Opinión | Amador G. Ayora
C omo aquella vieja canción de The Boomtown Rats, No me gustan los lunes, agosto debería ser un mes para borrar del calendario. Fue en agosto de 2011 cuando los mercados se cebaron con España, dispararon su prima de riesgo hasta la estratosfera y a punto estuvieron de provocar el entero rescate de la economía española. Un año después, concretamente el 26 de julio de 2012, Mario Draghi pronunció aquellas palabras mágicas de "haré lo necesario para salvar al euro y créanme que será suficiente". Una pócima mágica que devolvió la calma y proporcionó la actual estabilidad.