
La crisis del COVID-19 vuelve a poner sobre la mesa el problema que representa la excesiva concentración de las exportaciones españolas en los países de la Unión Europea, aunque con una virulencia menor de lo que lo hizo la Gran Recesión, dada la generalizada extensión geográfica de la pandemia a todo el mundo.
A pesar de los avances logrados en la diversificación geográfica de nuestro comercio internacional, aún más del 65% de las exportaciones españolas de mercancías se concentra en los países comunitarios, y casi el 50% del total se dirige a cinco países: Francia, Alemania, Italia, Portugal y el Reino Unido.
Urge mayor diversificación geográfica en nuestro comercio internacional
Qué duda cabe que para las empresas españolas representa una ventaja, desde la perspectiva del análisis de riesgos, operar con países cercanos geográficamente y que comparten un marco de negocios similar al nuestro, e incluso la misma moneda. Pero el muy negativo impacto del COVID-19 en la economía europea ha afectado ya de manera muy negativa a las exportaciones españolas y seguirá haciéndolo en los próximos meses, aunque puede esperarse que en una medida paulatinamente menor, conforme avance la recuperación. Hay que remarcar que la Unión Europea será la región del mundo que va a registrar una peor evolución macroeconómica en 2020. Concretamente, en el caso de la zona euro, se prevé una caída del 10,2%, según el Fondo Monetario Internacional.
Las ventajas que aporta la diversificación geográfica del comercio exterior para un país son evidentes. Además de compensar los ciclos recesivos de unos mercados con los expansivos de otros, permite la estabilidad en sus exportaciones y sostiene su crecimiento. Del mismo modo, incrementa la imagen de marca-país en nuevas áreas de oportunidad y genera una cadena de eficiencias, entre ellas una importante inteligencia de negocio que puede facilitar a otras compañías el acceso a esos nuevos mercados. Y desde el punto de vista de la actividad empresarial, además de una vía directa para reducir su exposición al riesgo de mercado e incrementar su volumen de negocio, representa también un revulsivo para la mejora de su competitividad.
Europa tiene una importancia excesiva en el comercio exterior de España
Desgraciadamente, la diversificación geográfica de las exportaciones españolas es más limitada que la de nuestros principales socios comunitarios, en especial si se compara con países como Alemania e Italia. Y peca también de una menor presencia en otras economías desarrolladas, como Estados Unidos, Canadá y Japón, y en mercados de gran crecimiento como son los denominados países EAGLE, entre los que se cuentan China, la India, Corea del Sur, Rusia o México.
La actual coyuntura provocada por la pandemia debe constituir un incentivo para que nuestros exportadores den un paso adelante en la diversificación geográfica de su negocio. Si nos atenemos a las previsiones del propio FMI, destinos en el continente asiático, como China, Japón o Corea del Sur, por haber controlado más rápida y eficazmente la pandemia, y contar por ello con un sistema productivo que ha permanecido durante menos tiempo paralizado, sufrirán una menor recesión y retraerán menos sus compras al exterior. Desgraciadamente para los intereses de España, se trata de una región en la que vendemos menos del 7% del total de nuestras exportaciones.
África subsahariana es otra de las zonas que podría ofrecer buenas oportunidades para nuestras empresas. Aunque las amenazas de propagación del virus están lejos de haber desaparecido, hasta ahora se muestra como una de las regiones más resilientes ante la extensión de la pandemia, entre otros factores, por contar con una población muy joven y por disponer de más experiencia que Occidente en la gestión de epidemias. El hecho de que los organismos multilaterales hayan anunciado que se van a volcar para conseguir reducciones o condonaciones de su deuda externa fortalece su capacidad para realizar nuevos proyectos y atraer inversiones.
Es conveniente fortalecer la colaboración público-privada en internacionalización
En definitiva, España debe tratar de aprovechar la adversa situación actual para la diversificación geográfica de su comercio exterior, consciente de que la penetración en nuevos mercados, cuando se hace a través de exportadores regulares, genera efectos permanentes, como ya ocurrió en la Gran Recesión. Es cierto que en estos momentos existen importantes restricciones a la movilidad internacional, pero es previsible que estas, a corto o medio plazo, se disipen. En este contexto, debemos intensificar los esfuerzos de promoción exterior, ampliando el alcance de programas como el denominado Países con Acción Sectorial Estratégica (PASE), que impulsa la Secretaría de Estado de Comercio, y extendiendo la cobertura geográfica de la red de Oficinas Comerciales, cuyo papel se revela ahora más importante que nunca.
También sería conveniente fortalecer la colaboración público-privada en la definición y orientación de las políticas de internacionalización, al igual que propiciar la cooperación no sólo del conjunto de Ministerios con competencias en materia de comercio exterior, sino también entre los Gobiernos central y autonómicos, con el fin de que todos empujemos en la misma dirección. Todo ello ayudaría a revitalizar el sector exportador, uno de nuestros principales motores de crecimiento económico en este contexto económico tan complicado.