
Silvina Batakis no ha durado ni un mes como ministra de Economía de Argentina. Tras cuatro semanas de crisis política, el presidente del país, Alberto Fernández, ha acabado por tirar la toalla y nombrar a uno de sus rivales internos, Sergio Massa, como 'superministro' de Economía, Producción y Agricultura, para intentar remontar una crisis que amenaza con llevarse por delante a su Gobierno.
La dimisión de Martín Guzmán, el ministro de Economía que Fernández designó en 2019 para llevar adelante las negociaciones de restructuración de deuda con el FMI, dejó temblando a los mercados y al presidente con un enorme agujero que rellenar. Tras dos días de negociaciones con su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, líder del partido más fuerte dentro de la coalición peronista, el único acuerdo fue poner a Batakis, una figura técnica y sin un gran perfil, para mantener 'caliente' la silla del ministerio hasta encontrar a un cargo definitivo y evitar el pánico completo de los inversores hasta entonces.
Y la figura clave era Massa, líder de la tercera pata de la coalición y hasta ahora presidente del Congreso. El político, que fue jefe de Gabinete de Kirchner antes de abandonar su partido con un portazo y dejar herida de muerte a la entonces presidenta en las legislativas de 2013, y al que Fernández tachó públicamente de "imbécil" en 2016, es ahora la figura a la que ambos han recurrido en un intento a la desesperada por reconducir el rumbo de la legislatura.
Massa, como exigió desde un primer momento, se hará cargo de un 'superministerio' que aúne Economía, Producción y Agricultura. Su objetivo de entrada es negociar con las granjas, una de las principales fuentes de ingresos de divisas, para encontrar una forma por la que entreguen sus dólares al Banco Central -y así reforzar las reservas y estabilizar el tipo de cambio- sin provocar una rebelión. El jeroglífico es complicado: Kirchner ya sufrió una fuerte derrota política en su etapa como presidenta en estas negociaciones.
El acuerdo con el FMI, seguro
Entre sus prioridades está respetar el acuerdo con el FMI que firmó Guzmán para refinanciar su deuda multimillonaria con la institución, y contra el que el 'kirchnerismo' se había revuelto, lo que implicará una fuerte reducción del déficit en el segundo semestre. Pero quiere "aliviar a la clase media", con una reforma impositiva que redistribuya mejor las cargas. La clave es que tiene que elegir entre recortar gasto o subir impuestos: la alternativa es entrar en 'default' con el Fondo, lo que desataría una crisis sin precedentes desde el 'corralito'.
La apuesta tiene grandes riesgos: si fracasa, Massa caerá como la persona que estuvo a los manos del barco mientras se hundía. Pero el posible beneficio es enorme: si tiene éxito, podrá presentarse a las presidenciales de 2023 como la 'tercera vía' peronista que sacó las castañas del fuego mientras los dos grandes líderes del movimiento estaban entretenidos en batallas internas. Por el momento, Fernández le ha quitado a uno de sus rivales: Daniel Scioli, el candidato peronista en 2015 que perdió contra Mauricio Macri, ha acabado de embajador en Brasil. Le queda un año hasta las elecciones.