Si no hay imprevistos, este jueves la Generalitat decidirá la entrada del sistema Ter-Llobregat en fase de emergencia por sequía, de manera que la mayor parte de Cataluña activará nuevas restricciones ante un nivel de los embalses de las cuencas internas catalanas que está en mínimos históricos.
Pero dentro de este contexto, que afecta a la mayoría de la población catalana, especialmente concentrada en el área de Barcelona y Girona, la mayor parte de la provincia de Tarragona resiste y actualmente se encuentra varios escalones mejor. Así, está en fase de alerta (sin previsión de cambios ), tras la que siguen el estado de excepcionalidad y el de preemergencia.
El motivo es que la población y la industria de Tarragona se abastecen del río Ebro, cuyo pantano de referencia, el de Mequinenza en Aragón, está por encima del 80% de capacidad, mientras que los pantanos de las cuencas internas de Cataluña rozan el 16%, que es el umbral legal para decretar la fase de emergencia.
De hecho, cada vez que Cataluña sufre episodios graves de sequía reaparece el debate sobre la posibilidad de interconectar el sistema del Ebro con el que abastece al área de Barcelona, si bien esta opción cuenta con detractores tanto en el ámbito político como social.
En cualquier caso, a largo plazo, la Generalitat contempla una petición de trasvase de agua del río Ebro para poder abastecer a la agricultura de la comarca del Priorat a partir de 2027 en episodios de sequía.
En este caso, el Govern estima una inversión de 60 millones de euros para hacer llegar agua del río Ebro al pantano de Siurana y para conectar el pantano de Margalef con la red de regadío del canal Garrigues-Sud.
En algunas zonas, como en Riudecanyes (que ya está en fase de emergencia), los agricultores alertan de que esta temporada ya está en riesgo la supervivencia de los avellaneros, por ejemplo.
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