Presidente del Club de Exportadores e Inversores Españoles

Tradicionalmente, en España, la participación de las empresas en la ejecución de proyectos de cooperación al desarrollo ha sido escasa, al contrario de lo que sucede en muchos de los países de nuestro entorno, lo cual requiere una explicación.

Desde hace un tiempo se viene hablando del desplazamiento del eje geopolítico y económico en el mundo hacia el continente asiático y, quizás, el hecho que mejor pueda ejemplificar y dar soporte a esta profunda transformación de relaciones y fuerzas en el globo sea el acuerdo que el pasado noviembre, tras ocho largos años de negociaciones, firmaban quince países de Asia y Oceanía, concretamente ASEAN, Australia, China, Corea del sur, Japón y Nueva Zelanda.

La importancia que puede y debe desempeñar el sector exterior español en la superación de la actual crisis económica, derivada de la terrible pandemia que padecemos, se puso de manifiesto recientemente en Madrid con motivo de la IV Cumbre de Internacionalización. Este evento empresarial fue impulsado por las principales organizaciones empresariales españolas —Club de Exportadores e Inversores Españoles, Cámara de Comercio de España, Foro de Marcas Renombradas Españoles, CEOE y Asociación Española de Directivos— con el inestimable respaldo y presencia de Su Majestad el Rey.

La “coronacrisis” ha provocado una fuerte presión social para que el Estado alivie los efectos económicos, sanitarios y sociales que se derivan de ella. No solo han aumentado las demandas sociales, sino que la inmensa mayoría de los ciudadanos consideran legítimas y necesarias muchas de esas peticiones. En la lista figura la contratación de más profesionales sanitarios y la mejora de sus condiciones retributivas, la concesión de ayudas directas a personas dependientes, ordenadores para niños de familias más desfavorecidas, el ingreso mínimo vital, la prolongación de los ERTE… Y muchas más que me dejo en el tintero.

La crisis del COVID-19 vuelve a poner sobre la mesa el problema que representa la excesiva concentración de las exportaciones españolas en los países de la Unión Europea, aunque con una virulencia menor de lo que lo hizo la Gran Recesión, dada la generalizada extensión geográfica de la pandemia a todo el mundo.

Antonio Bonet Madurga

La reacción del mercado de divisas el pasado martes, rompiendo todas las previsiones de caída de la libra para volverse inmediatamente al alza tan pronto como se conoció la derrota parlamentaria del acuerdo del Brexit, no deja de ser sorprendente. Los mercados, y en definitiva muchas empresas, han querido ver en este tropiezo una fugaz esperanza para demorar un tiempo más el proceso de desconexión, e incluso -los más optimistas- para revertirlo. Sin embargo, con los datos en la mano, todo indica que será difícil la marcha atrás y, en cualquiera de sus versiones, el Brexit será malo para todos, más aún si se resuelve de forma caótica. Lo será para el Reino Unido, para la Unión Europea y para la economía mundial.

Opinión

El sector exterior ha sido un elemento clave en la superación de la crisis económica y en la transformación de nuestro modelo productivo, hoy más volcado que nunca hacia los mercados internacionales. En el periodo 2010-2017, España ha aumentado sus exportaciones de bienes y servicios en un 62 por ciento, hasta rondar los 400.000 millones de euros. Pero hay que tener en cuenta, además, que la inversión directa de las empresas españolas en el exterior supone un stock de 500.000 millones de euros. Se trata de una cifra equivalente al 45 por ciento de nuestro PIB y que nos coloca en el puesto número 12 entre los mayores emisores mundiales de IED.

Antonio Bonet

La fortaleza de la divisa nunca es el mejor aliado para las exportaciones. En la zona euro hemos visto cómo en muy pocos meses hemos pasado de unos niveles que apuntaban hacia la paridad euro-dólar a situarnos en cotas de 1,20. El euro se ha apreciado frente al dólar un 15% desde principios de 2017.