Directora de Global Programs y de Digital Plus Programs en MIT Professional Education
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Desde que Alexander Graham Bell presentó el teléfono en 1874 (una implementación del que había inventado el italiano Antonio Meucci en 1849) hasta que tuvo 50.000 usuarios pasaron 3 años. Y tardó otros 75 en llegar a 50 millones de hogares, más de una generación. Cuando Tim Berners-Lee creó la World Wide Web, fueron necesarios 4 años para alcanzar los 50 millones de usuarios. Facebook tardó dos años en pisar esa marca, el Candy Crush dos meses y solo 19 días Pokémon Go. Si algo caracteriza a nuestra época es el ritmo con el que se suceden los cambios, tanto en la sociedad como en las empresas. Para afrontar esta velocidad es necesario que las corporaciones cuenten con la tecnología adecuada y que sepan realizar una gestión adecuada del desarrollo tecnológico.

La sostenibilidad ha escalado en la lista de prioridades empresariales y sociales durante las últimas décadas hasta alcanzar los primeros puestos. No por capricho, sino por necesidad. El mundo ha alcanzado unas cotas de interdependencia nunca antes vistas, y con mayor frecuencia sufrimos problemas transfronterizos. Catástrofes como la deforestación, el derretimiento del Ártico, la escasez de recursos naturales y, en definitiva, el cambio climático. Una amplia gama de argumentos ha puesto sobre la mesa la necesidad de priorizar un desarrollo sostenible y situarlo en el centro del negocio, que requiere un mayor porcentaje de profesionales formados en la materia.

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