confiere un estatus privilegiado que perdería si el 23 de junio certifica la Brexit.
El bolsillo jugará un rol fundamental en la continuidad de Reino Unido en la UE, por lo que el Gobierno ha activado la maquinaria para evidenciar que el 'Brexit' es la opción menos conveniente económicamente. Tras las críticas que acusan a la campaña por la permanencia de perderse en estadísticas ilegibles para el ciudadano de a pie, el Ministerio del Tesoro transmitió ayer un dato entendible para todos los británicos: si el referéndum decreta la salida, cada hogar perderá una media de 4.300 libras (5.400 euros).
David Cameron se haya inmerso en una batalla por la unidad de un Partido Conservador al que Europa y las luchas cainitas han puesto en jaque. Si la inminencia del referéndum no bastase para agravar un bucle que raya la obsesión con la UE, el particular liderazgo del premier, centrado en la resolución de conflictos a corto plazo, su entente con su más fiel colaborador, el ministro del Tesoro, y las asimetrías entre el conservadurismo compasivo y una austeridad abiertamente cuestionada por no pocos diputados amenazan la estabilidad de un Gobierno con una exigua hegemonía.
El Gobierno británico afronta esta semana un complicado ejercicio de prestidigitación política que medirá las posibilidades reales de materializar los objetivos fiscales fijados para la actual legislatura.
La cohesión del Gobierno británico se ha resquebrajado apenas diez días después de la convocatoria de un referéndum sobre la continuidad en la Unión Europea que amenaza el liderazgo de David Cameron.
Las primeras generales en Irlanda tras el fin del rescate han dejado un parlamento abiertamente fragmentado en el que el juego de estrategias será clave para constituir el gobierno que deberá apuntalar la recuperación. Las dos formaciones que habían constituido la coalición responsable de pilotar el desarrollo y posterior salida de la intervención financiera sufrieron el descontento de los votantes con la dura medicina presupuestaria y no podrán reeditar el bipartito.
Las consecuencias de un potencial Brexit no se reducen a la economía británica. El peso de Reino Unido en la Unión Europea, en la que constituye el segundo mayor contribuyente neto al presupuesto comunitario, junto a las cruciales conexiones financieras y la destacada presencia de los bancos europeos en la City constituyen una combinación de difícil gestión si el referéndum se salda con la ruptura.
Romper con la UE minaría la plaza de Londres, ahora a salvo de las estrictas leyes comunitariasPolos inversores como Fráncfort o París ven con buenos ojos atraer el monopolio británico